Canción XIII

Apártalos, Amado,

Que voy de vuelo.

Esposo

Vuélvete, paloma,

Que el ciervo vulnerado

Por el otero asoma

Al aire de tu vuelo, y fresco toma.

Declaración

En los grandes deseos y fervores de amor, cuales en las canciones pasadas ha mostrado el alma, suele el Amado visitar a su esposa alta, delicada y amorosamente y con grande fuerza de amor, porque ordinariamente, según los grandes fervores y ansias de amor que han precedido en el alma, suelen ser también las mercedes y visitas que Dios hace grandes; y como ahora el alma con tantas ansias había deseado estos divinos ojos, que en la canción pasada acaba de decir, descubriole el Amado algunos rayos de su grandeza y divinidad, según ella deseaba; los cuales fueron con tanta alteza y con tanta fuerza comunicados, que hizo salir por arrobamiento y éxtasis, lo cual acaece al principio con gran detrimento y temor del natural; y así, no pudiendo sufrir el exceso en sujeto tan flaco, dice el verso siguiente:

Apártalos, Amado.

Es a saber, esos tus ojos divinos, porque me hacen volar, saliendo de mí a suma contemplación sobre lo que sufre el natural; lo cual dice porque le parecía volaba su alma de las carnes, que es lo que ella deseaba, que por eso le pidió que los apartase; conviene a saber, dejando de comunicárselos en la carne, en que no los puede sufrir y gozar como querría, comunicándoselos en el vuelo que ella hacía fuera de la carne; el cual deseo y vuelo le impidió luego el Esposo, diciendo: Vuélvete, paloma, que la comunicación que ahora de mí recibes, aún no es de ese estado de gloria que tú ahora pretendes; pero vuélvete a mí, que soy a quien tú, llagada de amor, buscas; que también yo, como el ciervo, herido de tu amor, comienzo a mostrarme a ti por tu alta contemplación, y tomo recreación y refrigerio en el amor de tu contemplación. Dice, pues, el alma al Esposo:

Apártalos, Amado.

Según habemos dicho, el alma, conforme a los grandes deseos que tenía de estos divinos ojos, que significan la divinidad, recibió del Amado interiormente tal comunicación y noticia de Dios, que la hizo decir: «Apártalos, Amado»; porque tal es la miseria del natural en esta vida, que aquello que al alma le es más vida, y ella con tanto deseo desea, que es la comunicación y conocimiento de su Amado, cuando se le vienen a dar, no lo puede recibir sin que casi le cueste la vida; de suerte que los ojos que con tanta solicitud y ansias y por tantas vías buscaba, venga a decir cuando los recibe:

Apártalos, Amado.

Porque es a veces tan grande el tormento que se siente en las semejantes visitas de arrobamientos, que no hay tormento que así desconcierte los huesos y ponga en estrecho al natural; tanto, que si no proveyese Dios, se acabaría la vida; y, a la verdad, así lo parece al alma por quien pasa, porque siente como desasirse el alma de las carnes y desamparar el cuerpo. La causa es porque semejantes mercedes no se pueden recibir muy en carne, porque el espíritu es levantado a comunicarse con el Espíritu divino, que viene al alma; así, por fuerza ha de desamparar en alguna manera la carne. Y de aquí es que ha de padecer la carne, y por consiguiente el alma en la carne, por la unidad que tiene en un supuesto; y por tanto, el gran tormento que siente el alma al tiempo de este género de visita, y el gran pavor que la hace verse tratar por vía sobrenatural, le hacen decir:

Apártalos, Amado.

Pero no se ha de entender que porque el alma diga que los aparte querría que los apartase; porque aquél es un dicho del temor natural, como habemos dicho; antes (aunque mucho más le costase) no querría perder estas visitas y mercedes del Amado; porque, aunque padece el natural, el espíritu vuela al recogimiento sobrenatural a gozar del espíritu del Amado, que es lo que ella deseaba y pedía; pero no quisiera ella recibirlo en carne, donde no se puede gozar cumplidamente, sino poco y con pena, sino en el vuelo del espíritu fuera de la carne, donde libremente se goza; por lo cual dijo: «Apártalos, Amado»; es a saber, de comunicármelos en carne:

Que voy de vuelo.

