Nuestro lecho florido,
De cuevas de leones enlazado,
En púrpura tendido,
De paz edificado,
De mil escudos de oro coronado.
Declaración
En las dos canciones pasadas, conviene saber, XIV y XV, ha cantado el alma esposa las gracias y grandezas de su Amado, el Hijo de Dios. Y en ésta, no sólo las va prosiguiendo, mas también canta el felice y alto estado en que se ve puesta, y la seguridad de él. Y lo tercero, las riquezas de dones y virtudes con que se ve dotada y arreada en el tálamo de su Esposo. Porque dice estar ya ella en unión con Dios, teniendo las virtudes en fortaleza. Lo cuarto, porque tiene ya perfección de amor. Lo quinto, porque tiene paz espiritual cumplida, y que toda ella está hermoseada y enriquecida con dones y virtudes, como se pueden en esta vida poseer y gozar, según se irá diciendo en los versos. Lo primero, pues, que canta es el deleite que goza en la unión del Amado, diciendo:
Nuestro lecho florido.
Ya habemos dicho que este lecho del alma es el pecho y amor del Esposo, Hijo de Dios, el cual está florido para el alma; porque, estando ella unida ya y recostada en él, hecha esposa, se le comunica el pecho y el amor del Amado; lo cual es comunicársele la sabiduría y secretos y gracias y virtudes y dones de Dios, con los cuales está ella tan hermoseada y rica y llena de deleites, que le parece estar en un lecho de pariedad de suaves flores divinas, que con su toque la deleitan y con su olor la recrean. Por lo cual llama ella muy propiamente a esta junta de amor con Dios lecho florido; porque así le llama la Esposa hablando con el Esposo en los Cantares: Lectulus noster floridus. Llámale nuestro porque unas mismas virtudes y un mismo amor, conviene a saber, del Amado, son ya de entrambos, y de entrambos un mismo deleite, según aquello que dice el Espíritu Santo en los Proverbios, es a saber: Delitiae meae esse cum filiis hominum; «Mis deleites son con los hijos de los hombres». Llámale también florido porque en este estado están ya las virtudes en el alma perfectas y heroicas; lo cual aún no había podido ser hasta que el lecho estuviese florido en perfecta unión con Dios. Y así, canta luego lo segundo en el verso siguiente:
De cuevas de leones enlazado.
Entendiendo por cuevas de leones las virtudes que posee el alma en este estado de unión con Dios. La razón es porque las cuevas de los leones están muy seguras y amparadas de todos los demás animales; porque, temiendo ellos la osadía y fortaleza del león que está dentro, no sólo no se atreven a entrar, mas ni aun junto a ella osan pararse; y así, cada una de las virtudes, cuando ya las posee el alma en perfección, es como una cueva de leones para ella, en la cual mora y asiste el Esposo, Cristo, unido con el alma en aquella virtud y en cada una de las demás, como fuerte león. Y la misma alma, unida con él en esas mismas virtudes, está también como fuerte león, porque allí recibe las propiedades de Dios; y así, en este caso está el alma tan amparada y fuerte en cada virtud, y con todas juntas recostada en este florido lecho de la unión con su Dios, que no sólo no se atreven los demonios a acometer a la tal alma, mas ni aun osan parecer delante de ella, por el gran temor que le tienen, viéndola tan engrandecida, animada y osada con las virtudes perfectas en el lecho del Amado; porque, estando ella unida en transformación de amor, tanto le temen como a él mismo, y ni la osan mirar, porque teme mucho el demonio al alma que tiene perfección.
