CanciónXXIX

Pues ya si en el ejido

De hoy más no fuere vista ni hallada,

Diréis que me he perdido,

Que, andando enamorada,

Me hice perdidiza y fui ganada.

Declaración

Responde el alma en esta canción a una tácita reprehensión de parte de los del mundo, los cuales han de costumbre notar a los que de veras se dan a Dios, teniéndolos por demasiados en su extrañeza y retraimiento y en su manera de proceder, diciendo también que son inútiles para las cosas importantes, y perdidos en lo que el mundo precia y estima; a la cual reprehensión de muy buena manera satisface aquí el alma, haciendo rostro muy osado y atrevido a esto y a todo lo demás que el mundo le puede imponer; porque, habiendo ella llegado a lo vivo del amor de Dios, todo lo tiene en poco; y no sólo eso, sino que ella misma lo confiesa en esta canción, y se precia y gloría de haber dado en tales cosas, y perdídose al mundo y a sí misma por su Amado. Y así, lo que ahora quiere decir, hablando con los del mundo, es, que si ya no la vieren en las cosas de sus primeros tratos y otros pasatiempos que solía tener en el mundo, que digan y crean que se ha perdido y ajenado de ellos, y que ella misma se quiso perder andando a buscar a su Amado, enamorada mucho de él. Y porque vean la ganancia de su pérdida y no la tengan por insipiencia y engaño, dice que esta pérdida fue su ganancia, y que por eso de industria se hizo perdidiza.

Pues ya si el ejido

De hoy más no fuere vista ni hallada,

Ejido comúnmente se llama un lugar común, donde la gente se suele juntar a tomar solaz y recreación, y donde también los pastores apacientan sus ganados y así, por el ejido entiende aquí el alma al mundo, donde los mundanos tienen sus pasatiempos y tratos y apacientan los ganados de sus apetitos; en lo cual dice el alma a los del mundo que si no fuere vista ni hallada, como solía antes que fuera toda de Dios, que la tengan por perdida en eso mismo, y que así lo digan; porque de ello se goza ella, queriendo que lo digan, y por eso dice:

Diréis que me he perdido.

No se afrenta delante del mundo el que ama de las obras que hace por Dios, ni las esconde con vergüenza, aunque todo el mundo se las haya de condenar; porque, el que tuviere vergüenza delante de los hombres de confesar al Hijo de Dios, dejando de hacer sus obras, él mismo, como él dice por San Mateo, tendrá vergüenza de confesarle delante de su Padre: Qui autem negaverit me coram hominibus, negabo et ego eum coram Patre meo. Y por tanto, el alma con ánimo de amor, antes se precia de que se vea, para gloria de su Amado, haber hecho una tal obra por él, que se haya perdido a todas las cosas del mundo.

Esta tan perfecta osadía y determinación en las obras, pocos espirituales la alcanzan; porque, aunque algunos tratan y usan este trato, y aunque se tienen algunos por los de muy allá, nunca se acaban de perder en algunos puntos, o del mundo o de naturaleza, para hacer las obras perfectas y desnudas por Cristo, no mirando al qué dirán ni qué parecerá; los cuales no podrán decir: «Diréis que me he perdido», pues no están así mismos perdidos en el obrar, y todavía tienen vergüenza de confesar a Cristo por la obra delante de los hombres, teniendo respeto a cosas; por lo cual no viven en Cristo de veras.

Que andando enamorada.

Conviene a saber, andando obrando las virtudes, enamorada de Dios.

Me hice perdidiza y fui ganada.

Sabiendo el alma el dicho del Esposo en el Evangelio, que ninguno puede servir a dos señores, sino que por fuerza ha de faltar al uno; Nemo potest duobus dominis servire; aut enim unum odio habebit, et alterum diliget; dice ella aquí que por no faltar a Dios faltó a todo lo que no es Dios, que es a todas las demás cosas y a sí misma, perdiéndose a todo ello por su amor. El que anda de veras enamorado luego se deja perder a todo lo demás por ganarse más en aquello que ama, y por eso dice aquí que se hizo perdidiza ella misma, que es dejarse perder de industria. Y es en dos maneras; conviene a saber, a sí misma, no haciendo caso de sí en ninguna cosa, sino del Amado, entregándose a él de gracia, sin ningún interés, haciéndose perdidiza, no queriendo ganar en nada para sí; lo segundo, haciéndose perdidiza a todas las cosas, no haciendo caso de ningunas, sino de las que tocan al Amado; y esto es hacerse perdidiza, que es tener gana que la ganen. Tal es el que anda enamorado de Dios, que no pretende ganancia ni premio, sino sólo perderlo todo y a sí mismo en su voluntad por Dios, y ésa tiene por su ganancia. Y así lo es, según dice San Pablo: Mori lucrum; esto es: Mi morir es granjería espiritualmente y ganancia por Cristo. Por eso dice el alma fui ganada, porque el que así no sabe perder no se gana, antes se pierde, según dice nuestro Señor en el Evangelio, diciendo: Qui enim voluerit animam suam salvam, facere, perdet eam; qui autem perdiderit animam suam propter me, inveniet eam; «El que quisiere ganar para sí su alma, ése la perderá; y el que la perdiere para consigo por mí, ése la ganará». Y si queremos entender el dicho verso más espiritualmente y más a propósito de lo que aquí se trata, es de saber, que cuando un alma en el camino espiritual ha llegado a tanto, que se ha perdido a todos los caminos y vías naturales de proceder en el trato con Dios, que ya no le busca por consideraciones ni formas ni sentimientos ni otros modos algunos de criaturas ni sentidos, sino que solamente, pasando sobre todo eso y sobre todo modo suyo y sobre toda manera, trata y goza a Dios en fe y amor, entonces se dice haberse de veras ganado a Dios, porque de veras se ha perdido a todo lo que no es Dios y a lo que ella es en sí.

Anotación de la canción siguiente

Estando, pues, el alma ganada de esta manera, todo la obra es ganancia, porque toda la fuerza de sus potencias está convertida en trato espiritual con el Amado, de muy sabroso amor interior; en el cual las comunicaciones interiores que pasan entre Dios y el alma son de tan delicado y subido deleite, que no hay lengua mortal que lo pueda decir ni entendimiento humano que lo pueda entender; porque así como la desposada, en el día de su desposorio no entiende en otra cosa sino en lo que es fiesta y deleite de amor, y en sacar todas sus joyas y gracias a la luz, para con ella deleitar y agradar al esposo, y el esposo, ni más ni menos, todas sus riquezas y excelencias le muestra para hacerle a ella fiesta y solaz; así, aquí en este espiritual desposorio, donde el alma siente de veras lo que la Esposa dice en los Cantares, es a saber: Ego dilecto meo, et dilcetus meus mihi; «Yo para mi amado, y mi amado para mí»; las virtudes y gracias de la esposa alma, y las magnificencias y grandezas del Esposo, Hijo de Dios, salen a luz y se ponen en plato para que se celebren las bodas de este desposorio, comunicándose los bienes y deleites el uno al otro con vino de sabroso amor en el Espíritu Santo; para muestra de lo cual, hablando con el Esposo, dice el alma esta canción:

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