PERINOLA

PERINOLA

AL DOCTOR JUAN PEREZ DE MONTALBAN,

graduado no se sabe dónde; en lo qué, ni se sabe ni él lo sabe.

ESTANDO tres dias há unas doncellas hilando mil saltos á las castañetas, haciéndome andar á puntadedos, como á puntapiés, por entretenerse, un mancebito destos que les apunta la copla como el bozo, y les hierve lo culto como la sangre, entró diciendo: Aquí le traigo. Dejáronse todas en el bufetillo el saca hácia arriba, y acudieron al traigo, de daca arrancada; andaba el venga y el saque muy aprisa. El entonces sacando un libro recien encuadernado y regordete, y levantándole sobre la cabeza con meneos de sonajas y punta de folias, dijo:

—Para todos, Para todos. Una de las dijo:

—Para mí; otra:

—Para nosotras; otra dijo:

—¿Es la seguidilla

Para todos alegre,

Para mí triste?

El mozuelo, que las vió confusas, dijo:

—Este se llama Para lodos; adivinen qué será para todos. Una dueña (que con una cara de guitarra juntaba en tenaza la barba y la nariz, y estaba para enhebrar una aguja, dando de calabazadas en los párpados del ojo della, á una hebra de hilo con que pretendía, casamentera de trapajos, juntar de pizcas de camisa vieja una sábana) con una voz sin hueso y unas palabras mamadas á tabletazos de las encías, dijo:

—Si es para todos, será la muerte. Replicó el maldito mozuelo, que andaba revoloteando con el libro:

—No es la muerte. Una bermejuela abuchornada de rizos, y con más colores que barba teñida, dijo:

—Va sé lo que es, venga el libro. Si es para todos, él es el Bien que viniere; así lo dice la empuñadura de las consejas:

Erase que se era,

Que en hora buena sea,

El bien que viniere

Para todos sea.

Todos celebraban el donaire de la azofarada, cuando con bien enlutada hermosura, una pelinegra, que se servia de la contradicción de su propia blancura, con ojos de rúa, vestidos de negro (que las niñas de color miran de camino), volviendo la cara con reposo de aguileña y gracia de fea, dijo:

—Libro que es para todos guárdele; que el autor, sea quien fuere, confiesa que es obra vulgar y bazofia; porque universalmente para encarecer el primor de una cosa buena se dice que no es para todos; y por la misma razón, siendo para todos, es bodegon y olla de mondongo. Guarde su libro, que yo quiero cosa que sea para pocos, porque las tales son muchos menos los que las saben hacer.

El don Blas (que así se llamaba el que le trujo) replicó, dando un sopapo con el libro en el bufetillo, y tapándome á mí el saca, y enterrándome en volumen:

—Acertó vuesamerced como si le hubiera leido; ahí tienen el libro

Para todos, del doctor

Juan Perez de Montalban,

que el nombre es verso y copla.

—Eso, dijo la pelijudas, ¿es uno que fué muchos años retacillo de Lope de Vega, que de cercenaduras de sus comedias se sustentaba, hasta que dió en escribir media con limpio (poeta de la calle de los Negros), juntándose con otros para hacer pasos á escote? ¿un estudiantillo de encaje de lechuza, hijo de un librero de Alcalá?

—Ese propio, respondió don Blas. Y por hacerse copia de Lope de Vega, se ordenó; y sin duda presto se echará el frey, por no quitarle pizca. Mízose doctor por equivocarse con Mescua, y está graduado por el mérito del camino; y por no echar más dinero á mal, no trujo graduada la milla de alquiler. A este pues llaman Hominicaco, por lo chico y por los hurtos, porque se averiguó que aruñó una comedia entera á Villaizan; y el primero testigo mayor de toda excepción fué lo que habia escrito ántes y lo que escribió despues. Y ahora para enmendallo y ostentar suficiencia, ha hecho este libro, que intitula Para todos: en él hay novelas, autos sacramentales, sátiras, declaración de la misa, comedias, instrucción de predicadores, almanaques, reportorios, lunarios, amores y cuestiones teólogas; junta los santos á los bergantes; cita batidos los idiotas y los filósofos, los chaconeros y los padres de la Iglesia; alaba al autor de la Naqueracuza, como al de la ILiada ó Eneida; celebra al autor de los tórligos, mórligos, tirigimorios, chinchirrimallos, turigurigallos, mucho más que al del Pimandro, y con palabras que aun le arrastraran á Aristóteles. De manera que este no es libro, sino coche de Alcalá á Madrid, donde se embuten y van juntos, dándose hombro con hombro, una vieja, una niña, y la buscona, y el tratante, y el corchete, y la trapajosa y el capigorrón con el fraile.

« El Doctor es azúcar de retama, donde son más las pajas, los palos, las moscas muertas, la basura y el estiércol que lo dulce. El pobre en lo que escribe parece hombre que pelea de tejado, que tira cuanto se topa con la furia: el vidrio quebrado, los cascos de la olla, las calzas viejas, el estropajo y la urraca muerta. ¡Pues ver las márgenes verbeneando de autores, que parecen propiamente márgenes de laguna, donde se junta la ortiga y el romero y la juncia y la adelfa! Allí se ve junto á Séneca con Barbadillo, Roa con Plutarco, Porreño con santo Tomás, Luquillas con Avicena; Benavente, diciendo á Quintiliano que se haga allá á puras matracas, que no cabe y no le deja á puros burungóngorros, móngorros, chóngorros, lugar para media declamación. Este no es loco, que es poco, es una casa de locos; porque ha hecho un libro podrido, como olla, y atestádole de cuantas legumbres, bazofias, cachivaches, tronchos y chucherías ha hallado por las plazas y tiendas de aceite y vinagre, tabernas y despensas. Y lo más gracioso es, que los autores citados están en las márgenes como vendidos, sin saber qué hacen allí; porque los de historia están en lo que ha trasladado de los almanaques, y los teólogos en los que escribe de guerras, y los filósofos en la teología; y es tal el baturrillo de citas perpetuas, que se echa de ver por letor de moño, que el autor no hizo sino trasladar la memoria de todos los libros que ha vendido su padre, y soltado chorretadas dellos á trochemoche por aquellas márgenes, caiga donde cayere. Cita á Godinez, y no á san Benito; y no le cita delante de Dios, sino con la misma ponderación que pudiera al gran Filón judío ó á León hebreo; mas esto le perdono porque lo merece el ingenio del Doctor, que también es dotor y creo que son deudos. Con todo eso, le hace un agravio: que da el principado en los autos á Valdivielso; y como que todo lo ha escrito bien el Godinez, ha salido en algunos autos mucho, y es más señalado por los autos que todos.

