No podía, por tanto, agradarle el estado de la república: inclinados los ciudadanos al ocio y al deleite, y desentendiéndose el rey de todos los negocios, si alguno no le turbaba el reposo y el lujo en que quería vivir. Descuidábanse las cosas públicas; porque cada uno no pensaba sino en el provecho propio; y del ejercicio de la templanza, de la tolerancia y de la igualdad entre los jóvenes, ni siquiera era seguro el hablar, habiéndole venido de aquí a Agis su perdición. Dícese además que Cleómenes, de joven, gustó la doctrina de los filósofos, habiendo venido a Lacedemonia Esfero Boristenita, y ocupándose, no sin esmero, en la instrucción de aquellos mancebos. Era Esfero uno de los primeros discípulos de Cenón Ciciense, y según parece se prendó mucho del carácter varonil de Cleómenes, y dio calor a su ambición. Cuéntase que, preguntado Leónidas el mayor acerca del concepto en que tenía al poeta Tirteo, respondió que le juzgaba muy bueno para incitar los ánimos de los jóvenes, porque, llenos de entusiasmo con sus poesías, se arriesgaban sin cuidar de sí mismos en los combates; pues por lo semejante la doctrina estoica, si para los de ánimo grande y elevado tiene un no sé qué de peligroso y excesivo, cuando se junta con una índole grave y apacible entonces es cuando da su propio fruto.