Capitulo 20

Con los ojos bien abiertos y los oídos a la expectativa, llevando el revólver amartillado, comprobó que Poona mantenía la guardia y después llegó hasta la puerta de

bronce que ponía en comunicación a la pagoda con aquel tenebroso corredor.

Al llegar allí, se detuvo. Tal vez no le convenía in-. troducirse en aquella galería, de donde saliera el ser vestido de blanco semejante a un fantasma.

— ¡Yo, que no temblé frente a las más sanguinarias fieras de la India, no puedo detenerme por una aparición que no alcanzo a comprender…! -se dijo para darse valor.

Estaba por atravesar la puerta, cuando le pareció oír en la vasta galería un leve rumor.

Esta vez no era un susurro, sino verdadero sonido de pasos.

— ¿Otro espectro? -murmuró.

Alzó el revólver resuelto a disparar, pero una repentina sospecha le detuvo.

— ¿No será Indri? -se preguntó-. La detonación

debe haberse propagado por toda la pagoda… Retrocedió nuevamente, para distinguir mejor a la persona que se acercaba, y a la luz de la luna que iluminaba el templo, vio que un hombre armado salía de la galería.

— ¿Eres tú, Indri?

— Sí. .. ¿Fuiste tú quien hizo fuego?

— Sí. Disparé contra un hombre disfrazado de fantasma que salió de esta galería.

— ¿Lo mataste?

— Desapareció por una puerta secreta.

— ¿Y Poona?

— Está de guardia en su sitio.

— Aquí suceden cosas que hacen erizar los cabellos.

— ¿Viste también a alguien?

— No, pero oí rumores extraños que no sabría explicar.

— ¡Y dejaste a Bandhara! Durante tu ausencia podrían matarle. .. A estas horas los que le aprisionaron saben que hemos venido a libertarlo.

— Volvamos junto a él. Espero que lleguemos a tiempo..

Recorrieron rápidamente la galería sin encontrarse con ningún enemigo, subieron por la escalera, y entraron en la habitación iluminada por la lámpara que colgaba de la gigantesca estatua.

— ¡Bandhara! -llamó Toby ansiosamente.

— ¿Sahib? -contestó el pobre cornac con voz débil.

— ¿Sigues solo?

— Sí.

— ¿Nadie entró en tu celda?

— No, señor.

— Dentro de pocos minutos Permati volverá con los picos, y apenas hayamos liberado a Bandhara, nos iremos de aquí… No pienso volver a pisar esta pagoda. Me parece que regresan nuestros camaradas…

Toby’ se asomó por la escalera, y vio subir a Permati y Poona, llevando picos, precedidos por Sabras que les iluminaba el camino.

— ¡Por fin!

— Hemos reventado los caballos -contestó Permati.

— ¿Habéis encontrado a alguien en el camino?

— No, señor -contestó Sadras.

— Yo oí un disparo mientras montaba guardia en la cornisa -dijo Poona-. ¿Fuiste tú quien hizo fuego?

— Sí, involuntariamente -contestó Toby, que no quería atemorizar a sus hombres.

— Aquí tenemos picos capaces de demoler las rocas más duras -exclamó Permati-.

Veremos si las paredes resisten nuestro empeño.

Toby, que era el más vigoroso, dio el primer golpe levantando centenares de chispas.

— Detrás de este mármol hay un hueco -dijo-. Buena señal.

Al segundo golpe la losa se abrió de arriba abajo, Indri y Permati introdujeron las puntas de sus picos en la hendidura, y haciendo palanca se esforzaron por separarla, mientras el cazador continuaba golpeando con vigor. Repentinamente un trozo de la pared cedió, dejando una abertura capaz de dar-paso a un hombre.

— ¡Bandhara! -llamó Indri adelantando la lámpara-. ¿Puedes salir?

— Sí, patrón… Estoy muy débil, pero aún puedo caminar.

Indri apartó la lámpara, y el cornac, haciendo un esfuerzo supremo, apareció en la hendidura.

— Gracias patrón -murmuró-. Creía que no te volvería. a. ver más.

Toby saco, de uno de sus numerosos bolsillos un frasco, dando de beber al pobre hombre.

— Tengo muchas cosas que contar… -exclamó más tarde lo harás; ahora pensemos en huir -exclamó Indri.

— Sí, porque los encantadores de serpientes y demás hombres del faquir son muy numerosos y nos vencerían fácilmente.

— Apóyate en Permati y síguenos.

Bandhara se incorporó para obedecer, cuando en la escalera resonaron pasos precipitados.

Un momento después Poona y Sadras se precipitaban en la sala. Ambos estaban dominados por una viva agitación.

— ¿Qué ocurre? -preguntó Toby con ansiedad.

