Canción X

Apaga mis enojos,

Pues que ninguno basta a deshacellos,

Y véante mis ojos,

Pues eres lumbre de ellos,

Y sólo para ti quiero tenellos.

Declaración

Prosigue, pues, en la presente canción pidiendo al Amado quiera ya poner término a sus ansias y penas; pues no hay otro que baste sino sólo él para hacerlo, y que sea de manera que le puedan ver los ojos de su alma, pues sólo él es la luz en que ellos miren, y ella no les quiere emplear tu otra cosa sino sólo en él, diciendo:

Apaga mis enojos.

Tiene, pues, esta propiedad la concupiscencia del amor, como queda dicho, que todo lo que no hace o dice y conviene con aquello que ama la voluntad, la cansa, fatiga y enoja, y la pone desabrida, no viendo cumplirse lo que ella quiere, y a esto y a las fatigas que tiene por ver a Dios, llama aquí enojos; los cuales ninguna cosa hasta para deshacerlos, sino la posesión del Amado. Por lo cual dice que los apague él con su presencia, refrigerándolos todos, como lo hace el agua fresca al que está fatigado del calor; y por eso usa aquí de este vocablo apaga, para dar a entender que ella está padeciendo con fuego de amos.

Pues que ninguno basta a deshacellos.

Para mover y persuadir más el alma a que cumpla su petición el Amado, dice que, pues otro ninguno sino él basta a satisfacer su necesidad, que sea él quien apague sus enojos. Donde es de notar que entonces está Dios bien presto para consolar al alma y satisfacerla en sus necesidades y penas, cuando ella no tiene ni pretende otra satisfacción ni consuelo fuera de él; y así, el alma que no tiene cosa que la entretenga fuera de Dios, puede estar mucho sin visitación del Amado.

Y ve ante mis ojos

Esto es, véate yo cara a cara con los ojos de mi alma.

Pues eres lumbre de ellos.

Demás de que Dios es lumbre sobrenatural de los ojos del alma, sin la cual está en tinieblas, llámale ella aquí por afición lumbre de sus ojos, al modo que él amante suele llamar al que ama lumbre de sus ojos, para mostrar la afición que le tiene; y así, es como si dijera en los dos versos sobredichos: Pues los ojos de mi alma no tienen otra lumbre, ni por naturaleza ni por amor, sino a ti, «Ve ante mis ojos», que de todas maneras eres lumbre de ellos. Esta lumbre echaba menos David cuando con lástima decía: la lumbre de mis ojos no está conmigo; Et lumen oculorum meorum, et ipsum non est mecum. Y Tobías cuando dijo: ¿Qué gozo podrá ser el mío, pues estoy sentado en las tinieblas y no veo la lumbre del cielo? Quale gaudium mihi erit, qui in tenebris sedeo, et lumen Coeli non video? En lo cual deseaba la clara visión de Dios, porque la lumbre del cielo es el Hijo de Dios, según lo dice San Juan en el Apocalipsis, diciendo: La ciudad celestial no tiene necesidad de sol ni de luna que luzcan en ella, porque la claridad de Dios la alumbra, y la lucerna de ella es el Cordero; Et civitas non eget sole, neque luna ut luceant ea: nam claritas Dei illuminavit eam, et lucerna ejus est agnus.

Y sólo para ti quiero tenellos.

En lo cual quiere el alma obligar al Esposo a que le deje ver esta lumbre de sus ojos, no sólo porque no teniendo otra estará en tinieblas, sino también porque no los quiere tener para otra ninguna cosa que para él. Porque así como justamente es privada de aquesta divina luz el alma que quiere poner los ojos de su voluntad en otra lumbre de propiedad de alguna cosa fuera de Dios, porque en ello ocupa la vista para recibir su lumbre; así también congruamente merece que se le dé al alma que a todas las cosas cierra los dichos sus ojos, para abrirlos sólo a Dios.

Anotación de la canción siguiente

Pero es de saber que no puede el amoroso Esposo de las almas verlas penar mucho tiempo a solas, como a ésta de que vamos tratando; porque, como dice por Zacarías, sus penas y quejas le tocan a él en las niñas de sus ojos, mayormente cuando las penas de las tales almas son por su amor como las de ésta; que por eso dice también por Isaías: Antequam clament, ego exaudiam: adhuc illis loquentibus, ego audiam; «Antes que ellos clamen los oiré». Y el Sabio dice de él que si le buscare el alma como al dinero lo hallará; y así, a esta alma enamorada, que con más codicia que al dinero le busca, pues todas las cosas tiene dejadas, y a sí misma por él, parece que a estos ruegos tan encendidos le hizo Dios alguna presencia de sí espiritual, en la cual le mostró algunos profundos visos de su divinidad y hermosura, con que le aumentó mucho más el deseo y fervor de verle; porque, así como suelen echar agua en la fragua para que se encienda y afervore más el fuego, así el Señor suele hacer con algunas de estas almas que andan con estas calmas de amor, dándoles algunas muestras de su excelencia para afervorarlas más, y así irlas más disponiendo para las mercedes que les quiere hacer después; y así como el alma echó de ver y sintió por aquella presencia obscura aquel sumo bien y hermosura allí encubierta, muriendo en deseo por verla, dice la canción que se sigue:

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