Estando pensando que respondería á los cosas que vuesamerced me pide, se me vinieron á la memoria aquellas inefables palabras, que á los pobres se dicen con lástima y á las mujeres con razón: No hay que dar. Señora mia, yo bien entendí que habia órdenes mendicantes, pero no niñas mendicantes sin orden. Para mí una mujer pedigüeña es lo propio que un tejedor. Quien me quisiere hacer casto, pídame algo. Y si el diablo es tan interesante como la carne, no dude vuesamerced que me procuraré salvar de puro miserable. ¿Es posible que no se persuadirán á creer que, si no es dando y no pidiendo, no pueden ser bienquistas? Miren qué cara les hace, un pobre hombre cuando oye: Dame, tráeme, cómprame, envia, muestra. Deje vuesamerced palabras mayores, y que en el duelo de la bolsa afrentan hasta el ánima. Estése quedo el pedir, y anden los billetes por alto; que yo ofrezco escribir más que el Tostado. Nuestro Señor la guarde á vuesamerced, aunque temo, que es tan enemiga de guardosos, que aun Dios no querrá que la guarde.