« Escribe la creación del mundo, y declara la obra de los siete dias; lo cierto es que para dar buenos dias no se han de dar los que él escribe: porque ha sido tal, que todo lo que Dios hizo en siete dias, y vio que era bueno, él en siete dias lo ha querido destruir y mostrar que era malo. ¿En qué alforja de pobre se ve rán juntas tales cosas como en cada dia destos se leen? Todos los hizo mártes y aciagos; parece propiamente el entremés del Hablador y una vaya de mozos de muías y segadores.

« Pues ¿á quien no quiebra el corazon velle decir que el mejor pontífice es el Papa, y el mayor rey el de España; y trinchar el refrancico, de los pescados el mero, de las carnes el carnero, de las aves la perdiz, en tres tarazones, y hacer dél tres capítulos? Dice (rara cosa y recóndita) que el oro es el mejor metal, que el Paraíso es el mejor de los jardines, que el león es el mejor de los animales, y aquí rucia de poetas del Agonal de Pellicer, solo para que se lean muchas letricas mayúsculas. Dice que de los sepulcros es el mejor el de Cristo: ¡qué de estudio le debió de costar esta conclusión! De los trajes dice que es el más majestuoso el que está labrado todo de oro. Y para ver en qué rumbo de la casa de los locos tiene este autor la cabeza, no hay más que ver que, tratando de los mares, dice que el mayor es el Mediterráneo; y para aderezarlo dice que al Mediterráneo llaman el mar grande. Pues la cazuela que bate de vientos, juntando los nombres de la marinería océana con la mediterránea, los griegos con los latinos, y con estos los de los gañanes, no es posible creerla. Dice que de las horas del dia la más venturosa es la de la media noche, porque en ella nació el Salvador; y luego dice que de los meses el más celebrado es el de marzo, y acógese á Moisen y á los hebreos, cuya festividad fué sombra y cesó; pudiendo por la misma razón de la mejor hora, decir que es el más celebrado en el que nació el mismo Salvador.

«Aparte, en la conclusión de los amores (en que nombra un varraco antiguo y un moderno entre alguna gente honrada), prefiriendo á todos el amor de Jacob y Raquel, cita á Felipe de Godinez, y le llama excelentísimo predicador y teólogo; y siendo cosa del Testamento Viejo no cita á otro autor.

« En la conclusión 24 dice nuestro dotor, que de los santos es el mayor san Juan Baptista, porque Dios le llama el mayor entre los nacidos; y el dotor muestra en esto que no sabe leer, porque el texto sagrado no dice inter natos mulierum majar est Joannes, ántes dice, non est majar, ninguno mayor; y es grande la diferencia; porque el que es mayor no admite igual, y el que no hay otro mayor que él, puede tener muchos iguales. El autor es pretendiente de Antecristo, por los locutorios á ratos; ama mucho y sabe poco. Yo le perdono, y afirmo que estas conclusiones son hermanas de habilidad como de leche de las profecías de Pedro Grullo.

« Mas lo que hará perecer de risa al propio don Pascual, es que en el dia cuarto, folio 155, página 2.a, tratando de las yerbas que curan los maleficios, conficionándolas, acaba con estas palabras: el hipericon, y el azufre, y otras yerbas. Yo no sé qué hortelano de los infiernos consultó, que le dijo que el azufre era yerba; y luego cita el poema de Santiago el Verde, y á Rodiginio y Plinio: concertáme esos azufres y esos verdes.

« Pues no le fué mejor á nuestro dotor en la declaración de la misa, pues en el folio 72, plana 2.a, dice con inescrutable ignorancia: El levantar los ojos al cielo es una imitación de Cristo, cuya persona representa el sacerdote; pues es cierto que quien los levantó para resucitar á Lázaro, también los levantaría para convertir el pan y el vino en su cuerpo y sangre. Que este buen dotor, que dice que borra (y se ve que borra, porque no se ve sino borra y más borra), no borrase esto, no me espanto; mas que los que le aprobaron, en cosa tan importante no supiesen que allí no se habia de decir que los levantaría, sino afirmativamente que los levantó en la institución del Santísimo Sacramento, es lo que se debe admirar; y es tal el autor que lo dice cada dia, y no lo entendió en este Segundo dia, que ha sido nublado como los demás. Y pudiera Valdivielso borrar esto y fuera de mejor seso que escrebir una aprobación muy estudiada de tíquis miquis, tan graciosamente como decir estas palabras en su aprobación: Y el doctor Montalban, con desembarazo bienhechor en beneficio comun, á lo sol, se da á todos; cláusula de las oraciones de Alceo. Mas miremos por la honra de Alceo, que él no llegara á decir haciéndose de todas las cosas para todos, como, á diferentes luces, de sí mismo lo dijo el sagrado doctor de las gentes. Caro le cuesta al buen Valdivielso el pagar á Montanbanco, el citarle y darle margen de aposento: y si él viera que está citado con los propios requisitos Roa, Orejuela, Barbadillo, Jáuregui, Quintana, Pellicer, Blasillo, y otros tales autores, él mirara lo que aprobaba y lo que decia.

