Vencido después de esto Cleómenes en una gran batalla cerca de Selasia, abandonó a Esparta y se embarcó para Egipto; Antígono, después de haber hecho con Arato las mayores demostraciones de gratitud y benevolencia, se retiró a la Macedonia, y habiendo allí caído enfermo, a Filipo, mancebo ya y designado su sucesor en el reino, lo envió al Peloponeso, encargándole que atendiese a Arato sobre todos, y por su medio tratase con las ciudades y se diera a conocer a los Aqueos. Tomóle, pues, Arato bajo su cuidado, y le dirigió de manera que le envió a Macedonia lleno de amor hacia él, y de afición y emulación hacia los Griegos.