Canción XXV

A zaga de tu huella

Los jóvenes discurren al camino,

Al toque de centella,

Al adobado vino,

Emisiones de bálsamo divino.

Declaración

En esta canción alaba la esposa a su Amado de tres mercedes que de él reciben las almas devotas, con las cuales se animan más y levantan al amor de Dios; las cuales, por experimentarlas ella en este estado, hace aquí de ellas mención. La primera dice que es la suavidad que de sí les da, la cual es tan eficaz, que les hace caminar muy apriesa al camino de la perfección. La segunda es una visita de amor con que súbitamente las inflama en amor. La tercera es abundancia de caridad que en ellas infunde, con que de tal manera las embriaga, que las hace levantar el espíritu, así con esta embriaguez como la visita de amor, a enviar alabanzas a Dios y afectos sabrosos de amor; y así, dice:

A zaga de tu huella.

La huella es rastro de aquél cuya es la huella, por la cual se va rastreando y buscando quién la hizo; la suavidad y noticia que da Dios de sí al alma que le busca, es rastro y huella por donde se va conociendo y buscando Dios; por eso dice aquí el alma al Verbo, su esposo: «A zaga de tu huella»; esto es, tras el rastro de suavidad que de ti les imprimes e infundes, y olor que de ti derramas.

Los jóvenes discurren al camino.

Es a saber, las almas devotas con fuerzas de juventud recibidas de la suavidad de tu huella discurren; esto es, corren por muchas partes y de muchas maneras, que eso quiere decir discurrir cada una por la parte y suerte que Dios le da de espíritu y estado con muchas diferencias de ejercicios y obras espirituales al camino de la vida eterna, que es la perfección evangélica, con la cual encuentran con el Amado en unión de amor después de la desnudez de espíritu de todas las cosas. Esta suavidad y rastro que Dios deja de sí en el alma, grandemente la aligera y hace correr tras él; porque entonces es muy poco o nada lo que el alma trabaja de su parte para andar este camino; antes es movida y atraída de esta divina huella de Dios, no sólo a que salga, sino a que corra de muchas maneras, como habemos dicho, al camino. Que por eso la Esposa en los Cantares pidió al Esposo esta divina atraición; diciendo: Trahe me post te curremus in odorem unguentorum tuorum; esto es: «Atráeme tras de ti, y correremos al olor de tus ungüentos». Y David dice: Viam mandatorum tuorum cucurri, cum dilatasti cor meum; «El camino de tus mandamientos corrí cuando dilataste mi corazón».

Al toque de centella,

Al adobado vino,

Emisiones de bálsamo divino.

En los dos versillos primeros habemos declarado que las almas, a zaga de la huella, discurren al camino con ejercicios y obras exteriores. Y ahora en estos tres versos da a entender el alma el ejercicio que interiormente estas almas hacen con la voluntad, movidas por otras dos mercedes y visitas interiores que el Amado les hace, a las cuales llama aquí toque de centella y adobado vino, y al ejercicio interior de la voluntad que resulta y se causa de las dos visitas, llama emisiones de bálsamo divino. Cuanto a lo primero, es de saber que este toque de centella que aquí dice, es un toque subtilísimo que el Amado hace al alma a veces, aun cuando ella está más descuidada, de manera que le enciende el corazón en fuego de amor, y no parece sino una centella de fuego que saltó y la abrasó y entonces con grande presteza, como quien de súbito recuerda, se enciende la voluntad en amor, y desear y alabar, y agradecer y reverenciar, y estimar y rogar a Dios con sabor de amor; a las cuales cosas llama emisiones de bálsamo divino, que responden al toque de centellas salidas del divino amor abrasador que pegó la centella, que es bálsamo divino que conforta y sana al alma con su olor y sustancia.

De este divino toque dice la Esposa en los Cantares: Dilectus meus missit manum suam per foramen, et venter meus intremuit ad tactum ejus; que quiere decir: «Mi Amado puso su mano por la manera, y mi vientre se estremeció a su tocamiento». El tocamiento del Amado es el toque de amor que aquí decimos que hace al alma, la mano es la merced que en ello hace, la manera por donde entró esta mano es la manera y modo y perfección, a lo menos el grado de ella, que tiene el alma; porque al modo de él suele ser el toque en más o menos, y en una manera o en otra de calidad espiritual del alma. El vientre suyo que dice se estremeció, es la voluntad, en que se hace el dicho toque, y el estremecerse es levantarse en ella los apetitos y afectos a Dios de desear amar, alabar, y los demás que habemos dicho, que son las emisiones de bálsamo que de este toque redunda, según decimos.

