Como a este tiempo se levantasen muchas naciones y potentados contra los Aqueos, hizo Arato sin detención amistad con los Etolios, y valiéndose para el objeto de Pantaleón, que era quien con éstos tenía mayor influjo, no solamente paz, sino hasta alianza, negoció entre Aqueos y Etolios. Tomó luego el empeño de libertar a los Atenienses, sobre lo que fue censurado y calumniado por los Aqueos, por cuanto, mediando concierto entre ellos y los Macedonios y estando en treguas, intentó, sin embargo, tomar el Pireo; pero él lo niega en los comentarios que nos ha dejado, y echa la culpa a Ergino, aquel con quien se apoderó del Acrocorinto, porque acometiendo por sí privadamente al Pireo y rompiéndosele la escala, cuando se vio perseguido, nombró a Arato, llamándole repetidas veces, como si allí se hallara, y con este engaño pudo librarse de los enemigos. Mas parece que esta apología no logró gran crédito, pues ninguna razón había para que Ergino, que no era más que un particular, y Siro concibiesen por sí semejante propósito, a no haber tenido a Arato por director y haber recibido de él para la ejecución las fuerzas y las instrucciones; de lo que dio pruebas el mismo Arato, aspirando como los amantes desairados, no dos veces o tres, sino muchas, a ocupar el Pireo, no cediendo a los desengaños, sino que por haber estado siempre en muy poco el no haberse cumplido su esperanza, esto mismo le incitaba a confiar de nuevo; y aun una vez se dislocó una pierna huyendo por Triasio, de resultas de lo cual sufrió muchas incisiones en la curación, y por largo tiempo fue preciso para mandar las acciones que le llevaran en litera.