Como si dijera: Que voy de vuelo de la carne, para que me los comuniques fuera de ella, siendo ellos la causa de hacerme volar fuera de la carne. Para que entendamos mejor qué vuelo sea éste, es de notar que, como habemos dicho, en aquella visitación del Espíritu divino es arrebatado con gran fuerza el del alma a comunicarse con el divino, y destituirse al cuerpo, y dejar de sentir en él y de tener en él sus acciones, porque las tiene en Dios; que por eso dijo el Apóstol San Pablo en aquel rapto suyo, no sabía si estaba su alma recibiéndole en el cuerpo o fuera de él; y no por eso se ha de entender que destituye el alma al cuerpo y le desampara de la vida natural, sino que no tiene sus acciones en él; y ésta es la causa porque en estos raptos y vuelos se queda el cuerpo sin sentido, y aunque le hagan cosas de grandísimo dolor no siente, porque no es como otros traspasos y desmayos naturales, que con el dolor vuelven en sí. Y estos sentimientos tienen en estas visitas los que aún no han llegado a estado de perfección, sino que van camino en el estado de aprovechados, porque los que han llegado ya tienen toda la comunicación hecha en paz y suave amor, y cesan estos arrobamientos, que eran comunicaciones que disponían para la tal comunicación.

Lugar era este conveniente para tratar de las diferencias de raptos y éxtasis, y otros arrobamientos y sutiles vuelos de espíritu que a los espirituales suelen acaecer. Mas, porque mi intento no es sino declarar brevemente estas canciones, como en el prólogo prometí, quedarse han para quien mejor lo sepa tratar que yo; y porque también la bienaventurada Teresa de Jesús, nuestra madre, dejó escritas de estas cosas de espíritu admirablemente, las cuales espero en Dios saldrán presto impresas a luz. Lo que aquí, pues, el alma dice de vuelo se ha de entender por arrobamiento y éxtasis del espíritu a Dios; y dice luego el Amado:

Vuélvete, paloma.

De muy buena gana se iba el alma del cuerpo en aquel vuelo espiritual, pensando que se le acababa ya la vida, y que pudiera gozarse con su Esposo para siempre y quedarse con él al descubierto; mas atajole el Esposo el paso, diciendo: «Vuélvete, paloma»; como si dijera: Paloma, en el vuelo alto que llevas, y ligero de contemplación, y en el amor con que ardes y simplicidad con que ves (porque estas tres propiedades tiene la paloma), vuélvete de ese vuelo alto en que pretendes llegar a poseerme más de veras, que aún no es llegado ese tiempo de tan alto conocimiento, y acomódate a éste más bajo, que yo ahora te comunico en este tu exceso, y es

Que el ciervo vulnerado.

Compárase el Esposo al ciervo, porque aquí por el ciervo entiende a sí mismo; y es de saber que la propiedad del ciervo es subirse a los lugares altos, y cuando está herido vase con gran priesa a buscar refrigerio a las aguas frías, y si oye quejar a la consorte y siente que está herida, luego se va con ella y la regala y acaricia; y así hace ahora el Esposo, porque, viendo a la Esposa herida de su amor, él también al gemido de ella viene herido del amor de ella, porque en los enamorados la herida de uno es de entrambos, y un mismo sentimiento tienen los dos; y así, es como si dijera: Vuélvete, esposa mía, a mí, que si llagada vas de amor de mí, yo también, como el ciervo, vengo en esta tu llaga llagado a ti, que soy como el ciervo, y también en asomar por lo alto; que por eso dice:

Por el otero asoma.

Esto es, por el altura de tu contemplación, que tienes en ese vuelo, porque la contemplación es un puesto alto por donde Dios en esta vida se comienza a comunicar al alma y mostrársele; mas no acaba, que por eso no dice que acaba de parecer, sino que asoma; porque, por altas que sean las noticias que de Dios se le dan al alma en esta vida, todas son como unas muy desviadas asomadas; y síguese la tercera propiedad que decíamos del ciervo, y es la que se contiene en el verso siguiente:

Al aire de tu vuelo, y fresco toma.