Al adobado vino.

Este adobado vino es otra merced muy mayor que Dios algunas veces hace a las almas aprovechadas, en que las embriaga el Espíritu Santo con vino de amor suave, sabroso y esforzoso; por lo cual le llama vino adobado; porque, así como el tal vino está cocido con muchas y diversas especies olorosas y esforzosas, así este amor, que es el que Dios da a los perfectos, está ya cocido y asentado en sus almas y adobado con las virtudes que el alma tiene ganadas; el cual, con estas preciosas especies adobado, tal esfuerzo y abundancia de suave embriaguez pone en el alma en las visitas que Dios le hace, que con grande eficacia y fuerza le hace enviar a Dios aquellas emisiones o embriagamientos de alabar, amar o reverenciar, etc., que aquí decimos; y esto con admirables deseos de hacer y padecer por él. Y es de saber que esta suave embriaguez y merced que en ella le hace no pasa tan presto como la centella, porque es más de asiento; porque la centella toca y pasa, mas dura algo su efecto, y algunas veces el vino adobado suele algo más durar ello y su efecto harto tiempo; lo cual es, como digo, suave amor en el alma, y algunas veces un día o dos, y otras hartos días, aunque no siempre en un grado de intensión; porque afloja y crece sin estar en mano del alma; porque algunas veces, sin hacer nada de su parte, siente el alma en la íntima sustancia irse embriagando suavemente su espíritu e inflamando de este divino amor; según aquello que dice David: Concaluit cor meum intra me: et in meditatione mea exardescet ignis; que quiere decir: «Mi corazón se calentó dentro de mí, y en mi meditación se encenderá fuego». Las emisiones de esta embriaguez duran todo el tiempo que ella dura, algunas veces; porque otras, aunque la haya en el alma, es sin dichas emisiones, y son más y menos intensas cuando las hay, cuanto es más o menos intensa la embriaguez; mas las emisiones o fectos de la centella ordinariamente duran más que ella, antes ella los deja en el alma y son más encendidos que los de la embriaguez; porque a veces esta divina centella deja al alma abrasándose y quemándose en amor.

Y porque habemos hablado de vino cocido, será bien notar aquí brevemente la diferencia del vino cocido, que llaman aniejo, y del nuevo; que será la misma que hay entre los vinos nuevos y aniejos, y servirá para un poco de doctrina para los espirituales. El vino nuevo no tiene digerida la hez ni asentada; y así, hierve por de fuera y no se puede saber la bondad y valor de él hasta que haya digerido bien la hez y furia de ella, porque hasta entonces está en mucha contingencia de malear; tiene el sabor grueso y áspero, y estraga el sujeto beber mucho de ello. Pero el vino aniejo tiene ya la hez asentada y digerida; y así, no tiene aquellos hervores del nuevo por defuera; échase ya de ver la bondad del vino y está ya muy seguro de malearse, porque se le acabaron ya aquellos hervores y furias que le podían estragar; y así, el vino bien cocido, por maravilla se malea ni se pierde; tiene el sabor suave y la fuerza en la sustancia del vino, no ya en el gusto; y así, la bebida de él hace buena disposición y da fuerza al sujeto. Los nuevos amadores son comparados al vino nuevo: éstos son los que comienzan a servir a Dios, porque traen los fervores del amor muy por defuera en el sentido, porque aún no han digerido la hez del sentido flaco e imperfecto, y tienen la fuerza del amor en el sabor de él; porque a éstos ordinariamente les da la fuerza para obrar el sabor sensitivo, y por él se mueven; y así, no hay que fiar de este amor hasta que se acaben aquellos fervores y gustos gruesos del sentido; porque, así como estos fervores y calor del sentido los pueden inclinar a bueno y perfecto amor, y servirle de buen medio para él, digeriéndose bien la hez de su imperfección; así también es muy fácil en estos principios y novedad de gustos, faltar el vino del amor y perderse el fervor y sabor de nuevo. Y éstos nuevos amadores siempre traen ansias y fatigas de amor sensitivas; a los cuales conviene templar la tal vida, porque si obra mucho según la fuerza del vino, estragarse ha el natural con estas ansias y fatigas del mosto, es a saber, del vino nuevo que decíamos era áspero y grueso, y no suavizado aún en la acabada cocción, cuando se acaban esas ansias de amor, como luego diremos.

