Prestó Livio para estos objetos al Senado la autoridad de su magistratura, y propuso leyes que no tenían nada ni de loables ni de útiles, con sola la mira de exceder a Gayo en favor y condescendencia para con la muchedumbre, contendiendo y compitiendo con él como los actores de una comedia, con lo cual el Senado no dejó duda de que no le ofendían los proyectos de Gayo, sino que lo que quería era o quitarle de en medio o humillarle. Porque no proponiendo él más que dos colonias, y para ellas a los ciudadanos más bien vistos, decían, sin embargo, que aspiraba a seducir al pueblo; y al mismo tiempo sostenían a Livio cuando formaba doce colonias, enviando a cada una tres mil de los más infelices; desacreditaban a aquel porque distribuía las tierras a los pobres, imponiendo a cada uno una pensión para el erario, diciendo que lisonjeaba a la muchedumbre, y Livio, que hasta esta pensión quitaba a los agraciados, merecía su aprobación. Mas aquel, por dar a los latinos igual voz y voto, les era molesto, y cuando éste proponía que en el ejército no se pudiera castigar a ninguno de los latinos empleando las varas contra ellos, promovían esta ley. El mismo Livio protestaba siempre en sus discursos que hacía estas propuestas de acuerdo del Senado, que velaba por la muchedumbre, y esto fue lo único que hubo de bueno en todos sus actos. Porque el pueblo se mostró desde entonces menos irritado contra el Senado, y mirando antes éste con malos ojos y con odio a los principales y más señalados, disipó y suavizó Livio aquella enemiga y mala voluntad, haciendo entender que lo que él ejecutaba en favor y beneficio de la muchedumbre era todo por disposición de los senadores.