« No toco en la aprobación del padre Niseno, que se está lastimando de que el autor le sacase el Soneto, de la celda á pública plaza; que á persona que escribe contrapuntos predicables, sacarle sonetos en libro de tabaola, es burla pesada. Solo advierto que su paternidad afectó poner todos los autores que escribieron misceláneas, antigüedades y varias lecciones; y porque para poner veinte y tres cabales, vió que le faltaba uno, hizo de uno dos, citando con sus comas en medio: « Ficinios, Marsilios; » y ello de verdad fué un mismo autor que se llamó Marsilio Ficino. Harto fué conoscelle, habiéndole vuelto lo de atrás adelante; y poniendo á Lipsio ó á Meursio, pudiera llegarlos á veinte y tres autores, sin trinchar á este. Mas su paternidad no pagó el verse citado, á ménos precio (perdone nuestra amistad) que Valdivielso. Mas huélgome que va con tantos y más elogios el doctor Felipe de Godinez, y que hormiguea de letra menuda en las márgenes; y no aprobó, ni le cuesta locura alguna.

« Una cosa ha hecho bien honrada el Juan Perez (así se llamaba Pablillos el bobo de la comedia, y por eso se añadió el Montalban por contera, y el doctor por empuñadura): que ha honrado á los libreros cuanto ha podido; porque en la Introducción á la semana pone don y hace caballero á un Francisco de Bonilla, á contemplacion de un librero de Zaragoza. Y dirigiendo los Días á tan grandes personas y á tan discretos caballeros como al señor duque de Medina de las Torres, al gran condestable de Castilla, al señor don Luis de Maro (primogénito del marques del Carpió, y por sus partes, estudios, cordura y humanidad, ejemplo raro, poco imitado, si bien reverenciado y conoscido del mundo por idea de los que tienen tan esclarecida sangre), y al conde de Villafranca, y al conde de Puñonrostro, y al secretario Huerta, y al retor del Hospital general don Francisco de Torres,—dirige el Indice á don Juan de Vidarte, hijo de Vidarte, librero navarro, que vivió y conoscímos todos en la calle Mayor, hombre harto virtuoso y de verdad, y el hijo dado á estudios y poesías diferentes.

« Pero ¡oh inmenso Dios! ¿quién bastará á ponderar el intento con que el doctor Montanbanco amasó este libro Para todos? brevemente lo diré. Pues fué solamente para decir mal, con todas sus muelas, de Villaizan; y sin acordarse de la tienda, de su padre y los antecesores de la tienda, cargar la sátira sobre la botica, y examinar cuál es más calidad y mejor; sin acordarse del macear el papel y el cortarle, y el engrudo y las correas, y que es sastre de libros y encolador y zapatero de volúmenes; y que es más noble y más importante servir á la república en la salud que en el escándalo: porque su buen padre ha sido mesonero de comedias, novelas, chaconas y romances, y no ha vendido cosa que no haya sido la sedición de las buenas costumbres: Y no admite respuesta lo que diré ahora (tráguelo el Doctor y reviente con ello), que el librero es meramente mecánico: porque no es forzoso que el librero sepa nada de los libros que vende, ni de las sciencias necesita, sino de coser bien y engrudar y estirar las pieles y cabecear y regatear; y el boticario es forzoso que sea latino, que sepa la filosofía y el arte nobilísima de componer los remedios; y en él está depositada toda la legalidad de la medicina y todo el arte y sciencia; y yo he visto en Madrid boticarios examinados curar, y en Alcalá salir de boticarios para catedráticos. Y para ser librero no sé que sea menester más que lo dicho, y no tienen exámen ni cosa que no sea común con hormas y cerote por razón del oficio. Y pudiera el doctor dejar la botica, siquiera porque hay en su libro de todo como en botica, y su padre vende sus novelas pesadas, y y El coche de Madrid y El mesón del mundo, y este libro suyo y infinitos de comedias, que son récipes para purgar las virtudes y echarlas de los cuerpos con todos los bienes; y los boticarios venden récipes para purgar los malos humores y otros males. Y cuando le nombra en el índice de los ingenios, por decirle algo de la botica, dice que sus obras saben al maná; pero sin temer que el Villaizan podia, si fuera como el doctor, con mayor agudeza decir: Montalban, el maná mejor es venderle en poblado, que cogerle en el desierto. Pero Villaizan tiene diferente lengua: ya se conoce su pluma, ya se ha visto; harto bien me ha parecido á mí que no haya aplicádose á estas malicias, y que desprecie tales vilezas.

« Y hace cuerdamente en dejarlo, porque yo creo que el Consejo recogerá el libro por escandaloso y lleno de sátiras y vicios, y el Santo Oficio porque mezcla con desvergüenza lo sagrado con lo profano, como no se ha visto jamás. Y si se da en el chiste á una novela que algunos han descifrado ya, creo que se escapará por ser sacerdote, pero que el libro irá con el de Pantaleon, por el mismo intento, en peores cifras. Mas díganlo otros, que el Perez no ha de perder por mí; aunque no me ha metido entre los ingenios, habiendo yo escrito dos villancicos, y teniendo más há de diez años firme propósito de hacer una comedia, y habiéndome honrado frey Lope de Vega en el Laurel de Apolo y en la Jerusalen.Muy bien pudiera el Doctor alabar mi comedia en profecía, como hace de otros, en el cartapel de ingenios. Pero yo se lo perdono porque Dios me perdone.

« Pasemos á tomar aliento en las comedias. La De un castigo dos venganzas, bien se sabe que no fué suya otra cosa sino aquella disoluta y desvergonzada acción de aquella mujer infernal.

