Canción XIX

Escóndete, Carillo,

Y mira con tu haz a las montañas,

Y no quieras decillo;

Mas mira las compañas

De la que va por ínsulas extrañas.

Declaración

Cuatro cosas pide el alma esposa en esta canción al Esposo: la primera, que sea servido de comunicársele muy adentro en lo escondido de su alma; la segunda, que embista e informe sus potencias con la gloria y excelencia de su divinidad; la tercera, que sea esto tan alta y profundamente, que no se sepa ni quiera decir, ni sea de ello capaz el exterior y parte sensitiva; la cuarta, que se enamore de las muchas virtudes y gracias que él ha puesto en ella, con que va ella acompañada y sube a Dios con muy altas y levantadas noticias de la divinidad, y por excesos de amor muy extraños y extraordinarios de los que ordinariamente se suelen tener; y así, dice:

Escóndete, Carillo.

Como si dijera: Querido Esposo mío, escóndete en lo más interior de mi alma, comunicándole a ella escondidamente y manifestándole tus escondidas maravillas, ajenas de todos los ojos mortales.

Y mira con tu haz a las montañas.

La haz de Dios es su divinidad, y las montañas son las potencias del alma, memoria, entendimiento y voluntad; y así, es como si dijera: embiste con tu divinidad en mi entendimiento dándole inteligencias divinas, y en mi voluntad dándole y comunicándole el divino amor, pide el alma todo lo que se puede pedir; porque no anda ya contentándose en conocimiento y comunicación de Dios por las espaldas, como hizo Dios con Moisés, que es conocerle por sus efectos y obras, sino con la haz de Dios que es comunicación esencial de la divinidad, sin otro algún medio en el alma, por cierto conocimiento de ella en la divinidad; lo cual es cosa ajena de todo sentido y accidentes, por cuanto es toque de sustancias desnudas; es a saber, del alma y divinidad. Y por eso dice luego:

Y no quieras decillo.

Es a saber, que «no quieras decillo» como antes, cuando las comunicaciones que en mí hacías eran de manera que las decías a los sentidos exteriores, por ser cosas de que ellos eran capaces, porque no eran tan altas y profundas que no pudiesen ellos alcanzarlas; mas ahora sean tan subidas y sustanciales estas comunicaciones, y tan de adentro, que no se les diga a ellos nada, esto es, que no las puedan ellos alcanzar a saber; porque la sustancia del espíritu no se puede comunicar al sentido, y todo lo que se comunica al sentido, mayormente en esta vida, no puede ser puro espíritu, por no ser él capaz de ello. Deseando, pues, el alma aquí esta comunicación de Dios tan sustancial y esencial que no cae en sentido, pide al Esposo, que «no quiera decillo», que es como decir: Sea de manera la profundidad de este escondrijo de unión espiritual, que el sentido ni lo acierte a decir ni a sentir, siendo como los secretos que oyó San Pablo, que no era lícito al hombre decirlos.

Mas mira las compañas.

El mirar de Dios es amar y hacer mercedes, y las compañas que aquí dice el alma que mire Dios son la multitud de virtudes y dones y perfecciones y otras riquezas espirituales que él ha puesto ya en ella como arras y prendas y joyas de desposado; y así, es como si dijera: Mas antes conviértete, Amado, a lo interior de mi alma, enamorándote del acompañamiento de riquezas que has puesto en ella, para que, enamorado de ellas, en ella te escondas y en ella te detengas; pues que es verdad que, aunque son tuyas, ya por habérselas tú dado también son

De la que va por ínsulas extrañas.

Es a saber, de mi alma, que va a ti por extrañas noticias de ti, y por modos y vías extrañas y ajenas de todos los sentidos y del común conocimiento natural; y así, es como si dijera, queriéndole obligar: Pues va mi alma a ti por noticias espirituales, extrañas y ajenas de los sentidos, comunícate tú a ella también en tan interior y subido grado que sea ajena de todos ellos.

Anotación para las canciones siguientes

Para llegar a tan alto estado de perfección como aquí el alma pretende, que es el matrimonio espiritual, no sólo no le basta estar limpia y purificada de todas las imperfecciones y rebeliones y hábitos imperfectos de la parte inferior, en que, desnudado el viejo hombre, está ya sujeta y rendida a la superior, sino que también ha menester grande fortaleza y muy subido amor para tan fuerte y estrecho abrazo de Dios; porque, no solamente en este estado consigne el alma muy alta pureza y hermosura, sino también terrible fortaleza por razón del estrecho y fuerte nudo que por medio de esta unión entre Dios y el alma se da. Por lo cual, para venir a él, ha menester ella estar en el punto de pureza, fortaleza y amor competente; que por eso, deseando el Espíritu Santo, que es el que interviene y hace esta junta espiritual, que el alma llegase a tener estas partes para merecello, hablando con el Padre y con el Hijo en los Cantares, dijo: ¿Qué haremos a nuestra hermana en el día que ha de salir a vistas y hablar? Porque es pequeñuela y no tiene crecidos los pechos. Si ella es muro, edifiquemos sobre él fuerzas y defensas plateadas, y si es puerta, guarnezcámosla con tablas cedrinas: Soror nostra parva et ubera non habet. Quid faciemus sorori nostrae in die quando alloquenda est? Si murus est, aedificemus super eum propugnacula argentea: si ostium est, compingamus illud tabulis cedrinis. Entendiendo aquí por las fuerzas y defensas plateadas las virtudes fuertes heroicas envueltas en fe, que por la plata es significada; las cuales virtudes heroicas son ya las del matrimonio espiritual, que asientan sobre el alma fuerte, que es aquí significada por el muro, en cuya fortaleza ha de reposar el pacífico Esposo, sin que le perturbe alguna flaqueza; y entendiendo por las tablas cedrinas las aficiones y accidentes del alto amor, el cual es significado por el cedro, y éste es el amor del matrimonio espiritual; y para guarnecer con él a la esposa, es menester que ella sea puerta, es a saber, para que entre el Esposo, y teniendo ella abierta la puerta de la voluntad para él por entero y verdadero sí de amor, que es el sí del desposorio, que está dado antes del matrimonio espiritual. Entendiendo también por los pechos de la esposa ese mismo amor perfecto que le conviene tener, para parecer delante del Esposo, Cristo, para consumación del tal estado.

Pero dice allí el texto que respondió luego la esposa, con el deseo que tenía de salir a estas vistas, diciendo Yo soy muro, y mis pechos son como una torre; Ego murus; et ubera mea sicut turris. Que es como decir: Mi alma es fuerte y mi amor muy alto, para que no quede por eso; lo cual también aquí el alma esposa, en el deseo que tiene de esta perfecta unión y transformación, ha ido dando a entender en las canciones precedentes, y especialmente en la que acabamos de declarar, en que pone al Esposo delante las virtudes, riquezas y disposiciones que de él tiene recibidas, para más le obligar. Y por eso el Esposo, queriendo concluir con este negocio, dice las dos siguientes canciones, en que acaba de purificar al alma hacera fuerte y disponerla, así según la parte sensitiva como según la espiritual, para este estado; diciéndolas contra todas las contrariedades y rebeliones, así de la parte sensitiva como de parte del demonio.

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