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Había muerto el rey Átalo Filométor, y vino Eudemo de Pérgamo a traer el testamento, en el que estaba nombrado heredero el pueblo romano; y arengando al punto Tiberio a la muchedumbre, propuso una ley para que, llegado que fuera el gran caudal heredado, sirviese a los ciudadanos a quienes habían tocado tierras para adquirir los enseres y utensilios de la labor; y acerca de las ciudades que eran del reino de Átalo dijo que no debía el Senado tomar providencia alguna, sino que él manifestaría su modo de pensar al pueblo. Incomodó esto sobremanera al Senado, y levantándose Pompeyo, dijo que era vecino de Tiberio, y por esta razón sabía que Eudemo de Pérgamo le había entregado la diadema y la púrpura del rey, como teniendo por cierto que había de reinar en Roma; y Quinto Metelo le echó en cara que cuando su padre, siendo censor, volvía a casa después de cenar, los ciudadanos que le acompañaban apagaban las luces, para que no pareciera que se habían detenido en diversiones y francachelas más de lo regular, y a él por la noche le iban alumbrando los más atrevidos y más miserables de la plebe. También Tito Anio, hombre que no tenía opinión de probidad ni de prudencia, pero que hablando en público pasaba por invencible en las preguntas y respuestas, desafió a Tiberio a que se defendiese de haber injuriado a su colega, siendo sacrosanto e inviolable por las leyes; y como se moviese grande alboroto, yéndose hacia él Tiberio, pedía auxilio al pueblo, diciendo que se le trajera para acusarlo. Anio, que en elocuencia y en autoridad se reconocía inferior, recurrió a su habilidad, y pidió a Tiberio que antes de hablar en su acusación le respondiera a una friolera. Convino en que preguntara, y quedando todos en silencio, dijo Anio: “Si queriendo tú afrentarme y deshonrarme me acogiere yo a alguno de tus colegas, y bajando éste a auxiliarme te enfadas tú de ello, pregunto: ¿le privarás del tribunado?” Se dice que a esta pregunta quedó tan cortado Tiberio, que con ser el más pronto que se conocía para hablar y el más atrevido y resuelto, enmudeció en aquella ocasión.

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