Fábula III. El Cazador y los Conejos.

Poco antes que esparciese

Sus cabellos en hebras

El rubicundo Apolo

Por la faz de la tierra,

De cazador armado

Al soto Fabio llega.

Por el nudoso tronco

De cierta encina vieja

Sube, para ocultarse

En las ramas espesas.

Los incautos Conejos

Alegres se le acercan:

Uno del verde prado

Igualaba la hierba;

Otro, cual jardinero,

Las florecillas riega:

El tomillo y romero

Éste y aquél cercenan.

Entre tanto, al más gordo

Fabio su tiro asesta:

Dispara, y al estruendo

Se meten en sus cuevas

Tan repentinamente,

Que á muchos pareciera

Que, salvo el muerto, á todos

Se los tragó la tierra.

¿Después de tal espanto

Habrá alguno que crea

Que de allí á poco rato

La tímida caterva,

Olvidando el peligro,

Al riesgo se presenta?

Cosa extraña parece,

Mas no se admiren de ella:

¿Acaso los humanos

Obran de otra manera?