Por el vuelo entiende la contemplación de aquel éxtasis que habemos dicho, y por el aire entiende aquel espíritu de amor que causa en el alma este vuelo de contemplación; y llama aquí a este amor, causado por el vuelo, apropiadamente, porque el Espíritu Santo, que es amor, aire harto también se compara en la divina Escritura al aire, porque es espirado del Padre y del Hijo; y así como allí es aire del vuelo, esto es, que de la contemplación y sabiduría del Padre y del Hijo procede por la voluntad, y es aspirado; así, aquí a este amor del alma llama el Esposo aire, porque de la contemplación y noticia que a este tiempo tiene, de Dios le procede; y es de notar que no dice aquí el Esposo que viene al vuelo, sino al aire del vuelo, porque Dios no se comunica propiamente al alma por el vuelo del alma, que es, como habemos dicho, el conocimiento que tiene de Dios, sino por el amor del conocimiento; porque, así como el amor es unión del Padre y del Hijo, así lo es del alma con Dios; y de aquí es que, aunque un alma tenga altísimas noticias de Dios y contemplación, y conozca todos los misterios, si no tiene amor, no le hace nada al caso, como dice San Pablo, para unirse con Dios. Como también dice el mismo: Charitatem habete quod est vinculum perfectionis; es a saber: Tened esta caridad, que es vínculo de la perfección. Esta caridad, pues, y amor del alma, hace venir al Esposo corriendo a beber de esta fuente de amor de su esposa, como las aguas frescas hacen venir al ciervo sediento y llagado a tomar el refrigerio; y por eso dice:

y fresco toma.

Porque, así como el aire hace fresco y refrigerio al que está fatigado del calor, así este aire de amor refrigera y recrea al que arde con fuego de amor; porque tiene tal propiedad este fuego de amor, que el aire con que toma fresco y refrigerio es más fuego de amor, porque al amante el amor es llama que arde con apetito de arder más, según hace la llama del fuego natural; por tanto, al cumplimiento de este apetito suyo de arder más el ardor de amor de su esposa, que es el aire del vuelo de ella, llama aquí tomar fresco; y así, es como si dijera: Al ardor de tu vuelo ardo más, porque un amor enciende a otro amor. Donde es de notar que Dios no pone su gracia y amor en el alma, sino según la voluntad de amor del alma; por lo cual, esto ha de procurar el buen enamorado que no falte, pues por este medio, como habemos dicho, moverá más, si así se puede decir, a que Dios le tenga más amor y que se recree más en su alma. Y para conseguir esta caridad, hase de ejercitar en lo que de ella dice el Apóstol, diciéndola: La caridad es paciente, es benigna, no es envidiosa, no hace mal, no se ensoberbece, no es ambiciosa, no busca sus mismas cosas, no se alborota, no piensa mal, no se huelga sobre la maldad, y gózase en la verdad; todas las cosas sufre que son de sufrir, cree todas las cosas (es a saber, las que se deben creer), todas las cosas espera, todas las cosas sustenta, es a saber, que convienen a la caridad; Charitas patiens est, benigna est: charitas non aemulatur, non agit perperam, non inflatur, non est ambitiosa, non quaerit quae sua sunt, non irritatur, non cogitat malum, non gaudet super iniquitate, congaudet autem veritati: omnia suffert, omnia credit, omnia sperat, omnia sustinet.

Anotación y argumento de las dos canciones siguientes

Pues como esta paloma del alma andaba volando por los aires de amor, sobre las aguas del diluvio de las fatigas y ansias suyas de amor que ha mostrado hasta aquí (no hallando donde descansase su pie), a este último vuelo que habemos dicho extendió el piadoso padre Noé la mano de su misericordia, y recogiola, metiéndola en el arca de su caridad y amor, y esto fue al tiempo que en la canción que acabamos de declarar dijo: «Vuélvete, paloma»; en el cual recogimiento, hallando el alma todo lo que deseaba y más de lo que se puede decir, comienza a cantar alabanzas de su Amado, refiriendo las grandezas que en esta unión en él siente y goza en las dos canciones siguientes, diciendo:

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