« En la del señor rey don Felipe II, que llama El segundo Séneca, el pobrecito librero (nacido entre daca y toma de la tienda, y criado en tanto más cuanto, y crecido entre regateos y encuadernaciones) trató aquella historia llena de majestad y admiración, tan graciosamente como verán vuesas mercedes. Habla en la primera jornada de una dama que cerraba un papel, y en una décima dice:

¿No la ves poner la nema

A un papel, que en el color

El papel y el resplandor

De la mano en un nivel

Se miran? pues ella y él

Parecen, vistos de plano,

El, papel de aquella mano,

Y ella, mano de papel.

—Visto de plaw dijo la bermejuela, es cosa de ciegos, como cristiana, manada y falacia. ¡Pues bien considerado, una mano que parece mano de papel será muy notable, compuesta de pliegos en lugar de dedos! Ese poetilla hasta en los concetos gasta de su tienda. La pelinegra con hermosa melancolía y habla descansada dijo:

—El retruécano hiede á

Verde y flores que prometen

Verde y florida esperanza;

y no es el primero que hizo esos revoltillos; que yo me acuerdo de haber leido en una comedia del Sastre de Toledo, esta copla al pelo de una dama:

Si de aquese pelo apelo

Policano, vendré á ser

La piel del diablo, Riselo;

Y pues tercio en tu querer,

Quiero ser tu terciopelo.

Infórmese vuesamerced si la mano de papel era de las de costera, que así las ha vendido su padre.

—«¡Desto se espantan? dijo el hablador. Pues la segunda jornada la empieza don Cristóbal de Mora y Alvaro, criado, y dice:

Alvaro. ¡Murió Santoyo!

Don Cristóbal. A todos ha pesado.

Alvaro. ¡Quísole bien el Rey!

Don Cristóbal. Su amigo era.

Hombre que dice que el Rey era amigo de Santoyo, siendo aquella majestad que saben todos, y Santoyo su ayuda de cámara; si borra, ¿cómo deja esto así? ¿Para cuándo guarda los borrones? La vieja, que oyó decir Santoyo y murió, asiendo del Santo, dijo con la voz oleada:

—Cuando murió ese bendito Santo ¿se tocaron las campanas? Cosa que se rió á gestos entre todos, porque la vieja no se corriese.

—Pues ¿qué dirán vuesas mercedes desta coplita dijo el que trujo el libro)? y la dice don Juan de Austria, que no la dijera el diablo:

Y un amor para ser cuerdo,

Solamente ha de saberle

Dios, el galan y la dama,

Que callan cuando se ofrece.

¿Puédese creer que un doctor y clérico y Juan Perez y Montalban ó Montalbanco (que todo monta) juntase en callar los amores, á Dios con la dama y con el galan? La aguileña, acostando la vista en lo dormido de los ojos, dijo:

—Eso no se ha de borrar sino con un carbón del brasero del Santo Oficio. Acuérdome que aprobó el libro uno que llaman Xiseno; y pues aprobó esto, llámese Ni-sé; y el está de repuesto al cabo para remudar el niy llamarse No-sé. Prosiguió el maldito diciendo:

—Pues luego reprehendiendo el Rey á su hijo, le dice:

Yo tengo pocas razones,

Pero tengo muchas manos.

Eso es modo de hablar de mozuelo que se aporrea en la esgrima. ¡Y esto se representó, y lo oyeron á falta de silbos, que fuera mejor oirlos con su séquito de cencerros, y métete? ¡Eso nos trae para entretenimiento?

—Oye: ¿sabe qué ha de hacer, si quiere que ese libro luzca y haga ruido? véndale para cohetes, que no tiene otro remedio. Y no le venda á los especieros tenderos, que si en él envuelven las especias, de andar con malas compañías, echarán á perder las ollas; y si se hacen cartones, se hallarán los pechos mejor con zaratanes que con ellos. El acusador dijo:

—Pues esto no es nada, para ver en respuesta desto al príncipe don Cárlos (á quien pinta furioso y temerario) acabar sus desgarros en concetos de alma de auto, convertida, diciendo:

Llegar si pudiese á ver

Las torres, los muros altos

De aquella ciudad, adonde

El Cordero inmaculado

Fue pastor, siendo cordero,

Y le sirvió su cayado

De arrimo, aunque doloroso,

Pues le rasgó piés y manos.

Aquí con semblante de Dios le perdone, la dueñecita pujó un suspiro; y la bermeja, cumpliendo con las rabias de su pelo, dijo el tate, tate (que ya no se usa), y añadió:

—No quiero oir más de las comedias de aqueste doctor; solo pido se llame Juan Perez de la Encina, y quédese lo Montalban para Reinaldos.

—Si así son las novelas (dijo la pelinegra, bien enlutadas las maravillas de su cara, y rizada una noche en sus cabellos, en quien las propias tinieblas de la color sostituian estrellas), más quiero Peñas que Montan Perez.

—Las novelas (dijo el escorpion de don Blas) que digo, no son ni fábulas, ni comedias, ni consejas, ni novelas, ni si-velas, ni candiles, con ser tan sucios; no tienen piés ni cabeza. La de Al cabo de los años mil es tal que el cantarcico estuviera mejor en Peralvillo que en ella, rehilándola; y ha jurado de sacar las aguas de su segundo verso, porque volviendo por do solian ir, no se enturbien en el cieno de la novela. El lenguaje, de cansado, jadea; los discursos son tahona, que muelen como bestias; no cuento las impropiedades, porque son tantas como los dislates; el suceso, si así le tiene el autor, no acabará en bien. Y para agravarlas más, las hizo tan largas como pesadas, con poco temor y reverencia de las que imprimió el ingeniosísimo Miguel de Cervantes.

