Canciones XIV y XV

Mi Amado, las montañas,

Los valles solitarios nemorosos,

Las ínsulas extrañas,

Los ríos sonorosos,

El silbo de los aires amorosos.

La noche sosegada,

En par de los levantes de la aurora,

La música callada,

La soledad sonora,

La cena que recrea y enamora.

Anotación

Antes que entremos en la declaración de estas canciones es necesario advertir, para más inteligencia de ellas y de las que después de ellas se siguen, que en este vuelo espiritual que acabamos de decir se denota un alto estado y unión de amor, en que, después de mucho ejercicio espiritual, suele Dios poner al alma, al cual llaman desposorio espiritual con el Verbo, Hijo de Dios. Y al principio que se hace esto, que es la primera vez, comunica Dios al alma grandes cosas de sí, hermoseándola de grandeza y majestad, y arreándola de dones y de virtudes, y vistiéndola de conocimiento y honra de Dios, bien así como desposada en el día de su desposorio. Y en este dichoso día, no solamente se le acaban al alma sus ansias vehementes y querellas de amor que antes tenía, mas, quedando adornada de lo bienes que digo, comiénzale un estado de paz y deleite y de suavidad de amor, según se da a entender en las presentes canciones, en las cuales no hace otra cosa sino contar y cantar las grandezas de su Amado, las cuales conoce y goza en él por la dicha unión de desposorio; y así, en las demás canciones ya no dice cosas de ansias y penas, como antes hacía, sino comunicación y ejercicio de dulce y pacífico amor con su Amado, porque ya en este estado todo aquello fenece. Y es de notar que en estas dos canciones se contiene lo más que Dios suele comunicar en este tiempo a un alma; pero no se ha de entender que a todas las que llegan a este estado se les comunica todo lo que en estas dos canciones se declara, ni en una misma manera y medida de conocimiento y de sentimiento, porque a unas almas se les da más y a otras menos, y a unas en una manera y a otras en otra, aunque lo uno y lo otro puede ser en este estado de desposorio espiritual; pero pónese aquí lo más que puede ser, porque en ello se comprehende todo.

Declaración

Y es de notar que, así como en el arca de Noé, según dice la divina Escritura, había muchas mansiones para muchas diferencias de animales, y todos los manjares que se podían comer, así el alma, en este vuelo que hace a esta divina arca del pecho de Dios, no sólo echa de ver en ella las muchas mansiones que su Majestad dijo por San Juan que había en la casa de su Padre, mas ve y conoce allí todos los manjares; esto es, todas las grandezas que puede gustar el alma, que son todas las cosas que se contienen en las dichas dos canciones y significadas por aquellos vocablos comunes; las cuales en sustancia son las que se siguen.

Ve el alma y gusta en esta divina unión abundancia y riquezas inestimables, y halla todo el descanso y recreación que ella desea, y entiende secretos e inteligencias de Dios extrañas, que es otro manjar de los que mejor le saben, y siente en Dios un terrible poder y fuerza que todo otro poder y fuerza priva, y gusta allí admirable suavidad y deleite de espíritu, y halla verdadero sosiego y luz divina, y gusta altamente de la sabiduría de Dios que en la armonía de las criaturas y hechos de Dios reluce y siente; se llena de bienes, y ajena y vacía de males; y sobre todo, entiende y goza de inestimable refección de amor, que la confirma en amor.

Y ésta es la sustancia de lo que se contiene en las dichas dos canciones.

En las cuales dice la esposa que todas estas cosas es su Amado en sí, y lo es para ella; porque en lo que Dios suele comunicar en semejantes éxtasis siente el alma y conoce la verdad de aquel dicho que dijo el santo Francisco, es a saber: Dios mío y todas las cosas. De donde, por ser Dios todas las cosas, y el alma y bien de todas ellas, se declara la comunicación de este éxtasis por la semejanza de la bondad de las cosas en las dichas canciones, según en cada verso de ellas se irá declarando; en lo cual se ha de entender que todo lo que aquí se declara está en Dios eminentemente en infinita manera, o por mejor decir, cada una de estas grandezas que se dicen es Dios, y todas ellas juntas son Dios; que, por cuanto en este caso se une el alma con Dios, siente ser todas las cosas Dios, según lo sintió San Juan cuando dijo: Quod factum est, in ipso vita erat; es a saber: Lo que fue hecho en él era vida. Y así, no se ha de entender que en lo que aquí se dice que siente el alma es como ver las cosas en la luz, ver las criaturas en Dios, sino que en aquella posesión siente ser todas las cosas Dios; ni tampoco se ha de entender que, porque el alma siente tan subidamente de Dios en lo que vamos diciendo, ve a Dios esencialmente y claramente, que no es sino una fuerte y copiosa comunicación y vislumbre de lo que él es en sí, en que siente el alma este bien de las cosas que ahora en los versos declararemos; conviene a saber:

Mi Amado, las montañas.

