Constituido en este conflicto, se entregó otra vez a vanas esperanzas por negocios que llamaban a dos distintas partes la atención: porque a un mismo tiempo llegaron mensajeros de Sicilia, poniendo en sus manos a Agrigento, Siracusa y Leoncio, y rogándole que expeliese a los Cartagineses y dejara la isla libre de tiranos, y de la Grecia le trajeron la noticia de que Tolomeo Cerauno había muerto en ocasión de librar batalla a los Galos con su ejército; así que llegaría entonces muy a tiempo, cuando los Macedonios habían quedado sin rey. Quejóse amargamente de la fortuna por haber acumulado en un mismo momento las ocasiones y motivos de grandes hazañas, y reconociendo que reunidos ambos objetos era preciso renunciar a uno, estuvo fluctuando en la incertidumbre largo tiempo; pero después, pareciéndole que los negocios de Sicilia eran los de mayor entidad, por estar cerca de África, decidido por ellos envió inmediatamente a Cineas, como lo tenía de costumbre, para que previniese a las ciudades, y por lo que a él tocaba, como los Tarentinos se mostrasen disgustados, les puso guarnición. Pedíanle éstos que, o les cumpliera aquello para que era venido, combatiendo con los Romanos, o se desistiera de su territorio, dejándoles la ciudad como la había encontrado; mas la respuesta fue desabrida, y mandándoles que se estuviesen quietos y esperaran que les llegara su momento favorable, en tanto se hizo a la vela. Apenas tocó en la Sicilia, cuando previno su gusto lo que había esperado, entregándosele las ciudades de muy buena voluntad. Y por entonces ninguna oposición experimentó de las que exigen contienda y violencia, sino que, recorriendo la isla con treinta mil infantes, dos mil y quinientos caballos y doscientas naves, expelió a los Cartagineses y trastornó su dominación. Siendo el distrito de Érix el más fuerte de todos y el que contenía más combatientes, determinó encerrarlos dentro de los muros; y poniendo el ejército a punto, armado de todas armas, emprendió su marcha, ofreciendo a Heracles celebrar juegos y sacrificios de victoria ante los Griegos que habitaban la Sicilia si le hacía mostrarse guerrero digno de su linaje y de los medios que tenía. Dada la señal con la trompeta, después que con los dardos hubo retirado a los bárbaros, hizo arrimar las escalas, y fue el primero en subir al muro. Eran muchos los que le oponían resistencia; pero a unos los apartó y derribó de la muralla a entrambas partes, y de muchos, valiéndose de la espada, hizo un montón de muertos. No recibió, sin embargo, lesión alguna, y antes con su vista infundió terror a los enemigos, acreditando que Homero había hablado en razón y con experiencia cuando dijo: “Que de todas las virtudes sola la fortaleza tenía muchas veces ímpetus furiosos y en cierta manera sobrenaturales”. Tomada la ciudad, sacrificó al dios magníficamente, y dio espectáculos de toda especie de combates.