Mas la nata de las locuras de la calabaza del autor está en su punto en una canción que escribe y embute en ella al cerro que corona el santuario de nuestra Señora de Monserrate. Dice en el principio y al fin el Perez que la escribió muy de mañana; y quien á tales disparates madruga, bien muestra que en la cabeza no tiene quien le guarde el sueño ni el seso. Pintando la altura de Monserrate, escribe:

Porque tan alto está, tan levantado,

Que desde los extremos de su cumbre,

Por tema ó por costumbre,

A la ciudad del frió

Parece que el rocío

Antes quiere chupar que caiga al suelo;

Y despues escalando el cuarto cielo,

Porque el primer lugar halló muy frió,

Empina la garganta macilenta,

Y d la región del fuego se calienta.

En la márgcn desta astrología meteórica habia de citar á Jigorro y á Pollo Crudo: porque decir que el cerro dé Monserrate escala el cuarto cielo (que es el del sol, en todo lunario y almanaque, sin que haya cosa en contrario); y que por templar la frialdad que allí habia, empinó la garganta para calentarse en la región del fuego (que, segun Aristóteles, está en infinita distancia más abajo del cóncavo de la luna),—es cosa insoportable; debiendo decir que derribó el gaznate, pues lo baja él tanto, y fué tan de mañana cuando describió este Monserrate el buen Montalban. Que dijo dos veces frió, en un mismo sentido; que si aun el primer frió fuera frió, por frió, nombre, y el segundo verbo freir, ¿era decente? Luego, sin poderse restañar las locuras, dice:

Un risco que la mira con capote,

Quizá enfadado, por si acaso piensa...

Acordóse del chiste, Miróme con capotillo. Pues las voces quizá y quizás y plegue y pluguiera, son de las que la escoba barre de los escritos que no son de Boceguillas. Y aquel piensa es una traslación muy garrida entre cerros, riscos y arroyos: porque ¿quién ha visto que los riscos piensen? Luego dice:

Aquí le sirve una robusta peña

De tajador á un lobo que arrogante

Quitó á la madre un recental del pecho;

Y en las alforzas de la inculta breña,

Siendo su boca el plato y el trinchante,

Le traga sin mascar, á su despecho.

Esa propiedad es grande, que como llaman al lobo carnicero, le da tajón oculto, que no habia menester, tragándose sin mascar al pobre cordero. Mas al fin él es dotor del rastro, como canónigo mendicante de los desolladores. ¡Pues la clausulita de la boca y plato y trinchante tiene mil donaires! Y el buen Perez doctor pone aquí un aparador de lobos hecho y derecho, con tajón, plato y trinchante; que si se da traslado á los maestresalas que de junta al lobo trinchante con tajón, le ha de trinchar el grado. Luego dice:

Y allí desde un repecho,

Que quiso ser peñasco,

Vestido de damasco,

Baja el lagarto que la cola ondea;

Y como arroyo verde se pasea,

Azotando las matas de un carrasco,

Hasta que el silbo de su dama escucha,

Corriendo en poco saltó tierra mucha.

Lo primero, este dotor sabe el intento de los repechos, pues sabe que este quiso ser peñasco (que es mucho saber); y luego viste al lagarto de damasco, y no de tabí ni de terciopelo. Mas esto el lagarto se lo ha de agradecer al peñasco, porque si el verso dijera:

Y allí desde un repecho,

Que pretendió ser peña,

dice forzosamente:

Vestido de estameña;

que el consonante hace el gasto á los poetas para estos vestidos. ¡De buena se escapó el lagarto! Pues el pasearse como arroyo verde es ingenioso, no habiendo arroyo verde en el mundo; si él se acuerda de

Rio verde, rio verde,

Mas negro vas que la tinta,

lo acierta, y escribe:

Y como Rio verde se pasea;

y pone á la márgen: Granada, insigne doctor y poeta heroico, cómico y lírico; y allá va con los demás citados. Pues consideren los doctos en lagartos este lagarto que se pasea azotando las ramas de un carrasco, que es un árbol alto, y verán como el autor es un cascabel (no en cogerlos, como el que vimos en Madrid, sino en pintarlos). Y llamar dama á la culebra ó lagarta es cosa para que los mismos lagartos se mueran de risa. Acaba con este verso:

Corriendo cu poco saltó tierra mucha.

Y demás de ser esto imposible, no se entiende poco ni mucho. Luego, hablando de una pelea de toros, dice:

De marfil los estoques retorcidos.

Marfil llama el cuerno, sin dejar su derecho á salvo á los tinteros y cabos de cuchillos; y estoques retorcídos, siendo eso siempre de los alfanjes, y nunca de los estoques. Pasa adelante el doctor con su canción, y dice:

Hasta que con el miedo se reprimen

De una tigre bordada, que arrogante

De su cueva salió para montante.

El Dotor no está graduado en tigres, á lo que parece, pues ignora que en Monserrate no se crian tigres ni se han criado jamás. No me meto en que, llamándola todos los poetas manchada, el Doctor la llame bordada (y quédese el Perez por sacamanchas de tigres); pero hacer á la tigre maestro de esgrima y dalle montante, es todo cuanto se puede desatinar en buena tigresía. No bien dejó la tigre con su montante, cuando dió tras las abejas con tratamiento de oso; y pintando su solicitud, y cómo y de qué trabajan, dice:

A las novicias muestra

Cómo han de hacer la carga;

Ya de la flor amarga,

Ya de la vid y ya de la lenteja

Fabrica los panales la más vieja.

La maldita vieja tuvo la culpa de una cosa tan infame como fabricar miel de la lanteja, que es miel triste y para la cuaresma; que si es moza escribe:

Ya de la vid y ya de toda broza

Fabrica los panales la más moza.

Y siendo el romero el mejor material de la miel, lo trocó aquella infernal vieja en lanteja; esta vieja debia de tener algo con Esaú, pues se le parece en el trueco. Prosigue el doctor colmenero (como oso):

Preside el rey, la cera se descuelga,

La miel huele á tomillo, y nadie huelga.

