Congregándose, pues, los Aqueos en Egio, enviaron a llamar allí a Arato, y la salida era peligrosa, teniendo Cleómenes bloqueada la ciudad. Deteníanle, de otra parte, con ruegos sus conciudadanos, diciéndole que no era razón arriesgara su persona estando tan cerca los enemigos; pendían asimismo de su cuello las mujeres y los niños, abrazándole y llorando como por el padre y salvador de todos. Mas, sin embargo, alentándolos y consolándolos, marchó a caballo a la marina con diez de sus amigos y su hijo, que aun era mocito, y embarcándose en buques que estaban allí anclados, le condujeron a Egio a la Junta pública, en la que decretaron llamar a Antígono y entregarle el Acrocorinto, sobre lo que le envió Arato su hijo con los demás rehenes. De resulta de esto, llevándolo muy a mal los Corintios, le saquearon cuanto tenía, y de la casa hicieron donación a Cleómenes.