Esta misma comparación pone el Sabio en el Eclesiástico, diciendo: Vinum novum, amicus novus; veterascet, et cum suavitate bibes illud; que quiere decir: «El amigo nuevo es como el vino nuevo, añejarse ha, y beberaslo con suavidad». Por tanto, los viejos amadores, que son ya los ejercitados y probados en el servicio del Esposo, son como el vino aniejo, que tiene ya cocida la hez y no tiene aquellos hervores sensitivos ni aquellas furias ni fuegos fervorosos de fuera, mas gusta la suavidad del vino de amor ya bien cocido en sustancia, estando ya, no en aquel sabor del sentido, como el amor de los nuevos, sino asentado allá dentro en el alma en sustancia y sabor de espíritu y verdad de obra; y no se quieren los tales asir a esos sabores y hervores sensitivos ni los quieren gustar por no tener sinsabores y fatigas, porque el que da rienda al apetito para algún gusto del sentido, también de necesidad ha de tener penas y disgustos en el sentido y en el espíritu; de donde, por cuanto estos amantes viejos carecen ya de la suavidad espiritual que tiene su raíz en el sentido, no traen ya ansias ni penas de amor en el sentido ni espíritu; y así, por maravilla faltan a Dios, porque están sobre lo que les había de hacer falta, esto es sobre la sensualidad; y tienen el vino de amor no sólo ya cocido y purgado de hez, más aún, adobado, como se dice en el verso, con las especies que decíamos de virtudes perfectas, que no lo dejan malear como el nuevo. Por eso el amigo viejo delante de Dios es de grande estimación y así, dice de él el Eclesiástico: Ne derelinquas amicum antiquum; novus enim non erit similis illit; que quiere decir: No desampares al amigo antiguo, porque el nuevo no será semejante a él. En este vino, pues, de amor, ya probado y adobado en el alma, hace el divino Amado la embriaguez divina que habemos dicho, con cuya fuerza envía el alma a Dios las dulce y sabrosas emisiones. Y así, el sentido de los dichos tres versillos es el siguiente: Al toque de centella, con que recuerdas mi alma, y al adobado vino, con que amorosamente la embriagas, ella te envía las emisiones de movimientos y actos de amor que en ella causas.

Anotación de la canción siguiente

¿Cuál pues, entenderemos que está el alma dichosa en este florido lecho, donde todas estas dichosas cosas y muchas más pasan, en el cual por reclinatorio tiene al Esposo, Hijo de Dios, y por cubierta y tendido la caridad y amor del mismo Esposo? De manera que de cierto puede decirse las palabras de la Esposa, que dice: Leva ejus sub capite meo; esto es: Su siniestra debajo de mi cabeza. Por lo cual, con verdad se podrá decir que esta alma está aquí vestida de Dios y bañada en divinidad, y no por cima, sino que en los interiores de su espíritu, estando revestida con deleites divinos con hartura de aguas espirituales de vida, experimenta lo que David dice de los que así están allegados a Dios; es a saber: Inebribuntur ab ubertate domus tuae, et torrente voluptatis tuae potabis eos, quoniam apud te est fons vitae; esto es: «Embriagarse han de la grosura de tu casa, y con el torrente de tu deleite darles has a beber, porque cerca de ti está la fuente de la vida». ¿Qué hartura será, pues, ésta del alma en su ser, pues la bebida que le dan no es menos que un torrente de deleites, el cual torrente es el Espíritu Santo, que, como dice San Juan, es el río resplandeciente que nace de la silla de Dios y del Cordero? Et ostendit mihi fluvium aquaee vitae, splendidum tanquam cristallum, procedentem de sede Dei, et Agni. Cuyas aguas, por ser ella amor íntimo de Dios, íntimamente infunden al alma y le dan a beber el torrente de amor, que, como decimos, es el espíritu del Esposo, que se le infunde en esta unión; y por eso ella con grande abundancia de amor canta esta canción:

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