Aquí, segun lo que ha escrito y los materiales que ha dado, habia de decir:

La miel huele á lenteja y nadie huelga,

porque no ha tomado el autor ni la abeja el tomillo en la boca. Y el nadie huelga se entiende de las abejas y de los letores de las y de toda la canción: porque el peñasco dice que está con pesadumbre y con capote, el cerro arrufaldado, un rio atollado en el mar, el lobo trinchando en el tajón, los toros con los estoques retorcidos abrasándose vivos, la tigre con el montante, la miel con la lanteja, la vieja fabricando pañales. Así está impreso. Mas yo, que no soy amigo de calumnias, digo que sin duda dijo el autor panales, sino como el impresor vió escrito con tan donosa energía, y nadie huelga, dijo: si nadie huelga, trabaje esta n que dice panales; y echóle una tilde á cuestas, hízola trabajar, y dijo pañales. No apruebo yo andar acusando erratas, ni soy de los letores achaqueros á fuer de Mesta, cuando las locuras se escriben á cántaros y á borbollones. Bien pudiera yo haber preguntado dónde en la pintura de la cigüeña dijo en esta canción:

DA calor la cigüeña á cuatro huevos;

¿por qué no dijo á cinco ó á seis huevos? Mas ya he dicho que no soy amigo de calumnias, ni quiero que me respondan que no le perdono una tilde donde hay cosas como estas:

Allí un marchito valle deste yermo,

Seco de sed, por mil abiertas bocas

Agua pide á las peñas y los riscos;

Y aquí viene á regarle un monje enfermo,

Si bien á tanta sed son gotas pocas,

Pues no hay para mojar cuatro lentiscos.

Ya considero á vuesas mercedes con cuidado de saber de qué mal estaba enfermo este monje, si de catarro ó tercianas, ó jaqueca; y lo cierto es que estaba enfermo de yermo y de monje. Muchas gracias á Dios, que si el Doctor se halla más á mano desierto que yermo, le mata y dice:

Aquí viene á regarle un monje muerto;

y fuera cosa de ver regar á un monje muerto. Y sin haber dicho con qué regaba ni con qué nó, dice:

Si bien á tanta sed son gotas pocas.

Presupónese las de la regadera ó cántaro ó herrada ó puchero; y nadie se espante que al monje enfermo le atribuya gotas pocas, que como es doctor, nivela el pulso. También son cuatro los lentiscos como los huevos; él es poeta de la cuatro, y ya van d cuatro! y no hay para él ni tres ni cinco. Luego dice:

Los rosales (ariscos

Por sus pardas espinas)

Para las clavellinas,

Que están en embrión ruegan al monje

Que por los piés la tierra les esponje;

Y él atento á las voces campesinas...

Diera un ojo de la cara por ver rogar á los rosales, que fuera cosa muy de ver y oir aquellas voces campesinas, que deben de ser notables. Y Por cerrar con ave oro escribe el Doctor:

Al ruido de la música y la fiesta

Un ermitaño se levanta inquieto.

¿Quién fuiste tú que tal dijiste, que se levantaba inquieto un ermitaño? En oyéndolo se espeluzaron de miedo los toros, y la cigüeña, y el lagarto, y el capote, y los huevos, y la tigre, y la lenteja, y la vieja, y el monje enfermo. Y el acabar no hay más qué decir: despues de todo lo dicho, acaba con este verso:

Aquesto es Monserrate, cuanto al monte.

—De manera, dijo la bermejuela, que Monserrate cuanto al monte es capote, cigüeña, rio atollado, cuatro lentiscos, cuatro huevos, lagarto de damasco, lobo con tajón y trinchante, toros con estoques de marfil, tigre con montante, rogativa de rosales, monje enfermo, ermitaño inquieto, lanteja y vieja. Váyase el doctor noramala y eche á perder el monte de Torozos, y no á Monserrate, que aun esas sabandijas él tendrá asco de tenellas.

¿Y escribió otras novelas aquí?

—Otras dos, dijo don Blas: El paLacio encantado y El Piadoso bandolero. Y cada una es peor que la otra; y siempre hay peor en la que es peor, si se vuelve á leer.

—Pues yo no quiero desencantar ese palacio, que el Doctor le habrá hecho caballeriza, dijo la pelinegra. Y porque ese bandolero cumpla su palabra y sea piadoso, no quiero leerle; que si le leo, siendo tan cruel y tan pesado, me matará.

—En los autos (dijo la dueña) no habrá nada; que, como son sacramentales, es fuerza que estén aprobados dos veces, una para representarlos, otra para imprimirlos.

—¿Cómo que no habrá nada? dijo don Blas. No hay nada que no sea execrable, indecente y escandaloso; son tales, que no digo que los censuro, sino que los delato.

Lo primero, en el auto del Polifemo hay una novedad: que hasta agora habia diablo cojuelo solamente, y ahora hay diablo tuerto con solo un ojo, porque Polifemo es el diablo. No cabria un cabello entre el oir diablo y clamorear la vieja con las quijadas un arredro vayas. Y prosiguiendo don Blas, dijo: por ir con la fábula, hace á Cristo Ulíses. Esta no es alegoría sino algarabía; no hiciera cosa tan mal sonante ni indecente un moro buñolero: porque la persona de Cristo no se ha de significar por un hombre que los propios gentiles idólatras le llamaron engañador, embustero y mentiroso. Ya se ve en Hornero que repetidamente le nombra lleno de engaños y engañador; y en Sófocles, Minerva le llama cazador de chismes y embustes y instruido en astucias. Virgilio le llamó duro,

aut duri miles Ulixi;

y ninguno le trata de otra suerte. Pues ¿cómo dejará de merecer un tapaboca de tinta perpetuo quien la persona de Cristo nuestro Señor, que por santa y por verdadera y por clemente, y por todo es incomparable con otro hombre ni con otro santo ni con criatura alguna, la viste y ajusta á un hombre embustero, de la misma gentilidad conocido por la astucia? Que es por lo que era ajustado para diablo mucho más que Polifemo: porque de Ulíses se dice la misma palabra que del demonio: Serpens eral callidior, era serpiente astuta; y de Ulíses se dice la misma palabra callidior. Pues ¿como será Ulíses representación de Cristo con los atributos y propiedades del diablo? Y es lo peor que dice Polifemo ó Polidiablo estas palabras:

Se recogió con los suyos

A la parte más secreta

De la cueva, y prometió

Hacer de su sangre mesma

Un vino, con cuyo olor

Antes de probar su fuerza

Me perturbó los sentidos.