Dice también que está enlazado el lecho de estas cuevas de las virtudes; porque en este estado de tal manera están trabadas entre sí las virtudes, y unidas y fortalecidas unas con otras, y ajustadas en una acabada perfección del alma, sustentándose unas con otras, que no queda abierta ni flaca, no sólo para que el demonio pueda entrar, pero ni aun para que ninguna cosa del mundo, alta ni baja, la pueda inquietar ni molestar ni aun mover; porque, estando ya libre de toda molestia de las pasiones naturales, y ajena y desnuda de la tormenta y variedad de los cuidados temporales, como aquí lo está, goza en seguridad y quietud la participación de Dios. Esto mismo es lo que deseaba la Esposa en los Cantares diciendo: Quis mihi det te fratrem meum sugentem ubera matris meae, ut inveniam te foris, et deosculer te, et jam me nemo despiciat? Quiere decir: ¿Quién te me diese, hermano mío, que mamases los pechos de mi madre, de manera que te hallase yo afuera y te besase yo a ti, y no me desprecie ya nadie? Este beso es la unión de que vamos hablando, en la cual en cierta manera se iguala el alma con Dios por amor, que es lo que ella desea, diciendo que quién le dará al Amado, que sea su hermano; lo cual significa y hace igualdad. Y que mame él los pechos de su madre, que es consumirle todas las imperfecciones y apetitos de su naturaleza que tiene de su madre Eva, y le halle sólo afuera, esto es, se una con él sólo, afuera de todas las cosas, desnuda según la voluntad y apetito de todas ellas. Y así, no la despreciará nadie; es a saber, no se le atreverán mundo, demonio ni carne; porque, estando libre y purgada de todas estas cosas, y unida con Dios, ninguna de ellas le puede enojar. De aquí es que el alma goza ya en este estado de una ordinaria suavidad y tranquilidad, que nunca se le pierde ni le falta. Pero, allende de esta ordinaria satisfacción y paz, de tal manera suelen abrirse en el alma y dar olor de sí las flores de las virtudes de este huerto que decimos, que le parece al alma, y así es, estar llena de deleites de Dios. Y digo que suelen abrirse las flores de virtudes que están en el alma, porque, aunque el alma está llena de virtudes en perfección, no siempre las está en acto gozando el alma, aunque, como he dicho, de la paz y tranquilidad que le causan, se goza ordinariamente. Porque podemos decir que están en el alma en esta vida como flores en cogollo cerradas en el huerto; las cuales, algunas veces es cosa admirable verlas abrir todas, causándolo el Espíritu Santo, y dar de sí admirable olor y fragancia en mucha variedad; porque acaecerá que vea el alma en sí las flores de las montañas que arriba dijimos, que son la abundancia, grandeza y hermosura de Dios; y en estas entretejidos los lirios de los valles nemorosos, que son descanso, refrigerio y amparo; y luego allí entrepuestas las rosas olorosas de las ínsulas extrañas, que decimos ser las extrañas noticias de Dios; y también embestirla el olor de las azucenas de los ríos sonorosos, que decíamos era la grandeza de Dios, que hinche toda el alma; y allí entretejido y enlazado el delicado olor del jazmín, del silbo de los aires amorosos, de que también dijimos gozaba el alma en este estado; y ni más ni menos todas las otras virtudes y dones que decíamos del conocimiento sosegado, y callada música y soledad sonora, y la sabrosa y amorosa cena; y es de tal manera el gozar y sentir estas flores juntas algunas veces el alma, que puede con harta verdad decir: «Nuestro lecho florido, de cuevas de leones enlazado». Dichosa el alma que en esta vida mereciere gozar alguna vez el olor de estas flores divinas. Dice también que este lecho está
En púrpura tendido.