Las montañas tienen altura, son abundantes, anchas y hermosas, y graciosas, floridas y olorosas. Estas montañas es mi Amado para mí.

Los valles solitarios nemorosos.

Los valles solitarios son quietos, amenos, frescos, umbrosos, de dulces aguas llenos, y en la variedad de sus arboledas y suave canto de aves hacen gran recreación y deleite al sentido, dan refrigerio y descanso en su soledad y silencio. Estos valles es mi Amado para mí.

Las ínsulas extrañas.

Las ínsulas extrañas están ceñidas con la mar, y allende de los mares muy apartadas y ajenas de la comunicación de los hombres; y así, en ellas se crían y nacen cosas muy diferentes de las de por acá, de muy extrañas maneras y virtudes nunca vistas de los hombres, que hacen grande novedad y admiración a quien las ve. Y así, por las grandes y admirables novedades, y noticias extrañas y alejadas del conocimiento común que el alma ve en Dios, le llama ínsulas extrañas; porque extraño llaman a uno por una de dos cosas: o porque se anda retirando de la gente, o porque es excelente y particular entre los demás hombres en sus obras y hechos: por estas dos cosas llama aquí el alma a Dios extraño, porque, no solamente es toda la extrañeza de las ínsulas nunca vistas, pero también sus vías, consejos y obras son muy extrañas y nuevas y admirables para los hombres; y no es maravilla que sea Dios extraño a los hombres, que no le han visto, pues también lo es a los santos ángeles y almas que le ven, pues no le pueden acabar de ver ni acabarán. Y hasta el último día del juicio van viendo en él tantas novedades, según sus profundos juicios, acerca de las obras de misericordia y justicia, que siempre le hacen novedad y siempre se maravillan más. De manera que, no solamente los hombres, pero también los ángeles, le pueden llamar ínsulas extrañas; sólo para sí no es extraño, ni tampoco para sí es nuevo.

Los ríos sonorosos.

Los ríos tienen tres propiedades: la primera, que en todo cuanto entran lo embisten y anegan; la segunda, que hinchen todos los vasos y vacíos que hallan delante; la tercera, que tienen tal sonido, que todo otro sonido privan y ocupan. Y porque en esta comunicación de Dios que vamos diciendo, siente el alma en él estas tres propiedades muy sabrosamente, dice que su Amado es «los ríos sonorosos». Cuanto a la primera propiedad que el alma siente, es de saber que de tal manera se ve el alma embestir del torrente del Espíritu de Dios en este caso y con tanta fuerza apoderarse de ella, que le parece que vienen sobre ella todos los ríos del mundo, que la embisten y siente ser allí anegadas todas sus acciones y pasiones en que antes estaba; y no porque es cosa de tanta fuerza es cosa de tormento, porque estos ríos son ríos de paz, según por Isaías lo da Dios a entender, diciendo de este embestir en el alma: Ecce ego declinabo super eam quasi fluvium pacis, et quasi torrentem inundantem gloriam; quiere decir: Notad y advertid que yo declinaré y embestiré sobre ella, es a saber, sobre el alma, como un río de paz, y así como un torrente que va redundando gloria. Y así, este embestir divino que hace Dios en el alma como ríos sonorosos, toda la hinche de paz y de gloria. La segunda propiedad que el alma siente es, que esta divina agua a este tiempo hinche los vasos de su humildad y llena los vacíos de sus apetitos, según lo dice San Lucas: Exaltavit humiles. Esurientes implevit bonis; que quiere decir: Ensalzó los humildes y llenó a los hambrientos de bienes. La tercera propiedad que el alma siente en estos sonorosos ríos de su Amado, es un ruido y voz espiritual que es sobre todo sonido y voz, la cual priva toda otra voz, y su sonido excede a todos los sonidos del mundo; y en el declarar cómo esto sea nos habemos de detener algún tanto.

