Cuando por la muerte de Leónidas entró a reinar, encontró la república del todo desordenada, porque los ricos, dados a sus placeres y codicias, miraban con desdén los negocios públicos; la muchedumbre, hallándose infeliz y miserable, ni tenía disposición para la guerra ni sentía los estímulos de la ambición para la buena educación de los hijos; y a él mismo no le había quedado más que el nombre de rey, residiendo todo el poder en los Éforos. Propúsose, pues, desde luego, alternar y mudar aquel estado, y teniendo por amigo íntimo a un tal Xenares, que había sido su amador, a lo que los Lacedemonios llaman ser inspirador, empezó a tantearle, preguntándole qué tal rey había sido Agis, de qué modo y por medio de quiénes había entrado en aquel camino. Xenares, al principio, hacía con gusto memoria de aquellos sucesos, refiriendo y explicando cómo se había ejecutado cada cosa; mas cuando observó que Cleómenes reinflamaba al oírle, y se mostraba decididamente inclinado a las novedades de Agis, y que gustaba que se las relatara muchas veces, le respondió con enfado, como que estaba fuera de juicio, y por fin se apartó de hablarle de tal negocio y de concurrir a su casa. No descubría, sin embargo, a nadie la causa de esta separación, diciendo solamente que el rey bien la sabía. De este modo Xenares empezó a oponerse a sus ideas, y Cleómenes, juzgando que los demás pensarían del mismo modo, sólo de sí mismo esperó la ejecución de ellas. Reflexionó después que en la guerra podría hacerse mejor la mudanza que no en tiempo de paz, y con esta mira indispuso a la república con los Aqueos, que ya habían dado motivos de queja. Porque Arato, que era el que entre éstos todo lo mandaba quiso desde el principio reunir a todos los del Peloponeso en una asociación, y éste era el fin de sus muchas expediciones y de su largo mando, por creer que sólo así se librarían de ser molestados por los enemigos de afuera. Habiéndosele agregado ya casi todos, faltando solamente los Lacedemonios, los Eleos, y de los Árcades, los que a los Lacedemonios estaban unidos; apenas murió Leónidas, empezó a incomodar a los Arcades, talando sus campos, sobre todo los de aquellos que confinaban con los Aqueos, para tentar a los Lacedemonios, por lo mismo que miraba con desdén a Cleómenes, como joven sin experiencia.