Distante de la aldea
Iba cazando un Perro
Flaco, que parecía
Un andante esqueleto.
Cuando menos lo piensa,
Un Lobo le hizo preso.
Aquí de sus clamores,
De sus llantos y ruegos.
—Decidme, señor Lobo,
¿Qué queréis de mi cuerpo,
Si no tiene otra cosa
Que huesos y pellejo?
Dentro de quince días
Casa á su hija mi dueño
Y ha de haber para todos
Arroz y gallo muerto.
Dejadme ahora libre,
Que, pasado este tiempo,
Podrás comerme á gusto,
Lucio, gordo y relleno.—
Quedaron convenidos,
Y apenas se cumplieron
Los días señalados,
El Lobo buscó al Perro.
Estábase en su casa
Con otro compañero,
Llamado Matalobos,
Mastín de los más fieros:
Salen á recibirle
Al punto que le vieron;
Matalobos bajaba
Con corbatín de hierro.
No era el Lobo persona
De tantos cumplimientos,
Y así por no gastarlos,
Cedió de su derecho.
Huía, y le llamaban;
Mas él iba diciendo
Con el rabo entre piernas:
Pies, ¿para qué os quiero?
Hasta los niños saben
Que es de mayor aprecio
Un pájaro en la mano,
Que por el aire ciento.