VII

Era la estación del estío, y poco antes de anochecer llegó de Roma el liberto ícelo en siete días; supo que Galba se estaba tranquilo en su casa, y se fue corriendo a su habitación, y abriéndola e introduciéndose a pesar de la oposición del camarero, refirió que viviendo todavía Nerón, aunque no comparecía en público, primero el ejército y después el pueblo y el Senado habían proclamado a Galba emperador, y que de allí a bien poco se dijo que Nerón era muerto: y no queriendo creer a los que le dieron la noticia, había ido donde estaba el cadáver, y viéndole tendido, entonces se había puesto en camino. Dilatóse grandemente el ánimo de Galba con esta narración, y acudiendo a la casa en el momento un gran gentío, lo tranquilizó sobre lo ocurrido, a pesar de que la celeridad del viaje parecía increíble: pero a los dos días llegó con otros de los reales Tito Vinio, que anunció punto por punto lo decretado por el Senado. Éste fue en el acto promovido a un orden superior; al liberto le confirió los anillos de oro, y llamándose desde entonces Marciano ícelo, fue entre los libertos el que gozó de mayor poder.

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