Por la púrpura se denota la caridad en la divina Escritura, y de ella se visten y sirven los reyes; y por eso dice el alma que este lecho florido está tendido en púrpura, porque todas las virtudes, riquezas y bienes de él se sustentan y florecen, y se gozan sólo en la caridad y amor del Rey del cielo, sin el cual amor no podría el alma gozar de este lecho y de sus flores; y así, todas estas virtudes están en el alma como tendidas en el amor de Dios, como sujeto en que bien se conservan y están como bañadas en amor, porque todas y cada una de ellas están siempre enamorando al alma de Dios, y en todas las cosas y obras se mueven con amor a más amor de Dios; y esto es estar en púrpura tendido. Lo cual se da bien a entender en los Cantares divinos: porque allí se dice que el asiento o lecho que hizo para sí Salomón le hizo de maderos de Líbano, y las columnas de plata, el reclinatorio de oro y la subida de púrpura, y todo dice que lo ordenó mediante la caridad: Ferculum fecit sibi rex Salomon de lignis Libani; columnas ejus fecit argenteas, reclinatorium aureum, ascensum purpursum: media charitate constravit. Porque las virtudes y dones que Dios pone en el lecho del alma, que son significadas por los maderos del Líbano y las columnas de plata, tienen su reclinatorio y recuesto de oro, que es el amor; porque, como habemos dicho, en el amor se asientan y conservan las virtudes, y todas ellas, mediante la caridad de Dios y del alma, se ordenan entre sí y ejercitan como acabamos de decir. También dice que está este lecho
De paz edificado.
Que es la cuarta excelencia de este lecho, que depende en orden de la tercera que acabamos de decir; porque la tercera era perfecto amor, cuya propiedad es echar fuera todo temor, como dice San Juan, y de la perfecta paz de alma, que es la cuarta propiedad del lecho, como está dicho. Para mayor inteligencia de esto es de saber que cada una de las virtudes de suyo es pacífica, mansa y fuerte, y por consiguiente, con el alma que las posee hacen estos tres efectos: paz, mansedumbre y fortaleza; y porque este lecho está florido, compuesto de flores de virtudes, como habemos dicho, y todas ellas son pacíficas, mansas y fuertes, de aquí es que está de paz edificado, y el alma pacífica, mansa y fuerte, que son tres propiedades donde no puede combatir guerra alguna de mundo, demonio ni carne; y tienen las virtudes al alma tan pacífica y segura, que le parece estar toda edificada de paz. La quinta propiedad de este florido lecho, demás de lo dicho, se declara en el verso siguiente, que dice es
De mil escudos de oro coronado.
Los cuales escudos son aquí las virtudes y dones del alma, que, aunque, como habemos dicho, son las flores, etc., de este lecho, también le sirven de corona y premio de su trabajo en haberlas ganado; y no sólo eso, sino también defensa, como fuertes escudos contra los vicios que venció con el ejercicio de ellas, y por eso este lecho florido de la esposa, que son las virtudes, la corona y la defensa, está coronado de ellas en premio de la Esposa, amparado con ellas como con escudo; y dice que son de oro para denotar el valor grande de las virtudes. Esto mismo dijo en los Cantares la Esposa por otras palabras, diciendo: En lectulum Salomonis sexaginta fortes ambiunt ex fortissimis Israel… uniuscujusque ensis super femur propter timores nocturnos; esto es: Mirad el lecho de Salomón, que le cercan sesenta fuertes de los fortísimos de Israel, cada uno la espada sobre su muslo para la defensa de los temores nocturnos. Y dice aquí en este verso la Esposa que son mil escudos para denotar la multitud de las virtudes, gracias y dones de que Dios la dotó en este estado; porque para significar también el innumerable número de las virtudes que tiene, usó del mismo término en los Cantares diciendo: Sicut turris David collum, tuum, quae aedificata est cum propugnaculis: mille clypei pendent ex ea, esto es: Como la torre de David es tu cuello, la cual está edificada con defensa, mil escudos cuelgan de ella, y todas las armas de los fuertes.
Anotación de la canción siguiente
No se contenta el alma que llega a este tiempo de perfección de engrandecer y loar las excelencias de su Amado, el Hijo de Dios, ni de contar y agradecer las mercedes que de él recibe y deleites que en él goza, sino también refiere las que hace a las demás almas, porque lo uno y lo otro echa de ver el alma en esta bienaventurada unión de amor; por lo cual, alabándole ella y engrandeciéndole las muchas mercedes que hace a las demás almas, dice esta canción: