Canción XVI

Cazadnos las raposas,

Que está ya florida nuestra viña,

En tanto que de rosas

Hacemos una piña,

Y no parezca nadie en la montiña.

Declaración

Deseando, pues, el alma que no le impidan la continuación de este deleite interior de amor, que es la flor de la viña de su alma, ni los envidiosos y maliciosos demonios, ni los furiosos apetitos de la sensualidad, ni las varias idas y venidas de la imaginación, ni otras cualesquier noticias y presencias de cosas, invoca a los ángeles, diciendo que cacen todas estas cosas y las impidan, de manera que no impidan el ejercicio de amor interior, en cuyo deleite y sabor se están comunicando y gozando las virtudes y gracias entre el alma y el Hijo de Dios. Y así, dice:

Cazadnos las raposas,

Que está ya florida nuestra viña.

La viña que aquí dice, es el plantel que está en esta santa alma de todas las virtudes, las cuales le dan a ella vino de dulce sabor; esta viña del alma está florida cuando según la voluntad está unida con el Esposo, y en el mismo Esposo está deleitándose según todas estas virtudes juntas; y algunas veces, como habemos dicho, suelen acudir a la memoria y fantasía muchas y varias formas e imaginaciones, y en la parte sensitiva se levantan muchos y varios movimientos y apetitos; los cuales, por ser de tantas maneras y tan varios, cuando David estaba bebiendo este sabroso vino de espíritu con grande sed en Dios, sintiendo el impedimento y molestia que le hacían, dijo: Mi alma tuvo sed en ti, cuan de muchas maneras sea mi carne a ti; Sitivit in te anima mea, quam multipliciter tibi caro mea. Llama el alma toda esta armonía de apetitos y movimientos sensitivos raposas, por la gran propiedad que tienen a este tiempo con ellas; porque así como las raposas se hacen dormidas para hacer presa cuando sale la caza, así todos estos apetitos y fuerzas sensitivas estaban sosegadas hasta que en el alma se levantan y se abren y salen a ejercicio estas flores de las virtudes; y entonces también parece que despiertan y se levantan en la sensualidad sus flores de apetitos y fuerzas sensuales a querer contradecir al espíritu y reinar; hasta esto llega la codicia que dice San Pablo que tiene la carne contra el espíritu; que, por ser su inclinación grande a lo sensitivo, gustando el espíritu, se desaborea y disgusta al dulce espíritu, y por eso dice:

Cazadnos las raposas.

Pero los maliciosos demonios hacen aquí de su parte molestia al alma de dos maneras; porque ellos incitan a levantar estos apetitos con vehemencia, y con ellos y otras imaginaciones hacen guerra a este reino pacífico y florido del alma. Lo segundo, y lo que peor es, que cuando de esta manera no pueden, embisten en ella con tormentos y ruidos corporales para hacerla divertir. Y lo que es más malo, que la combaten con temores y horrores espirituales a veces de terribles tormentos; lo cual a este tiempo, si se les da licencia, pueden ellos muy bien hacer; porque, como el alma se pone en muy desnudo espíritu pasa este ejercicio espiritual, puede con facilidad él hacerse presente a ella, pues también él es espíritu. Otras veces la hace otros embestimientos de horrores, antes que ella comience a gustar estas dulces flores, a tiempo que Dios la comienza a sacar algo de la casa de sus sentidos, para que entre en el dicho ejercicio interior al huerto del Esposo; porque sabe que si una vez se entra en aquel recogimiento está tan amparada, que, por más que haga, no puede hacerla daño. Y muchas veces, cuando aquí el demonio sale a tomarle el paso, suele el alma con gran presteza recogerse en el fondo escondrijo de su interior, donde halla gran deleite y amparo, y entonces padece aquellos terrores tan de fuera y tan a lo lejos, que, no sólo no le hacen temor, mas le causan alegría y gozo. De estos terrores hace mención la Esposa en los Cantares diciendo: Anima mea conturbavit me propter quadrigas Aminadab; «Mi alma me conturbó por causa de los carros de Aminabad». Entendiendo allí por Aminadab al demonio, llamando carros a sus embestimientos y acometimientos, por la grande vehemencia y tropel y ruidos que con ellos trae. Y lo mismo que aquí dice el alma: «Cazadnos las raposas», dice también la Esposa en los Cantares, al mismo propósito, pero diciendo: Cazadnos las raposas pequeñas que desmenuzan las viñas, porque nuestra viña ha florecido Capite nobis vulpes parvulas, quae demoliuntur vineas. Nam vinea nostra floruit. Y no dice cazadme, sino cazadnos; porque habla de sí y del Amado, porque están en uno y gozando la flor de la viña.

La causa por que aquí dice que la viña está con flor, y no dice con fruto, es porque las virtudes en esta vida, aunque se gocen en el alma con tanta perfección como ésta de que hablamos, es como gozarla en flor; porque sólo en la otra se gozarán como en fruto. Y dice luego:

En tanto que de rosas

Hacemos una piña.

