Muerto Antígono y sucediéndole en el reino Demetrio, tomó con mayor ardor el pensamiento sobre Atenas, mirando con el mayor desprecio a los Macedonios. Por lo mismo, habiendo sido vencido en la batalla cerca de Filacia por Bitis, general de Demetrio y corriendo voces, entre unos de que había sido preso, y entre otros de que había muerto, dio genes, que mandaba la guarnición del Pireo, envió carta a Corinto, dando orden a los Aqueos de que se desprendieran de aquella ciudad, pues que Arato era muerto; pero hizo la casualidad que el mismo Arato se hallase en Corinto cuando llegó la carta, y siendo objeto de entretenimiento y risa los mensajeros de dio genes, tuvieron que marcharse. El rey envió desde Macedonia una nave para que en ella le llevaran atado a Arato, y los Atenienses, poniendo en ejercicio toda la vanidad de su adulación, coronaron sus cabezas apenas corrió la noticia de que había muerto. Irritado por tanto, dispuso otra expedición contra ellos, y llegó hasta la Academia; pero aplacado después, en nada los ofendió, y los Atenienses, tomando en consideración su virtud, como muerto ya Demetrio aspirasen a ser libres, le enviaron a llamar. Arato, sin embargo de que entonces era otro el general y él guardaba cama por una larga enfermedad, llevado en litera se prestó gustoso a servir a la ciudad, y obtuvo del comandante de la guarnición, dio genes, que entregara a los Atenienses el Pireo, Muniquia Salamina y Sunio por ciento cincuenta talentos, de los cuales contribuyó él mismo por sí con veinte. Agregáronse inmediatamente a los Aqueos los Eginetas y los Hermionios, y se les hizo tributaría la mayor parte de la Arcadia; y como los Macedonios se hallasen implicados en guerras con sus vecinos y comarcanos y los Etolios fuesen sus aliados, recibió el poder de los Aqueos un grande incremento.