Capítulo 6

La población indígena de la India se divide en cuatro castas bien distintas, que no pueden fundirse, pues su religión no ha dado como la cristiana un origen co- mún a todos los hombres que pueblan el planeta.

Las castas son: los brahmanes, cuyos antepasados salieron de la boca de Brahma; los guerreros, que salie- ron de sus brazos; los agricultores y comerciantes, que salieron de sus piernas, y por último los sudras, o sea, siervos, que salieron de los pies del dios. {

Esta división es tan- marcada, tan profunda, que nadie puede pasar de una casta a la otra, ni por matrimonio, ni por riquezas ni por ningún otro motivo.

Todos los que no pertenecen a éstas, y conste que son muy numerosos, son llamados parias. No tienen tribu, ni patria. Son seres despreciados por todos, malditos de los demás hombres, y nadie puede acercarse a ellos, socorrerlos o dirigirles la palabra bajo severísimas penas, llegando hasta a convertirse también en un ser impuro quien les dé alojamiento.

Esto dará una idea del terrible peligro que corría Indri, el antiguo favorito del gicowar de Baroda, acusado de haber tocado y transportado a su casa a un intocable, como también se ha dado en llamar a los desdichados parias. Y lo peor del caso era que se trataba del hombre que le salvara la vida, sacrificándose valerosamente en lugar suyo…

Toby, tras aquella espontánea explosión de cólera, había quedado silencioso,

— ¿La cosa es grave, verdad? -le preguntó el amenazado, con cierta ansiedad.

— Sí, Indri -contestó el ex sargento de cipayos-. Parvati no podía sugerir al gicowar una idea más peligrosa que ésta. El rajá de Pannah no entregará su Montaña de Luz a ningún precio. Ya ha rechazado mi llones ofrecidos por el Gran Mogul.

— Ya lo sé, Toby, y me queda una sola posibilidad de obtener ese diamante…, robarlo, para pagarlo cuando lo tenga en un sitio seguro en Baroda.

— ¿Y crees que eso será tarea fácil?.

— Dificilísima. Temo que mis enemigos hayan cambiado secretamente correspondencia con el rajá, para tenerlo al tanto de mis proyectos, haciéndome así imposible la empresa.

— Ya lo había supuesto -asintió Toby-. Creo que el rajó no te permitiría pisar siquiera sus Estados…

— Estoy seguro de eso, y por eso trataré de fingirme un simple cazador de tigres. Tú puedes ayudarme en esta empresa; eres un cazador conocido en todo el altiplano, y nadie podrá sospechar de ti. Yo me vestiré como siervo tuyo, y no imaginarán que soy el favorito del gicowar de Baroda.

— Esa es una buena idea, Indri, y has hecho bien en venir a buscar mi ayuda. La empresa ofrece mil peligros y tal vez nos aguarde la muerte a su término, pero mi vida te pertenece puesto que sin ti a estas horas habría muerto, y nadie recordaría a Toby Radall, el cazador de tigres…

— Gracias. Estaba seguro de contar con tu amistad y valor -exclamó Indri estrechando la diestra del cazador.

— Procederemos sin mayor pérdida de tiempo -continuó diciendo el inglés tras algunos instantes de silencio-. En tal forma no daremos tiempo al rajá de entrar en sospechas. Hoy mismo enviaré a algunos de mis criados a Pannah para esparcir la voz de que iré a matar al Devorador de Hombres que azota la región minera. Cuando hayamos llegado allí, veremos qué podemos hacer para apoderarnos de la Montaña de Luz. Puedes estar seguro que Parvati no se saldrá con la suya. Lo único que me inquieta…

— ¿Sí? Habla…

— Ese Dhundia me hace sentir molesto… ¿Qué busca en tu compañía? Su rostro no me resulta nada satisfactorio… ¿Fuiste tú quien lo escogió?

— No. Me lo adjudicó el propio gicowar…

— Y a su vez el gicowar habrá sido aconsejado por Parvati…

— Probablemente.

— Lo vigilaremos atentamente y no dejaremos que permanezca un instante solo. Ahora volvamos al bungalow, para que no sospeche de nosotros, y hagamos los preparativos del viaje.