— Sahib -exclamó el montañés con voz quebrada-. Hemos oído que la puerta de bronce se cerraba.

— ¡Por mil tigres! -exclamó el cazador-. ¡Nos han encerrado!

En aquel momento oyeron en el corredor las notas de una flauta indígena.

Toby palideció intensamente. Recordaba haber oído aquella música cuando persiguiera al faquir en la selva.

— Es un encantador de serpientes, ¿verdad?

— ¡Sí! -contestaron al unísono Bandhara y el ex favorito del gicowar estremeciéndose.

— ¿Habrá serpientes en esta maldita pagoda?

La música entretanto continuaba, cada vez más dulce, más enervante pareciendo, sin embargo, no acercarse.

— Vamos a ver -dijo Indri arrancando la lámpara a Sadras-. Vosotros tomad los picos, todavía pueden sernos necesarios.

Se dirigieron hacia la gradería pero apenas habían bajado algunos escalones se detuvieron, mirándose espantados.

En el oscuro corredor se oían silbidos que se acercaban rápidamente.

— ¡Las serpientes! -exclamó Toby con voz sofocada-. Esos miserables nos lanzan en contra una legión de reptiles.

En efecto, la galería estaba llena de serpientes, gulabi, natas, cobras.

Excitados por la música, que ahora apresuraba su ritmo, aquellos reptiles avanzaban a través del corredor, retorciéndose, silbando y abriendo las fauces.

Había alrededor de doscientas.

— ¡Estamos perdidos! -exclamó Toby, retrocediendo-. Si esta música no cesa, los reptiles subirán hasta nosotros invadiendo la sala. ¡Ah! ¡Maldito encantador!

La música continuaba apresurándose, y los reptiles, cada vez más furiosos, avanzaban sin detenerse.

Toby y sus camaradas quemaron algunos cartuchos con escaso éxito. Los reptiles eran demasiados y se movían tan velozmente que hacían casi imposible apuntar, especialmente con armas cortas.

— Cuidemos las municiones -dijo repentinamente Toby-. Se tornan demasiado preciosas… Si pudiéramos hacer una barricada en la arcada, detendríamos la marcha de esos reptiles.

— Pero es que podemos hacerla, sahib -exclamó Sadras.

— ¿Cómo?

— Derribando la pared y acumulando los escombros frente a la escalera.

— Las víboras pasarán por encima -observó Indri.

— Las mataremos a machetazos -exclamó Bandhara.

— ¡Rápido, ayudadme! -gritó Toby.

Empuñaron los picos y comenzaron a golpear furiosamente las paredes. A su vez, Permati y Sadras recolectaron los trozos de piedra que caían, amontonándolos rápidamente; las losas de mármol se quebraban bajo los vigorosos golpes de Toby, Poona e Indri. El cornac, si bien debilísimo, les ayudaba lo mejor posible.

Pero si los hombres trabajaban encarnizadamente, las serpientes no se quedaban atrás.

Permati y Sadras, que acumulaban los trozos de piedra y mármol, ya las_, veían mover en la penumbra.

La barricada se alzaba rápidamente, porque Toby y sus dos compañeros alcanzaban cada vez mayores trozos de piedra a Permati, Sadras y Bandhara.

— Nuestro trabajo ha terminado -dijo Toby, secándose el sudor que le inundaba el rostro.

— Y la barricada apenas tiene un metro de alto -agregó Indri-. Los reptiles no tendrán ninguna dificultad en sobrepasarla.

__¿Qué hacemos? -preguntó Toby, mirando con espanto hacia la escalera-. ¿Debemos dejar nuestros huesos aquí? ¿No habrá acaso alguna forma de librarnos de esta muerte horrible? Habla, Indri.. .

El ex favorito del gicowar se limitó a contestar con una triste mirada. Los demás callaron.

— Está bien. -gritó Toby con voz furiosa-. ¡Combatiremos contra estas malditas víboras!

En aquel momento una serpiente enorme, que precedía al resto de la banda, asomó su cabeza sobre la barricada lanzando una mirada llameante sobre aquellos desdichados.

— ¡Tú la primera! -aulló Toby disparando su revólver.

El reptil cayó con el cráneo destrozado de un balazo, sacudiéndose desesperadamente.

— ¡Adelante, amigos! -gritó el cazador exaltado-. ¡Gastemos nuestras últimas balas, que nos quedan los puñales!

Otra serpiente, una soberbia boa verde-azulada, con dibujos irregulares en la piel, superó la barricada y avanzó hacia Toby silbando rabiosamente.

Indri disparó a su vez, fulminándola.

— ¡Van dos!

En aquel momento el resto del pelotón de reptiles se deslizaba en el interior de la sala, mientras la música continuaba implacablemente, azuzando a aquellos terribles animales.

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