Esta voz o este sonoroso sonido de los ríos, que aquí dice el alma, es un henchimiento tan abundante, que la hinche de bienes, y un poder tan poderoso, que la posee, que no sólo le parece sonidos de ríos, pero aun poderosísimos truenos; pero esta voz es voz espiritual y no trae esotros sonidos corporales, ni la pena y modestia de ellos, sino grandeza y fuerza, poder, deleite y gloria; y así, es como una voz y sonido inmenso interior que viste al alma de poder y fortaleza. Esta espiritual voz y sonido hizo en el espíritu de los apóstoles al tiempo que el Espíritu Santo con vehemente torrente (como se dice en los Actos de los apóstoles) descendió sobre ellos; que para dar a entender la espiritual voz que interiormente les hacía, se oyó aquel sonido de fuera como de aire vehemente, que fuese oído de todos los que estaban dentro en Jerusalén; por el cual, como decimos, se denotaba el que dentro recibían los apóstoles, que era, como habemos dicho, henchimiento de poder y fortaleza. Y también cuando estaba el Señor Jesús rogando al Padre en el angustia y aprieto que recibió de sus enemigos, según lo dijo San Juan, le vino una voz del cielo interior confortándole según la humanidad; cuyo sonido oyeron los judíos por de fuera tan grave y vehemente, que unos decían que se había hecho algún trueno, y otros decían que le había hablado algún ángel del cielo; y era, que por aquella voz que se oía de fuera se denotaba y daba a entender la fortaleza y poder que, según la humanidad, a Cristo se le daba de dentro; y no por eso se ha de dar a entender que deja el alma de recibir el sonido de la voz espiritual en el espíritu. Donde es de notar que la voz espiritual es efecto que ella hace en el alma, así como la corporal imprime su sonido en el oído, y la inteligencia en el espíritu. Lo cual quiso dar a entender David cuando dijo: Ecce dabit voci suae vocem virtutis; que quiere decir: Mirad que Dios dará su voz de virtud. La cual virtud es la voz interior; porque decir David: Dará a su voz, voz de virtud; es decir: A la voz exterior que se siente de fuera dará voz de virtud que se sienta de dentro. De donde es de saber que Dios es voz infinita, y comunicándose al alma en la manera dicha, hace el efecto de inmensa voz.

Esta voz oyó San Juan en el Apocalipsis, y dice que la oyó del cielo, y que era Tamquam vocem aquarum multarum, et tamquam vocem tonitrui magni; que quiere decir que era esta voz que oyó como voz de muchas aguas y como voz de un grande trueno. Y porque no se entienda que esta voz, por ser tan grande, era penosa y áspera, añade luego diciendo que esta misma voz era tan suave, que erat sicut citharedorum citharizantium in citharis suis; que quiere decir que era como de muchos tañedores que citarizaban en sus cítaras. Y Ecequiel dice que este sonido como de muchas aguas era quasi sonus sublimis Dei; es a saber, como sonido del altísimo Dios; esto es, que altísima y suavísimamente se comunicaba en él. Esta voz es infinita, porque, como decíamos, es el mismo Dios que se comunica, haciendo voz en el alma; mas cíñese a cada alma, dándole voz de virtud, según le cuadra, limitadamente, y hace gran deleite y grandeza al alma. Que por eso dijo a la Esposa en los Cantares: Sonet vox tua in auribus meis, vox enim tua dulcis; que quiere decir: «Suene tu voz en mis oídos, porque es dulce tu voz».

El silbo de los aires amorosos.

Dos cosas dice el alma en el presente verso, es a saber, aires y silbo. Por los aires amorosos se entienden aquí las virtudes y gracias del Amado, las cuales, mediante la dicha unión del Esposo, embisten en el alma, y amorosísimamente se comunican y tocan en la sustancia de ellas. Y al silbo de estos aires llama una subidísima y sabrosísima inteligencia del Dios y de sus virtudes; la cual redunda en el entendimiento del toque que hacen estas virtudes de Dios en la sustancia del alma; y éste es el más subido deleite que hay en todos los demás que aquí gusta el alma.

