V

Gozando de mayor reputación todavía después de este matrimonio y viviendo al lado de su mujer Antígona, a quien amaba, negoció que se le enviara al Epiro, con tropas y caudales, a recuperar el reino. Fue su llegada a gusto de muchos, por lo mal visto que estaba Neoptólemo a causa de su injusto y tiránico gobierno; mas con todo, por miedo de que Neoptólemo se ligara con alguno de los otros reyes, ajustó con él paz y amistad, conviniendo en reinar juntos. Andando el tiempo, había quien ocultamente trataba de indisponerlos, suscitando sospechas de uno a otro; pero la causa que más principalmente movió a Pirro se dice haber dimanado de lo siguiente. Tenían por costumbre los reyes, sacrificando a Zeus marcial en Pasarón, que era un territorio de la Molótide, prometer a los Epirotas, bajo juramento, que reinarían según las leyes, y éstos, a su vez, que, según esas mismas, guardarían el reino. Concurrieron al acto los dos reyes, asistido cada uno de sus amigos, dando y recibiendo recíprocamente muchos presentes. Gelón, pues, uno de los partidarios más celosos de Neoptólemo, saludando a Pirro con la mayor fineza le hizo el regalo de dos yuntas de bueyes de labor. Mírtilo, uno de los coperos de Pirro, que se hallaba presente, los pidió a éste, que no vino en dárselos a él, sino a otro; y habiéndolo sentido vivamente, no se le ocultó a Gelón esta circunstancia. Convidóle a comer, y aun, según algunos refieren, siendo un joven de buena figura, abusó de él entre los brindis, y moviéndole conversación del suceso, le exhortó a que abrazase el partido de Neoptólemo y quitase la vida a Pirro con un veneno. Mírtilo afectó prestarse a la tentación, aplaudiendo y mostrándose persuadido; pero dio de ello parte a Pirro, y de orden de éste presentó al jefe de los coperos, Alexícrates, ante el mismo Gelón, como que había de auxiliarles en el hecho; y es que Pirro quería que fuesen muchos los que pudieran servir al convencimiento de aquella maldad. Engañado Gelón de esta manera, fue todavía más engañado Neoptólemo; el cual, dando por supuesto que la asechanza iba adelante, no pudo contenerse con el placer, y lo divulgó entre los amigos. Además, comiendo una vez en casa de su hermana Cadmea, se le fue sobra, ello la lengua, creyendo que nadie lo escuchaba, porque ninguno otro estaba cerca sino Fenáreta, mujer de Samón, mayoral de los rebaños y vacadas de Neoptólemo; y ésta, que se hallaba echada en la cama, detrás de un tabique intermedio, les pareció que dormía. Enterase de todo, sin que pudieran conocerlo, y a la mañana se fue a dar con Antígona, mujer de Pirro, a quien refirió todo lo que Neoptólemo había dicho a la hermana. Sabedor de ello Pirro, por entonces nada hizo; pero en un sacrificio, habiendo convidado al banquete a Neoptólemo, le quitó la vida; asegurado ya de que los principales de los Epirotas estaban de su parte, y aun le excitaban a que se deshiciese de Neoptólemo y no se contentara con tener una pequeña parte del reino, sino que hiciera uso de su índole, emprendiendo cosas grandes, y que, pues había ya aquella sospecha, se adelantara a Neoptólemo, quitándolo de en medio.

Share on Twitter Share on Facebook