Capítulo 27

Habían transcurrido siete horas desde que partieran los dos soldados, siete horas de inquietud continua para Toby y su amigo, obligados a permanecer inmóviles, mientras Dhundia y el faquir trataban de cruzar la frontera. Por fin, una hora después de la puesta del sol, oyeron resonar en lontananza trompetas.

Seguidos siempre por el oficial, que se había apresurado a acompañarlos, subieron al mirador desde donde podían dominar un vasto espacio de altiplano.

Hacia el septentrión se veían numerosos puntos brillantes avanzar entre las altas hierbas, distinguiéndose una masa oscura que aumentaba de volumen constantemente.

— ¿Quién será? -preguntó Toby.

— Algún personaje importante -contestó el oficial-. ¿Será acaso un ministro del rajá?

El oficial llamó a los dos jinetes que montaban guardia bajo el mirador, y les ordenó que fueran a reconocer la caravana que se acercaba.

Un cuarto de hora más tarde los dos jinetes volvían al galope desenfrenado lanzando agudos gritos.

— ¡Comandante! -gritó uno de los dos sofrenando su caballo cubierto de espuma-.

Prepárate a recibir al rajá.

Indri y Toby se estremecieron.

— Toby, nuestra cabeza está en peligro -murmuró Indri.

— Trataremos de salvarla. Vayamos a recibir al príncipe con todos los honores.

Descendieron a la planta baja y el inglés hizo iluminar vivamente la casa utilizando candelabros de plata que empleaba en las grandes ocasiones.

En aquel momento el rajá y su escolta, veinte jinetes de estatura gigantesca, entraban en el patio.

Toby, parado en el primer escalón, esperaba con el sombrero en la mano, con toda la tranquilidad del hombre seguro de su destino.

El rajá desmontó, dejó pasear sus miradas por el bungalow y luego se dirigió hacia Toby, exclamando burlonamente:

— Encantado de volverte a ver, caballero Randall… Tal vez no esperabas mi visita.

— No creía tener el honor de recibir a tan gran príncipe en mi humilde vivienda.

— Y ex propietario de la Montaña de Luz… -agregó el rajá sonriendo.

Toby no consideró oportuno contestar, empero, al ver que el rajá sonreía se sintió más tranquilo.

— No parece muy enojado…, buena señal -pensó. Luego agregó en voz alta-: Permíteme, alteza, que tu prisionero te ofrezca la hospitalidad de su modesta vivienda.

— Es un ofrecimiento que no puedo rechazar, caballero Randall, sobre todo después de una cabalgata tan prolongada.

Y dicho esto siguió al cazador al salón principal del bungalow y se sentó cómodamente en el diván que el dueño de casa le ofreció.

Toby había permanecido de pie a su lado, mientras Indri y Bandhara se mantenían prudentemente a distancia, en uno de los ángulos oscuros de la habitación.

— Acomódate, caballero Randall -invitó el rajá-, quiero hacerte algunas preguntas. ¿Eres un hombre muy rico?

— ¿Yo? No, alteza -exclamó Toby ante la pregunta.

— Sin embargo, me dejaste un cheque de tres millones, cuando la Montaña de Luz está valuada en dos.

— No he sido yo quien firmó el cheque, alteza.

— Efectivamente… Leí el nombre, Indri Sagar.

— Ex ministro del gicowar de Baroda.

Indri al oírse nombrar se inclinó frente al rajá. El soberano de Pannah lo miró con suma curiosidad.

— Entonces digamos que me compraste el diamante por encargo del gicowar.

— No, alteza. Ha sido por mi cuenta -contestó Indri-, lo necesitaba para no perder el honor.

— Explícate.

— Es una historia un poco larga, alteza.

— No tengo prisa por volver a Pannah. Además quiero saber si es cierto que el Koh-inoor te ha sido robado. Si es cierto dejad que los ladrones corran por ahora. He hecho tomar tales medidas, que no podrán cruzar las fronteras de mi reino.

Mientras los criados llevaban cerveza helada, vino, pipas y cigarros, Indri comenzó a contar sus desventuras, sin omitir nada, interesando tanto al rajá que para no perder una sílaba éste dejó apagar el perfumado habano que encendiera.

Cuando hubo concluido, el príncipe permaneció algunos instantes en silencio, y luego, extendiendo bruscamente la mano hacia el ex favorito del gicowar de Baroda, le dijo:

— Te perdono la pésima broma que me hiciste al apoderarte del Koh-i-noor Vine con intención de hacerte cortar la cabeza, pero ya me he tranquilizado. Después de todo no puedo vengarme de dos valientes que libraron a mi tierra de los Devoradores de Hombres que las asolaban, y que por otra parte me pagaron un millón más de lo que valía la Montaña de Luz, pudiendo saquear todo mi tesoro. ¡El Koh-i-noor es vuestro! Yo os ayudaré a reconquistarlo.

— ¡Ah! ¡Gracias, alteza! -exclamaron Indri y Toby cayendo de rodillas frente, al príncipe.

El rajá batió palmas.

— ¿Cuántos hombres has traído? -preguntó al oficial que mandaba el destacamento que montaba guardia junto al bungalow.

— Treinta, alteza.

— ¿Alcanzan para dar caza a los ladrones? -preguntó dirigiéndose a Indri y Toby-. Los pongo a vuestra disposición, y espero que rescatéis pronto el Koh-i-noor.

— Alteza -dijo Toby-. ¿Cómo podré agradecerte la generosidad que demuestras?

— ¿Cómo? -el rajá se incorporó sonriendo-. Aceptando el premio que destiné a quienes cazaran a los

Devoradores de Hombres.

— Hemos renunciado a él.

— ¡Por Siva! No se rechazan cien mil rupias. -¡Pero alteza! -balbuceó Toby-. ¿No eran diez mil?

— Por un solo tigre, pero no por dos. Yo he hecho igualmente un buen negocio. Señores me alegraré de volveros a ver en Pannah.

— Lo prometemos, alteza.

El rajá estrechó las manos de Toby y su amigo y salió del bungalow, montando a caballo.

— Buena suerte -dijo-. Y si necesitáis más hombres, no olvidéis que tengo seis mil soldados de caballería.

Saludó con la mano y partió al galope, seguido por toda su escolta, dejando a Toby y su amigo estupefactos por aquella generosidad inesperada.

— ¿Y bien, Indri? -exclamó el cazador riendo.

— ¡No creía tener tanta suerte! -gritó el hindú, abrazando al ex suboficial-. Y te lo debo todo a ti, mi fiel amigo.

— ¡A la cacería, Indri! Desollaremos al miserable de Dhundia, que tan hábilmente nos engañó, y después haremos sudar frío a Parvati.

Diez minutos después atravesaban la oscura llanura al galope, seguidos por el oficial y el destacamento de caballería.

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