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En consecuencia de esto, los Éforos dieron principio por enviar a Cleómenes a que tomara el templo y castillo de Atena, llamado Belbina, punto que viene a ser la entrada de la región lacónica, y que era entonces objeto de disputa con los Megalopolitanos. Tomólo Cleómenes y lo fortificó; no dio acerca de ello ninguna queja Arato, sino que, moviendo por la noche con su ejército, entró en los términos de los Tegeatas y Orcomenios; mas habiendo mostrado miedo los traidores que le servían de guía, se retiró, creyendo que aquello quedaría oculto; pero Cleómenes, usando de ironía, le escribió preguntándole, como si fueran amigos, dónde había ido de noche; respondiéndole que, habiéndosele informado de que iba a fortificar a Belbina, bajaba a estorbárselo; y Cleómenes le envió de nuevo a decir que bien lo creía: “Pero si no tienes inconveniente- le añadió-, dime: ¿para qué iban en pos de ti hachones y escalas? Echóse Arato a reír con este chiste y preguntando: “¿Qué clase de joven es éste?” El lacedemonio Demócrates, que se hallaba desterrado: “Sí has de hacer algo contra los Lacedemonios- le respondió-, el tiempo es éste, antes que le nazcan las presas a este polluelo”. En esto, hallándose Cleómenes en la Arcadia con pocos caballos y trescientos infantes, le dieron orden los Éforos de que se retirase, temiendo la guerra; pero no bien se había retirado cuando Arato tornó a Cafias; y entonces los Éforos volvieron a mandarle salir. Tomó a Metidrio, y corrió el país de Argos, con lo que los Aqueos marcharon contra él con veinte mil infantes y mil caballos, mandados por Aristómaco, salióles al encuentro Cleómenes junto a Palantio, y queriendo darles batalla; temió Arato aquel arrojo y no permitió al general entrase en batalla, sino que se retiró, improperado de los Aqueos y escarnecido y despreciado de los Lacedemonios, que no llegaban a cinco mil. Habiendo cobrado Cleómenes con esto grande aliento, trataba de infundirle en sus ciudadanos, y les trajo a la memoria aquel dicho de uno de sus antiguos reyes: “Que nunca los Lacedemonios acerca de los enemigos preguntan cuántos son, sino dónde están”.

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