Canción XXVIII

Mi alma se ha empleado,

Y todo mi caudal, en su servicio;

Ya no guardo ganado,

Ni ya tengo otro oficio,

Que ya sólo en amar es mi ejercicio.

Declaración

Por cuanto en la canción pasada ha dicho el alma, o por mejor decir la esposa, que se dio toda al Esposo, sin dejar nada para sí, dice ahora en ésta al Amado la manera que tiene en cumplillo, diciendo que ya está su alma y cuerpo y potencias y toda su habilidad empleada ya, no en todas las cosas, sino en las que son del servicio de su Esposo, y que por eso ya no anda buscando su propia ganancia ni se anda tras sus gustos, ni tampoco se ocupa en otras cosas ni tratos extraños y ajenos de Dios, y que aun con el mismo Dios ya no tiene otro estilo ni otra manera de trato sino ejercicio de amor; porque ya ha trocado y mudado todo su primero trato en amas, según ahora se dirá.

Mi alma se ha empleado.

El decir que el alma se ha empleado da a entender la entrega que hizo al Amado de sí en aquella unión de amor; donde quedó ya su alma con todas sus potencias, entendimiento, voluntad y memoria, dedicada al servicio de él; empleado el entendimiento en atender las cosas que son malas de su servicio para hacerlas, y la voluntad en amar todo lo que a Dios agrada y aficionarla en todo a él, y la memoria en el cuidado de lo que es de su servicio y que más le ha de agradar. Y más dice:

Y todo mi caudal, en su servicio.

Por todo su caudal entiende aquí lo que pertenece a la parte sensitiva del alma; en la cual parte se incluye el cuerpo con todas sus potencias interiores y exteriores, y toda la habilidad natural, conviene a saber, las cuatro pasiones, los apetitos naturales y el demás caudal del alma, todo lo cual dice que se ha tornado en servicio de su Amado tan bien como la parte racional y espiritual del alma, como acabamos de decir en el verso pasado. Porque el cuerpo ya le trata, según Dios, en los sentidos interiores y exteriores, enderezando a él las operaciones de ellos; y las cuatro pasiones del alma todas las tiene ceñidas también a Dios, porque no se goza sino de Dios, ni tiene esperanza en otra cosa sino en Dios, ni teme sino sólo a Dios, ni se duele sino según Dios, y también todos sus apetitos y cuidados van sólo a Dios; y todo este caudal de esta manera está ya empleado y enderezado a Dios, que aun sin advertencia del alma todas las partes que habemos dicho de este caudal, en los primeros movimientos se inclinan a obrar en Dios y por Dios; porque el entendimiento, la voluntad y la memoria se van luego a Dios, y los afectos, los sentidos, los deseos, los apetitos, la esperanza, el gozo y todo el caudal luego de primera instancia se inclina a Dios, aunque, como digo, no advierta el alma que obra por Dios. De donde ésta tal alma muy frecuentemente obra por Dios y entiende en él y en sus cosas, sin pensar ni acordarse que lo hace por él, porque el uso y hábito que en tal manera de proceder ya tiene, le hace carecer de la advertencia y cuidado, y aun de los actos fervorosos que a los principios del obrar solía tener. Y porque ya está todo este caudal empleado en Dios de la manera dicha, de necesidad ha de tener el alma también lo que dice el verso siguiente:

Ya no guardo ganado.

Que es tanto como decir: Ya no me ando tras mis gustos y apetitos. Porque, habiéndolos puesto en Dios y dándolos a él, ya no los apacienta ni guarda para sí el alma; y no solo dice que no lo guarda ya, pero que ni tiene otro oficio.

Ni ya tengo otro oficio.

Muchos oficios suele tener el alma no provechosos antes que llegue a hacer esta donación y entrega de sí y de su caudal al Amado, con los cuales procuraba servir a su propio apetito y al ajeno, porque todos cuantos hábitos de imperfecciones tenía, tantos oficios podemos decir que tenía. Los cuales hábitos pueden ser como propiedad y oficio que tiene de hablar cosas inútiles y pensarlas y obrarlas. Y también no usando de esto conforme a la perfección del alma. Suele tener otros apetitos con que sirve al apetito ajeno, así como ostentaciones y cumplimientos, adulaciones, respetos, procurar parecer bien, y dar gusto con sus cosas a las gentes, y otras cosas muchas inútiles, con que procura agradarlas, empleando en ellas el cuidado del apetito y la obra, y finalmente el caudal del alma. Todos estos oficios dice que ya no los tiene, porque ya todas sus palabras, pensamientos y obras son de Dios y enderezadas a Dios, no llevando en ellas las imperfecciones que solía; y así, es como si dijera: Ya no ando a dar gusto a mi apetito ni al ajeno, ni me ocupo ni entretengo en otros pasatiempos inútiles ni cosas del mundo.

Que ya sólo en amar es mi ejercicio.

Como si dijera que ya todos estos oficios están puestos en ejercicio de amor de Dios, es a saber, que toda la habilidad de mi alma y cuerpo, memoria, entendimiento y voluntad, sentidos exteriores e interiores y apetitos de la parte sensitiva y espiritual, todo se mueve por amor y en amor, haciendo todo lo que hago con amor y padeciendo todo lo que padezco con sabor de amor; que es lo que quiso dar a entender David cuando dijo: Fortitudinem meam ad te custodiam; «Mi fortaleza guardaré para ti».

