Después de la batalla envió los más ricos y preciosos dones al hijo de Artagerses, muerto a manos de Ciro, y honró magníficamente a Ctesias y a todos los demás. Habiendo hallado al Caunio aquel que le dio el odre, de oscuro y pobre lo hizo ilustre y rico. Se notó cierto estudio hasta en los castigos de los que faltaron, porque a un Medo llamado Arsaces que en la batalla huyó a Ciro y otra vez se le pasó después de muerto éste, queriendo en él castigar la timidez y cobardía, y no la traición ni la maldad, le condenó a que, tomando en hombros una ramera desnuda, la paseara así un día entero por la plaza. A otro que sobre haberse pasado se había atribuido con falsedad haber muerto a dos enemigos, dispuso que le atravesaran la lengua con tres agujas. Creyendo él mismo y queriendo que todos creyeran y dijeran que él había sido quien había muerto a Ciro, a Mitridates, que fue el primero en tirar contra Ciro, le envió magníficos dones, encargando a los que habían de entregárselos que le dijesen: “Con estas preseas te premia el rey por haberle presentado los arreos del caballo de Ciro, que te encontraste”. Pidiéndole asimismo recompensa aquel de Caria que dio a Ciro en la pierna la herida de que murió, provino a los que se la llevaban le dijesen en la propia forma: “Este regalo te lo hace el rey por segundas albricias, porque el primero fue Artasiras, y después de él tú le anunciaste la muerte de Ciro”. Mitridates, aunque disgustado, recibió su regalo y nada dijo; pero al miserable Cario le sucedió lo que comúnmente padecen los necios, porque, deslumbrado con los bienes presentes, pensó que podía subirse a mayores, y desdeñando recibir lo que se le daba como albricias, se mostró ofendido, protestando y gritando que ninguno otro que él había muerto a Ciro, e injustamente se le privaba de aquella gloria. Cuando se lo dijeron al rey, se irritó sobremanera y mandó que le cortasen la cabeza; pero la madre, que se hallaba presente: “No has de ser tú ¡oh rey!le dijo-, quien se dé con esto por satisfecho respecto de este abominable Caria, sino que de mí recibirá una recompensa digna de lo que ha tenido el arrojo de decir.” Habiéndoselo otorgado el rey, dio orden Parisatis a los ejecutores de la justicia para que, tomando bajo su poder aquel hombre, lo atormentaran por diez días, y sacándole después los ojos, le echaran en los oídos bronce derretido hasta que así falleciese.