Esto está vuelto del revés en un misterio tan grande, porque es de fe indubitable que en el Sacramento el vino se vuelve en sangre de Cristo, y no la sangre en vino; porque allí hay sangre y no vino, y Cristo propio dijo que era aquel cáliz de su sangre, y también dijo: Qui manducameam carnem et bibit meum sanguinem, «quien come mi carne y bebe mi sangre,» y no dijo quien come mi pan y bebe mi vino. Y en estas materias todo lo que se ha de hablar ha de ser con las mismas palabras que habló Cristo nuestro Señor, sin quitar ni poner nada. Y lo más execrable y endemoniado es, que más abajo dice el Dotor estos versos:

Dime, ántes que me duerma,

Tu nombre; dime ¿quién eres?

Y él entónces con cautela:

Yo soy yo mismo, me dijo.

Pues aunque vuesas mercedes no son Niseno ni Valdivielso, miren si aprobaran el decir el autor, de su propia sentencia (hablando de Cristo, á quien hace Ulíses), que Cristo dijo con cautela: Yo soy. Esto es calumnia de los escribas y fariseos (á que respondió Cristo: Ego palam locutus sum; Yo he hablado en público; y en otra parte: Ego sum vía, veritas et vita; Yo soy camino, verdad y vida) y también es proposicion de los cristimástiges, en el libro blasfemo, que intitularon De tribus impostoribus mundi, que acabó quemado con sus autores en Alemania. Pues ¿cómo se ha de defender decir que Cristo habló con cautela; y pasar con dos aprobaciones, y la postrera de un teólogo y provincial tan grave?

La bermeja se estaba de admiración cruzando la cara de santiguaduras, y dijo:

—¡Buena cosa nos ha traído vuesamerced! Ese auto del Corpus, harto será que no sea de inquisición presto.

—Pues no se enmendó en el de Escanderbech, replicó don Blas; que sin duda se le subieron los desatinos á la cabeza, que el doctor en cuanto escribe se toma de las necedades como del vino. Miren qué coplas estas:

De la sangre que me dió

Su cuerpo, envidias sentía;

Porque aunque al Verbo se unia,

Parece que se inclinaba

Más al Dios que en mi miraba

Que al Dios que en su unión tenía.

Yo entónces (¡qué atrevimiento!)

A tocarle voy, y al punto

Veo que muda el difunto

De forma, no de elemento.

¿Habrá teólogo escolástico que se pueda averiguar con estas envidias que tenia el cuerpo de Cristo más al Dios que en él miraba, que al Dios que en su unión tenia? ¿Devanara alguno misterios tan divinos, sacramentos tan grandes, por tan mala parte? ¡Pues, decir que trocó de forma, y no de elemento! No se ha escrito jamás en tal materia la diferencia de forma y de elemento. Y sin poderse ir del desatino, prosigue con tales versos:

Porque en la cruz Hombre y Dios

No pudo crecer en sí;

Mas Dios, en la cruz y en mí

Es lo mismo, y eslo en dos.

No puede excederse Dios;

Mas Dios en mí aposentado,

Viene á estar multiplicado:

Pues es (visto á buena luz)

Una vez Dios en la cruz,

Dos veces Dios comulgado.

¿Qué terremotos de imaginaciones formará en los entendimientos de un oficialejo y de una mujercilla este Dios multiplicado, y este una vez Dios y dos veces Dios?

La aguileña dijo, arrufaldada de ademan:

—Dios se lo perdone á vuesamerced, que nos ha traido ese asco y ese escándalo encuadernado: por ninguna cosa quisiera haber incurrido en verle. Vuesamerced le desaparezca al instante, y no nos diga dél ninguna palabra.

El don Blas se le zabulló debajo del brazo y dijo:

—Pues no he de dejar de decir algo de la postrera parte del libro, que llama Indice ó catálogo de los ingenios de Madrid; hácele tan desconocido, que no hay cosa con que comparallo. Lo primero pone á trochemoche (como dicen) cuantos se topó en la basura y heces del ocio de todas partes del mundo, por naturales de Madrid; y junto á los obispos y predicadores pone á los locos de cadenas laureados con tronchos y cascabeles; á vagamundos, á idiotas, á los que no han escrito nada, y á los que piensan escribir, sean de donde fueren.

« A vivos que han escrito públicamente les quita la tercera parte de sus obras, como se vé en el licenciado Andrés de Tamayo, cirujano famoso y poeta excelentísimo, que escribió la comedia A la hambre no hay pan malo, y la de Ansí me lo quiero; y un poema heroico que anda de mano, suyo, del Embuste de doña Ana; y en su facultad en romance, los Delitos de la tienta; y Los entretenimientos de las hilas; y en latin un libro raro que se intitula Gladiator sive medicus: obras doctísimas y estupendas.