Aquí es de notar que cuando el alma llega a este estado, todo el ejercicio de la parte espiritual y de la sensitiva ora sea en hacer, ora en padecer, de cualquiera manera que sea, siempre la causa más amor y regalo en Dios, como habemos dicho, y hasta el mismo ejercicio de oración y trato con Dios que antes solía tener en otras consideraciones y modos, ya todo es ejercicio de amor; de manera que, ora sea su trato cerca de lo temporal, ora sea su ejercicio cerca de lo espiritual, siempre puede decir esta alma «que ya sólo en amar es su ejercicio». Dichosa vida y dichoso estado, y dichosa el alma que a él llega, donde todo le es ya sustancia de amor y regalo de deleite de desposorio, en que de veras puede la Esposa decir al divino Esposo aquellas palabras que de puro amor le dice en los Cantares, diciendo: Omnia poma nova, et vetera, dilecte mi, servavi tibi; esto es: Todas las manzanas viejas y nuevas guardé para ti; que es como si dijera: Amado mío, todo lo áspero y trabajoso quiero por ti y todo lo suave y sabroso quiero para ti. Pero el acomodado sentido de este verso, es decir, que el alma en este estado de desposorio espiritual, ordinariamente anda en unión de amor, que es común y ordinaria asistencia de voluntad amorosa en Dios.

Anotación de la canción siguiente

Verdaderamente esta alma está perdida en todas las cosas, y sólo está ganada en amor, no empleando ya el espíritu en otra cosa. Por lo cual, aun a lo que es vida activa y otros ejercicios exteriores, desfallece, por cumplir de veras con la una cosa sola que dijo el Esposo era necesario, que es la asistencia y continuo ejercicio de amor en Dios; lo cual él precia y estima en tanto, que, así como reprendió a Marta porque quería apartar a María de sus pies por ocuparla en otras cosas activas en servicio del Señor, entendiendo que ella se lo hacía todo y que María no hacía nada, pues se estaba holgando con el Señor, siendo ella muy al revés, pues no hay obra mejor ni más necesaria que el amor; así también en los Cantares defiende a la Esposa, conjurando a todas las criaturas del mundo, que se entienden allí por las hijas de Jerusalem, que no impidan a la Esposa el sueño espiritual de amor, ni hagan velar ni abrir los ojos a otra cosa hasta que ella quiera: Adjuro vos filiae Jerusalem ne suscitetis, neque evigilari facialis dilectam, donec ipsa velit. Donde es de notar que, en tanto que el alma no llega a este estado de unión de amor, le conviene ejercitar el amor, así en la vida activa como en la contemplativa; pero cuando ya llegase a él, no le es conveniente ocuparse en otras obras y ejercicios exteriores, no siendo de obligación, que le pueden impedir un punto de aquella existencia de amor en Dios, aunque sean de gran servicio suyo, porque es más precioso delante de él y del alma un poquito de este puro amor, y más provecho hace a la Iglesia, aunque parece que no hace nada, que todas esotras obras juntas. Que por eso María Magdalena, aunque con su predicación hacía gran provecho, y le hiciera muy grande después, por el gran deseo que tenía de agradar a su Esposo y aprovechar a la Iglesia, se escondió en el desierto treinta años, para entregarse de veras a este amor, pareciéndole que en todas maneras ganaría mucho más de esta manera, por lo mucho que aprovecha e importa a la Iglesia un poquito de este amor.

De donde, cuando un alma tuviese algo de este grado de solitario amor, grande agravio se le haría a ella y a la Iglesia, si aunque fuese por poco espacio, la quisiesen ocupar en cosas exteriores o activas, aunque fuesen de mucho caudal; porque, pues Dios conjura que no la recuerden de este amor, ¿quién se atreverá y quedará sin reprehensión? Al fin, para este fin de amor fuimos criados. Y adviertan aquí los que son muy activos que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios (dejando aparte el buen ejemplo que se daría) si gastasen siquiera la mitad de este tiempo en estarse con Dios en oración, aunque no hubiesen llegado a tan alta como ésta. Cierto. Entonces harían más y con menos trabajo, y con una obra que con mil, mereciéndolo su oración y habiendo cobrado fuerzas espirituales en ella; porque de otra manera todo es martillar y hacer poco más que nada, y aun a veces nada, y aun a veces daño; porque, Dios os libre que se comience a envanecer la tal alma, que aunque más parezca que hace algo por defuera, en sustancia no será nada; porque, cierto que las buenas obras no se pueden hacer sino en virtud de Dios. ¡Oh cuánto se pudiera escribir aquí de esto! Mas no es de este lugar. Esto he dicho para dar a entender esta canción; porque en ella el alma responde por sí a los que impugnan este santo ocio de ella, y quieren que todo sea obrar, que luzca y hincha el ojo por fuera, no entendiendo ellos la vena y raíz oculta de donde nace el agua y se hace todo fruto,

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