Y para que mejor se entienda lo dicho, es de notar que, así como en el aire se sienten dos cosas, que son toque y silbo o sonido, así en esta comunicación del Esposo se sienten otras dos cosas, que son sentimiento de deleite e inteligencia; y así como el toque del aire se gusta con el sentido del tacto y el silbo del mismo aire con el oído, así también el toque de las virtudes del Amado se sienten y gozan en el tacto de esta alma, que es en la sustancia de ella, mediante la voluntad y la inteligencia de las tales virtudes de Dios, se sienten en el oído del alma, que es en el entendimiento. Y es también de saber que entonces se dice venir el aire amoroso, cuando sabrosamente hiere, satisfaciendo el apetito del que deseaba el tal refrigerio, porque entonces regala y recrea el sentido del tacto; y con este regalo del tacto siente el oído gran regalo y deleite en el sonido y silbo del aire, mucho más que el tacto en el toque del aire; porque el sentido del oído es más espiritual, o por mejor decir, allégase más a lo espiritual que el tacto; y así, el deleite que causa es más espiritual que el que causa el tacto. Ni más ni menos, porque este toque de Dios satisface grandemente y regala la sustancia del alma, cumpliendo suavemente su apetito, que era de verse en tal unión, llama a la dicha unión o toques aires amorosos; porque como habemos dicho, amorosa y dulcemente se le comunican las virtudes del Amado en él; de lo cual se deriva en entendimiento el silbo de la inteligencia. Y llámale silbo porque, así como el silbo causado del aire se entra agudamente en el vasillo del oído, así esta subtilísima y delicada inteligencia se entra con admirable sabor y deleite en lo íntimo de la sustancia del alma, que es muy mayor deleite que todos los demás. La causa es porque se le da sustancia entendida y desnuda de accidentes y fantasmas; porque se da al entendimiento que llaman los filósofos pasivo o pasible, porque pasivamente, sin hacer él a su modo natural nada de su parte, la recibe; lo cual es el principal deleite del alma, porque es en entendimiento en que consiste la fruición, como dicen los teólogos, que es ver a Dios; que por significar este silbo la dicha inteligencia sustancial piensan algunos teólogos que vio nuestro padre Elías a Dios en aquel silbo delgado de aire que sintió en el monte a la boca de su cueva. Allí le llama la Escritura silbo de aire delgado, porque de la súbtil y delicada comunicación del espíritu le nacía la inteligencia en el entendimiento; y aquí le llama el alma silbo de aires amorosos, porque de la amorosa comunicación de las virtudes de su Amado le redunda en el entendimiento, y por eso le llama silbo de los aires amorosos.

Este divino silbo que entra por el oído del alma, no solamente es sustancia, como he dicho, entendida, sino también es descubrimiento de verdades de la Divinidad y revelación de secretos suyos ocultos; porque ordinariamente todas las veces que en la Escritura divina se halla alguna comunicación de Dios, que se dice entrar por el oído, se halla ser manifestación de estas verdades desnudas en el entendimiento o revelación de secretos de Dios; las cuales son revelaciones o visiones puramente espirituales, que solamente se dan al alma sin servicio ni ayuda de los sentidos; y así, es muy alto y cierto esto que dicen y comunica Dios por el oído. Que por eso, para dar a entender San Pablo la alteza de su revelación, no dijo: Vidi arcana verba, ni menos: Gustavi arcana verba; sino: Audivi arcana verba, quae non licet homini loqui. Y es como si dijera: Oí palabras secretas que al hombre no es lícito hablar. En lo cual se piensa que vio a Dios tan bien como nuestro padre Elías en el silbo; porque, así como la fe (como también dice San Pablo) es por el oído corporal, así lo que nos dice la fe, que es la sustancia entendida, es por el oído espiritual. Lo cual dio bien a entender el profeta Job, hablando con Dios cuando se le reveló, diciendo: Auditu auris audivi te, nunc autem oculus meus videt te; quiere decir: Con el oído de la oreja te oí, y ahora te ve mi ojo. En lo cual se da claro a entender que el oírlo con el oído del alma es verlo con el ojo del entendimiento pasivo que dijimos; que por eso no dice oiré con el oído de mis orejas, sino de mi oreja; ni te vi con mis ojos, sino con mi ojo del entendimiento; luego este oír del alma es ver con el entendimiento.

Y no se ha de entender que esto que el alma entiende, porque sea sustancia desnuda, como habemos dicho, sea la perfecta y clara fruición como en el cielo; porque, aunque es desnuda de accidentes, no es clara, sino obscura, porque es contemplación; la cual en esta vida, como dice San Dionisio, es rayo de tinieblas; y así, podemos decir que es un rayo e imagen de fruición, por cuanto es en el entendimiento en que consiste la fruición. Esta sustancia entendida que aquí llama el alma silbo es los ojos deseados, que descubriéndoselos el Amado, dijo, porque no los podía sufrir el sentido:

Apártalos, Amado.

Y porque me parece bien a propósito una autoridad de Job, que confirma mucha parte de lo que he dicho en este arrobamiento y desposorio, referirla he aquí (aunque nos detengamos un poco más), y declararé las partes de ella que son a nuestro propósito, y primero la pondré toda en latín y luego en romance, y luego declararé brevemente lo que de ella conviene a nuestro propósito; y acabado esto, proseguiré la declaración de los versos de la otra canción. Dice, pues, Elifaz Temanites, en Job, de esta manera: Porro ad me dictum est verbum absconditum, et quasi furtive suscepit auris mea venas susurrii ejus. In horrore visionis nocturnae, quando solet sopor occupare homines. Pavor tenuit me, et tremor, et omnia ossa mea perlerrita sunt, et cum spiritus, me presente transiret, inhorruerunt pili carnis meae. Stetit quidam, cujus non agnosceban vultum, imago coram oculis meis, et vocem quasi aurea lenis audivi; y en romance quiere decir: De verdad a mí se me dijo una palabra escondida, y como a hurtadillas recibió mi oreja las venas de su susurro en el horror de la visión nocturna; cuando el sueño suele ocupar a los hombres ocupome el pavor y el temblor, y todos mis huesos se alborotaron; y como el espíritu pasase en mi presencia, encogiéronseme los pelos de mi carne, púsoseme delante uno cuyo rostro no conocía, era imagen delante de mis ojos, y oí una voz de aire delgado. En la cual autoridad se contiene casi todo lo que habemos dicho aquí hasta este punto, de este rapto, desde la canción XII, donde dice: «Apártalos, Amado»; porque en lo que aquí dice Elifaz, que se le dijo una palabra escondida, se significa aquello escondido que se le dio al alma, cuya grandeza no pudiendo sufrir, dijo:

Apártalos, Amado.

Y en decir que recibió su oreja las venas de su susurro como a hurtadillas, es decir la sustancia desnuda que habemos dicho que recibe el entendimiento; porque venas aquí denotan sustancia interior. El susurro significa aquella comunicación y toque de virtudes de donde se comunica al entendimiento la dicha sustancia entendida. Y llámale aquí susurro, porque es muy suave la tal comunicación, así como allí la llama aires amorosos el alma, porque amorosamente se comunica. Y dice que le recibía como a hurtadillas, porque, así como lo que se hurta es ajeno, así aquel secreto era ajeno del hombre, hablando naturalmente, porque recibió lo que no era de su natural, y así no le era lícito recibirlo, como tampoco a San Pablo le era lícito poder decir el suyo; por lo cual dijo el otro profeta dos veces: Mi secreto para mí; Secretum meum mihi, secretum meum mihi. Y cuando dijo: En el horror de la visión nocturna, cuando suele el sueño ocupar los hombres, me ocupó el pavor y temblor; da a entender el temor y temblor que naturalmente hace al alma aquella comunicación de arrobamiento que decíamos no podía sufrir el natural en la comunicación del Espíritu de Dios; porque da aquí a entender este profeta que, así como al tiempo que se van a dormir los hombres les suele oprimir y atemorizar una visión que llaman pesadilla, lo cual les acaece entre el sueño y la vigilia, que es en aquel punto que se comunica el sueño, así, al tiempo de este traspaso espiritual, entre el sueño de la ignorancia natural y la vigilia del conocimiento sobrenatural, que es el principio del arrobamiento o éxtasis, les hace temblor y temor la visión espiritual que entonces se les comunica. Y añade más, diciendo que todos sus huesos se asombraron o alborotaron; que quiere tanto decir como si dijera, se conmovieron o desencasaron de sus lugares; en lo cual se da a entender el gran descoyuntamiento de huesos que habemos dicho padecerse a este tiempo; lo cual dio bien a entender Daniel cuando vio al ángel, diciendo: Domine mi, in visione tua dissolutae sunt compages meae; esto es: Señor mío, en tu visión las junturas de mis huesos se han abierto. Y en lo que dice luego: Y como el espíritu pasase en mi presencia, es a saber, haciendo pasar al mío de sus límites y vías naturales por el arrobamiento que habemos dicho, encogiéronseme los pelos de mis carnes; da a entender lo que habemos dicho del cuerpo, que en este traspaso se queda helado y encogidas las carnes como muerto. Luego se sigue: Estuvo uno cuyo rostro no conocía, era imagen delante de mis ojos. Éste que dice que estuvo, era Dios, que se comunicaba en la manera dicha. Y dice que no conocía su rostro, para dar a entender que en la tal comunicación o visión, aunque es altísima, no se conoce ni ve el rostro y esencia de Dios; pero dice que era imagen delante de sus ojos, porque, como habemos dicho, aquella inteligencia de palabra escondida era altísima, como imagen y rostro de Dios; mas no se entiende que es ver esencialmente a Dios. Luego concluye diciendo: Y oí una voz de aire delicado, en que se entiende «el silbo de los aires amorosos», que dice aquí el alma que es su Amado. Y no se ha de entender que siempre acaecen estas visitas con estos temores y detrimentos naturales; que, como queda dicho, es a los que comienzan a entrar en estado de iluminación y perfección y en este género de comunicación, porque en otros antes acaecen con gran suavidad.

La noche sosegada.

En este sueño espiritual que el alma tiene en el pecho de su Amado, posee y gusta todo el sosiego y descanso y quietud de la pacífica noche, y recibe juntamente en Dios una abismal escura inteligencia divina, y por eso dice que su Amado es para ella «la noche sosegada».

En par de los levantes del aurora.

Pero esta noche sosegada no es de manera que sea como noche obscura, sino como la noche junto ya a los levantes de la mañana; porque este sosiego y quietud en Dios no le es al alma del todo obscuro como la obscura noche, sino sosiego y quietud en la luz divina y en conocimiento de Dios nuevo, en que el espíritu está suavísimamente quieto, levantado a la luz divina. Y llama aquí propiamente y bien a esta luz divina levantes del aurora, que quiere decir la mañana; porque, así como los levantes de la mañana despiden la obscuridad de la noche y descubren la luz del día, así este espíritu sosegado y quieto en Dios es levantado de la tiniebla del conocimiento natural a la luz matutinal del conocimiento sobrenatural de Dios, no claro, como dicho es, sino obscuro, como noche en par de los levantes del aurora; porque, así como la noche en par de los levantes, ni del todo es noche ni del todo es día, sino, como dicen, entre dos luces; así esta soledad y sosiego divino, ni con toda claridad es informado de la luz divina, ni deja de participar algo de ella.

En este sosiego se ve el entendimiento levantado con extraña novedad sobre todo natural entender a la divina luz; bien así como el que después de un largo sueño abre

los ojos a la luz que no esperaba. Este conocimiento, entiendo, quiso dar a entender David cuando dijo: Vigilavi, et factus sum sicut passer solitarius in tecto; que quiere decir: Recordé y fui hecho como el pájaro solitario en el techo. Como si dijera: Abrí los ojos de mi entendimiento, y halléme sobre todas las inteligencias naturales, solitario sin ellas en el tejado; que es sobre todas las cosas de abajo. Y dice aquí que fue hecho semejante al pájaro solitario, porque en esta manera de contemplación tiene el espíritu las propiedades de este pájaro, las cuales son cinco. La primera, que ordinariamente se pone en lo más alto; y así, el espíritu en este paso en altísima contemplación. La segunda, que siempre tiene vuelto el pico hacia donde viene el aire; y así, el espíritu vuelve aquí el pico del afecto hacia donde viene el Espíritu de amor, que es Dios. La tercera es que ordinariamente está solo y no consiente otra ave alguna junto a sí, sino que en parándose alguna junto, luego se va; y así, el espíritu en esta contemplación está en soledad de todas las cosas del mundo y huye de todas ellas, ni consiente en sí otra cosa que soledad en Dios. La cuarta propiedad es que canta muy suavemente, y lo mismo hace a Dios el espíritu a este tiempo; porque las alabanzas que hace a Dios son de suavísimo amor, sabrosísimas para sí y preciosísimas para Dios. La quinta es, que no es de algún determinado color; y así, es el espíritu perfecto, que no sólo en este exceso no tiene algún color de afecto sensual y amor propio, mas ni aun particular consideración en lo superior ni inferior, ni podrá decir de ello modo ni manera, porque es abismo de noticia de Dios la que posee, según se ha dicho.

