Fábula XXIV. El Torrente y el Río.

Despeñado un Torrente

De un encumbrado cerro,

Caía en una peña,

Y atronaba el recinto con su estruendo.

Seguido de ladrones

Un triste pasajero,

Despreciando el ruido,

Atravesó el raudal sin desaliento;

Que es común en los hombres

Poseídos del miedo,

Para salvar la vida,

Exponerla tal vez á mayor riesgo.

Llegaron los bandidos,

Practicaron lo mesmo

Que antes el caminante,

Y fueron en su alcance y seguimiento.

Encontró el miserable

De allí á muy poco trecho

Un río caudaloso,

Que corría apacible y con silencio.

Con tan buenas señales,

Y el próspero suceso

Del raudal bullicioso,

Determinó vadearle sin recelo;

Mas apenas dió un paso,

Pagó su desacuerdo,

Quedando sepultado

En las aleves aguas sin remedio

Temamos los peligros

De designios secretos;

Que el ruidoso aparato,

Si no se desvanece, anuncia el riesgo.