A Juan Baptista de Sosa, raro y ejemplar ingenio, que compite con Juan de Pina, aunque lo puso en su catálogo, le rapó á navaja todas las obras siguientes: un Diálogo del pescador y la caña y el Origen de las mayas de España; otro que se llamaba Antídoto al pronóstico nuevo; Consideraciones morales de las plagas de Egipto; Oración declarando por qué se dijo san Jorge, mata la araña, llena de antigüedad y erudición admirable.

« Quitó á don Josef Pellicer y Tobar, Salas, Abarca, Moneada, Sandoval y Rojas los cinco apellidos postreros, y todos estos volúmenes: en griego, el Tropó Gloutoon Diacoterio Philokérdes; en latin, Supplementum Livii; Historia infinita temporis atque aternitatis; Opus ante Christum adversus universos hujus mundi scriplores; Concordantiae discordantes; y en romance le usurpa un poema heroico de Joannes de Vigo; Observaciones árticas y antárticas de los poetas deste mundo y el otro; un libro admirable que llama Las recogidas, por ser todo de obras que andan sueltas sin ton ni sin són.

« Al falso doctor Pollo Crudo, insigne poeta, y á quien debe nuestra España los sonetos de treinta y cinco versos sin cola, le quitó lo más admirable de sus obras, como es la Vida del caballero sin escarpines; La endiablada detrás de la chimenea; y una Oración muy devota contra los duendes.

« A la señora doña Eugenia de Contreras le quita el comento que hizo sobre Iremos cantando las tres ánades, madre; y el Ansí me lo quiero.

« Al reverendísimo don Tomás Tamayo de Vargas le quita la Pegadomea y el Argentum farcimini, traducido despues in Vinculis Coronoe.

« No nombra en su libro al padre Estéban de Villaverde, de los clérigos menores, doctísimo varón y insigne predicador y natural de Madrid, que ha escrito un libro admirable que intitulaba Sermones para todo el ano.

« Al muy docto y muy elegante padre maestro Hortensio le cercena la oracion que hizo en verso y prosa en Salamanca á la majestad de Filipo III, y está impresa; y gran suma de poemas divinos y humanos, escritos divinamente.

« Al padre Juan Vélez Zabala, oráculo destos siglos, aunque le nombra, le calla el Comento sobre los profetas menores.

« A Juan Pablo Mártir Rizo le calla la Vida de Séneca, la Defensa contra el contagio en las calumnias de Flándes, la Vida de Mecenas, el Norte de Príncipes, todas impresas; y también la Vida del duque de Virón, de que debia acordarse el Doctor por la comedia que hizo deste libro.

« A don Francisco de Quevedo le usurpa el libro que llama Polilla de las repúblicas, y la Historia del año de 31.

« Al señor Gregorio López Madera calla muy doctos y severos escritos en derecho admirados de los jurisconsultos, eruditísimos tratados impresos, la obra grande de La Concepción de nuestra Señora, y muchas homilías de grande dotrina y sutileza.

« Al licenciado don Pedro de la Barrera, secretario que fué del Obispo de Oviedo, no le nombra, siendo gran teólogo, gran predicador y gran humanista, y habiendo escrito singulares tratados llenos de erudición y enseñanza.

« A Manuel Ponce le quita un discurso que intitula Crisol de la lengua castellana, un libro Del Genio; y otro, comentando algunos lugares difíciles de Virgilio.

« Pero despues se desquita, añadiendo obras á otros que ni se han visto ni se han oido. De manera que es abominable por lo que añade, por lo que quita, por lo que dice, por lo que calla.

—Cierre esa boca, dijeron los oyentes, y no nos rompa la cabeza; solo nos diga á qué precio se vende ese pelmazo de libro. El las respondió:

—A diez reales. Dijo la bermejuela:

—Pues múdele el título, y no le llame sino: Para el que le vende, diez reales. Más quiero perderlos en el lodo de la perinola que emplearlos en ese todos; váyase con esporton de necedades. Y diciendo y haciendo, le pusieron en la calle.

Hasta aquí, señor Doctor, es chisme de lo que pasó con aquel maldito y aquellas damas. Ahora entro yo, que por el todos, me toca á mí su libro y su título; y digo que si vuesamerced toma mi consejo, con ejecutar en su libro, con el TODO que tiene, el SACA y el TON y el deja, quedará que no haya más que pedir. Deje vuesamerced de alabarse de muy honrado y muy modesto; y deje de alabar la librería; y deje la botica; y deje de encarecer sus sonetos; y deje la Escritura Sagrada; y deje la teología, y deje las milicias; y deje las novelas para Cervantes; y las comedias á Lope, á Luis Vélez, á don Pedro Calderón y á otros; los dias á la semana; y la semana al Tasso, al Passer y al Rartás; y deje el almanak al almanak. Y saque de su libro las tres novelas, las tres comedias, los dos autos, el Indice, la semana, las conclusiones; saque los discursos historiales, militares y astrológicos; saque la taracea de sonetos y romances encajados sin propósito. Y por el pon, ponga las cotas infinitas de las márgenes, en casa de un armero.

Y con esto, el libro, sin nada, será Para todos; y yo se lo aconsejo, pues nos toca á todos: que yo, perinola, tengo también mi lodo en el rollo, como cada hijo de vecino.

Doctor, adiós; y advierta á mis letras, aplicadas á quien él es con toda verdad:

S. P. D. T.

Soy Poeta de Tienda.

El licenciado Libruno

Dicen que por varios modos

Hizo un libro Para todos,

No siendo para ninguno.

Al principio es importuno,

A la postre es almanaque,

Baturrillo y badulaque.

Y así suplico al poeta

Que en el libro no me meta,

Y si me metió me saque.

Oh Doctor, tú Para todos,

Entre el engrudo y la cola,

Es juego de perinola

Digno de otros mil apodos.

Pues en él de varios modos

Para idiotas y gabachos

Mezclas berzas con gazpachos,

Quítale el saca y el pon

Y el deja, y será peon

Para todos los muchachos.

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