La música callada.

En aquel silencio y sosiego de la noche ya dicha, y en aquella noticia de la luz divina, echa de ver el alma una admirable conveniencia y disposición de la sabiduría de Dios en las diferencias de todas sus criaturas y obras; porque todas ellas y cada una tienen una correspondencia con Dios, con que cada una en su manera de voz muestra lo que en ella es Dios; de suerte que le parece una armonía de música subidísima, que sobrepuja todos los saraos y melodías del mundo; y llama a esta música callada porque, como habemos dicho, es inteligencia sosegada y quieta, sin voces de mundo; y así, se goza en ella la suavidad de la música y la quietud del silencio; y así, dice que su Amado es esta música callada, porque en él se conoce y gusta ésta armonía de música espiritual; y no sólo eso, sino que también es

La soledad sonora.

Lo cual es casi lo mismo que la música callada; porque, aunque aquella música es callada cuanto a los sentidos y potencias naturales, es soledad muy sonora para las potencias espirituales; porque, estando ellas solas y vacías de todas las formas y aprehensiones naturales, pueden recibir bien el sentido espiritual sonorísimamente en el espíritu de la excelencia de Dios en sí y en sus criaturas, según aquello que dijimos arriba haber visto San Juan en espíritu en el Apocalipsis; conviene a saber, voz de muchos citaredos que citarizaban en sus cítaras; lo cual fue en espíritu, y no de cítaras materiales, sino cierto conocimiento de las alabanzas de los bienaventurados, que cada uno en su manera de gloria hace a Dios continuamente; lo cual es como música; porque, así como cada uno posee de diferente manera sus dones, así cada uno canta su alabanza diferentemente, y todas en una concordancia de amor, bien así como música. A este mismo modo echa de ver el alma en aquélla sabiduría sosegada en todas las criaturas, no sólo superiores, sino también inferiores, según lo que ellas tienen en sí cada una recibido de Dios, dar cada una su voz de testimonio de lo que es Dios. Y ve que cada una en su manera engrandece a Dios, teniendo en sí a Dios según su capacidad; y así, todas estas voces hacen una voz de música de grandeza de Dios y sabiduría y ciencia admirable; y esto es lo que quiso decir el Espíritu Santo en el libro de la Sabiduría cuando dijo: Spiritus Domini replevit orbem terrarum, et hoc quod continet omnia, scientiam habet vocis; que quiere decir: El Espíritu del Señor llenó la redondez de la tierra; y este mundo que contiene todas las cosas que él hizo, tiene ciencia de voz. Que es la soledad sonora que decimos aquí conocer el alma, que es el testimonio que de Dios dan en sí todas ellas. Y por cuanto el alma recibe esta sonora música, no sin soledad y ajenación de todas las cosas las llama «la música callada y la soledad sonora»; la cual dice que es su Amado, y más:

La cena, que recrea y enamora.

La cena a los enamorados hace recreación, hartura y amor; y porque estas tres cosas causa el Amado en el alma en esta suave comunicación, le llama ella aquí «la cena que recrea y enamora». Es de saber que en la divina Escritura este nombre cena se entiende por la visión divina; porque, así como la cena es remate del trabajo del día y principio del descanso de la noche, así esta noticia que habemos dicho, sosegada, le hace sentir al alma cierto fin de males y principio de posesión de bienes, en que se enamora de Dios más de lo que antes estaba; y por eso le es a ella la cena, que recrea en serle el fin de los males, y la enamora en serle principio de posesión de todos los bienes.