— Vamos…

Pasó su brazo derecho bajo el izquierdo de Indri y se encaminaron tranquilamente hacia el bungalow, con el aire de dos amigos que han estado tomando fresco.

Cuando llegaron al salón, lo encontraron desierto. Dhundia estaba cómodamente acostado en una hamaca.

— Temo que os haya espiado… -murmuró Toby al oído de Indri.

— Si lo ha hecho, peor para él. Sabrá en que estima lo tenemos y se quedará tranquilo…

Dejaron al sikh concluir su sueño, y se encaminaron a la cuadra.

Bangavady había recibido el sitio de honor, bajo la espaciosa sombra del cobertizo, y reposaba sobre un lecho de hierbas y follaje.

— Realmente es un hermoso elefante -comentó Toby-. Si el Devorador de Hombres de Pannah osa atacarnos, se encontrará frente a un adversario terrible…

— ¿Lo cazaremos con Bangavady?

— No. El elefante nos servirá para seguirle las huellas y estudiar el terreno. Este tigre es demasiado astuto para mostrarse en pleno día, y nos veremos obligados a tenderle una emboscada nocturna.

— ¿Conseguiremos cazarlo?

— Es necesario hacerlo para ganarnos la confianza del rajá. Se trata de un príncipe espléndido en sus favores, y se dice que ama a los valientes y deseará ponerse en contacto con nosotros una vez que hayamos terminado con ese peligroso tigre… Ya he elaborado mi plan. ¿Sabes dónde está guardado el diamante?

— Me dijeron que sirve de ojo a Visnú en una de las más importantes pagodas de Pannah; eso es todo lo que sé al respecto.

— En fin, ahora no podemos juzgar -prosiguió diciendo Toby, para animar a su amigo Deja que entretanto envíe dos de mis siervos para esparcir la noticia de mi llegada. Eso producirá cierto efecto, porque en el altiplano disto mucho de ser un desconocido…

— ¿No nos harán traición tus hombres?

— Ignoran los verdaderos propósitos que nos mueven. ¿Qué puedes temer? Además, me son fieles…

En ese momento apareció Dhundia y dijo:

— Yo siento profundos deseos de experimentar las grandes emociones de la caza a tu lado y junto a Indri. Y además, debo velar por su seguridad, aunque deba sacrificar mi propia vida para llevarlo con vida de regreso al gicowar…

— Gracias, Dhundia -contestó Indri, un poco irónicamente-. Espero que no tengas necesidad de dejar tu pellejo entre las zarpas de una fiera para conducirme de regreso a Baroda. Con nosotros está Toby Randall, y este valeroso cazador no permitirá que el tigre llegue tan cerca nuestro… ¿No es verdad, amigo?

— En el momento oportuno no fallaré el tiro -contestó sonriendo el ex sargento de cipayos. Luego prosiguió con distinto tono-: Amigos, es tarde y mañana tendremos que ponernos en viaje antes del alba…, vamos a dormir.

Llamó a uno de sus servidores para que condujera a sus huéspedes a las habitaciones designadas, y luego hizo cerrar las puertas, soltando en el jardín a sus perros de caza, para mantener alejados a los ladrones.

Cuando Dhundia se encontró a solas en su pequeña habitación se frotó lentamente las manos con aire satisfecho.

a-Dudan de mí… -murmuró sonriendo malicio- d samente-. Dhundia no es tan tonto como para no comprenderlo. ¡Ah! ¿No quisieron que asistiera a su coloquio?

Magnífico…, eso me satisface más aún. Veamos si los hombres de los dacoitas también velan aquí…

Abrió la ventana sin hacer ruido alguno y miró en dirección a la oscura planicie, que se extendía frente al bungalow.

Tras permanecer algunos minutos así, tomó una lámpara y la acercó a la ventana, alzándola y bajándola tres veces.

Medio minuto más tarde vio brillar un punto luminoso que se apagó para encenderse otras dos veces.

— No me había engañado -murmuró-. El dacoita dejó de guardia a alguno de sus bribones… Conviene saberlo. Así podré, si se me ofrece la oportunidad, enviar noticias a Parvati…

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