Porque a esta sazón que el alma está gozando la flor de esta viña y deleitándose en el pecho de su Amado, acaece así, que las virtudes del alma se ponen todas en pronto y claro, como habemos dicho, mostrándose al alma y dándole de sí gran suavidad y deleite; las cuales siente el alma estar sí misma y en Dios, de manera que le parecen ser una viña muy florida y agradable de ella y de él, en que ambos se apacientan y deleitan; y entonces el alma junta todas estas virtudes, haciendo actos muy sabrosos de amor en cada una de ellas y en todas juntas; y así, juntas las ofrece ella al Amado con gran ternura de amor y suavidad, a lo cual le ayuda el mismo Amado; porque sin su favor y ayuda no podría ella hacer esta junta y ofrenda de virtudes a su Amado, que por eso dice:

Hacemos una piña.

Es a saber, el Amado y yo. Llama piña a esta junta de virtudes, porque así como la piña es una pieza fuerte, y en sí contiene muchas piezas fuertes y en sí abrazadas fuertemente, que son los piñones; así esta piña de virtudes que hace el alma para su Amado es una sola pieza de perfección del alma, la cual fuerte y ordenadamente abraza y contiene en sí muchas perfecciones y virtudes muy fuertes, y dones muy ricos, porque todas las perfecciones y virtudes se ordenan y contienen una sólida perfección del alma; la cual, en tanto que está haciéndose por el ejercicio de las virtudes, y ya hecha, se está ofreciendo de parte del alma al Amado en espíritu de amor, que vamos diciendo, conviene que se cacen las dichas raposas, para que no impidan la tal comunicación interior de los dos. Y no sólo pide esto sólo la esposa en esta canción, para poder bien hacer la piña, mas también lo que se sigue en el verso siguiente, es a saber:

Y no parezca nadie en la montiña.

Porque para este divino ejercicio interior es también necesaria soledad y ajenación de todas las cosas que se podrían ofrecer al alma, ahora de parte de la porción inferior, que es la sensitiva del hombre, ahora de parte de la porción superior, que es la racional; las cuales dos porciones son en quien se encierra toda la armonía de las potencias y sentidos del hombre, a la cual armonía llama aquí montiña; porque, morando en ella y situándose en ella todas las noticias y apetitos de la naturaleza, como la caza en el monte, en ella suele el demonio hacer caza y presa en esos apetitos y noticias para mal del alma. Dice que en esta montiña no parezca nadie; es a saber representación y figura de cualquier objeto perteneciente a cualquiera de estas potencias o sentidos que habemos dicho, no parezca delante el alma y el Esposo. Y así, es como si dijera: En todas las potencias espirituales del alma, como son memoria, entendimiento y voluntad, no haya noticias ni afectos particulares ni otras cualesquier advertencias. Y en todos los sentidos y potencias corporales, así interiores como exteriores, que son imaginativa, fantasía, ver, oír, etc., no haya otras digresiones y formas e imágenes y figuras, ni representaciones de objetos al alma, ni otras operaciones naturales. Esto dice aquí el alma por cuanto, para gozar perfectamente de esta comunicación con Dios, conviene que todos los sentidos y potencias, así interiores como exteriores, estén desocupados, vacíos y ociosos de sus propias operaciones y objetos, porque en tal caso, cuando ellos de suyo más se ponen en ejercicio, tanto más estorban; porque, llegando el alma a alguna manera de unión interior de amor, ya no obran en esto las potencias espirituales, y menos las corporales, por cuanto está ya hecha y obrada la unión de amor actuada en el alma en amor; y así, acabaron de obrar las potencias, porque llegando al término, cesan todas las operaciones de los medios. Y así, lo que el alma hace entonces es asistencia de amor en Dios, la cual es amor en continuación de amor unitivo. No parezca, pues, nadie en la montiña; sola la voluntad parezca, asistiendo al Amado en entrega de sí y de todas las virtudes, en la manera que está dicha.

Anotación de la canción siguiente

Para más noticia de la canción que se sigue, conviene aquí advertir que las ausencias que padece el alma de su Amado en este estado de desposorio espiritual son muy aflictivas, y algunas son de manera que no hay pena que se le compare. La causa de esto es que, como el amor que tiene a Dios en este estado es grande y fuerte, atorméntale fuerte y grandemente en la ausencia. Y añádese a esta pena la molestia que a este tiempo recibe en cualquiera manera de trato o comunicación de criaturas, que es muy grande; porque, como ella está en aquella gran fuerza de deseo, avivado por la unión con Dios, cualquiera entretenimiento le es gravísimo y molesto; bien así como a la piedra, cuando con grande ímpetu y velocidad va llegando hacia su centro, cualquier cosa en que topase y la entretuviese en aquel vacío le sería muy violenta. Y como está ya el alma saboreada con estas dulces visitas, sonle más deseables sobre el oro y toda hermosura. Y por eso, temiendo el alma mucho carecer, aun por momento, de tan preciosa presencia, hablando con la sequedad y con el espíritu de su Esposo, dice las palabras de la canción siguiente:

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