Pero, para que se entienda mejor cómo sea esta cena para el alma, la cual cena, como habemos dicho, es su Amado, conviene aquí notar lo que el mismo Esposo amado dice en el Apocalipsis es a saber: Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno me abriere, entraré y cenaré con él, y él conmigo: Ecce sto ad ostium, et pulso, si quis audierit vocem meam, et aperuerit Mihi januam, intrabo ad illum, et coenabo cum illo, et ipse mecum. En lo cual da a entender que él se trae la cena consigo, la cual no es otra cosa sino su mismo sabor y deleites de que él mismo goza; los cuales, uniéndose él con el alma, se los comunica y goza ella también; que eso quiere decir: yo cenaré con él, y él conmigo; y así, en estas palabras se da a entender el efecto de la divina unión del alma con Dios, en la cual los mismos bienes propios de Dios se hacen comunes también al alma esposa, comunicándoselos él, como habemos dicho, graciosa y largamente; y así, él mismo es para ella la cena que recrea y enamora; porque, en serle largo la recrea, y en serle gracioso la enamora.

Pero antes que entremos en la declaración de las demás canciones, conviene aquí advertir que no porque habemos dicho que en aqueste estado de desposorio en que habemos dicho que goza el alma de toda tranquilidad, y que se le comunica todo lo demás que se le puede comunicar en esta vida, se ha de entender que es en toda ella, sino que esta tranquilidad es según la parte superior; porque la sensitiva, hasta el estado de matrimonio espiritual, nunca acaba de perder sus resabios ni sujetar del todo sus fuerzas, como después se dirá; y que lo que se le comunica es lo más que se puede en razón de desposorio; porque en el matrimonio espiritual hay grandes ventajas; porque aunque en el desposorio en las visitas goza tanto bien el alma esposa, como se ha dicho, todavía padece ausencia y perturbaciones y molestias de parte de la porción inferior y del demonio; todo lo cual cesa en el estado del matrimonio.

Anotación de la canción siguiente

Pues como la esposa tiene ya las virtudes puestas en el alma en el punto de su perfección, en que está gozando de ordinaria paz en las visitas que el Amado le hace, goza algunas veces subidísimamente la suavidad y fragancia de las dichas virtudes, por el toque que el Amado hace en ellas; bien así como se gusta la suavidad y hermosura de las azucenas y flores cuando están abiertas y las tratan; porque en muchas de estas visitas ve el alma en su espíritu todas sus virtudes que Dios le ha dado, obrando él en ellas esta luz; y ella entonces, con admirable deleite y sabor de amor, las junta todas y las ofrece al Amado como una piña de hermosas flores, y recibiéndolas el Amado (porque entonces las recibe de veras), recibe en ello gran servicio; todo lo cual pasa dentro del alma, en que siente ella estar el Amado como en su propio lecho; porque el alma se ofrece juntamente con las virtudes, que es el mayor servicio que ella le puede hacer; y así, es uno de los mayores deleites que en el trato interior con Dios ella suele recibir en esta manera de don que hace el Amado; y conociendo el demonio esta prosperidad del alma, el cual, por su gran malicia, envidia todo el bien que en ella ve, usa a este tiempo de toda su habilidad y ejercita todas sus artes para poder perturbar en el alma siquiera una mínima parte de este bien; porque más precia él impedir a esta alma un quilate de ésta su riqueza, gloria y deleite, que hacer caer a otras en muchos y muy graves pecados; porque las otras tienen poco o nada que perder, y ésta mucho, porque tiene mucho ganado y muy precioso; así como, perder un poco de oro muy primo es más que perder mucho de otros bajos metales. Aprovéchase aquí el demonio de los apetitos sensitivos, aunque con éstos, en este estado, puede muy poco las más veces, o nada, por estar ya ellos amortiguados, y de que con esto no puede representar a la imaginación muchas variedades; y a veces levanta en la parte sensitiva muchos movimientos (como después se dirá) y otras molestias que causa, así espirituales como sensitivas, de las cuales no es en mano del alma poderse librar hasta que el Señor envía su ángel, como se dice en el salmo, alrededor de los que le temen y los libra: Immittet Angelus Domini in circuitu timentium eum, et eripiet eos. Y hace paz y tranquilidad, así en la parte sensitiva como en la espiritual del alma; la cual, para denotar todo esto y pedir este favor, recelosa de la experiencia que tiene de las astucias que usa el demonio para hacerle el dicho daño, en este tiempo, hablando con los ángeles, cuyo oficio es favorecer a este tiempo, ahuyentando los demonios, dice la canción siguiente:

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