Canción XXX

De flores y esmeraldas,

En las frescas mañanas escogidas,

Haremos las guirnaldas,

En tu amor floridas,

Y en un cabello mío entretejidas.

Declaración

En esta canción vuelve el alma esposa a hablar con el Esposo en comunicación y recreación de amor, y lo que en ella hace es tratar del solaz y deleite que el alma esposa y el Hijo de Dios tienen en la posesión de las riquezas de las virtudes y dones de entrambos, y el ejercicio de ellas que hay del uno al otro, gozándolas entre sí en comunicación de amor; y por eso dice ella, hablando con él, que harán guirnaldas ricas de dones y virtudes adquiridas y ganadas en tiempo agradable y conveniente, hermoseadas y graciosas en el amor que tiene él a ella, y sustentadas y conservadas en el amor que ella le tiene a él; por eso llama a este gozar las virtudes hacer guirnaldas de ellas, porque todas juntas, como flores en guirnaldas, las gozan entrambos en el amor común que el uno tiene al otro.

De flores y esmeraldas.

Las flores son las virtudes del alma, y las esmeraldas son los dones que tiene en Dios, pues de estas flores y esmeraldas,

En las frescas mañanas escogidas.

Es a saber, ganadas y adquiridas en las juventudes son las frescas mañanas de las edades; y dice escogidas, porque las virtudes que se adquieren en este tiempo de juventud son escogidas y muy aceptas a Dios, por ser el tiempo que hay más contradicción de parte de los vicios para adquirirlas, y de parte del natural más inclinación y prontitud para perderlas; y también porque comenzándolas a coger desde este tiempo de juventud, se adquieren más perfectas; y llama a estas juventudes frescas mañanas, porque así como es agradable la frescura de la mañana en la primavera más que las otras partes del día, así lo es la virtud de la juventud delante de Dios; y aun puédense entender estas frescas mañanas por los actos de amor en que se adquieren las virtudes, los cuales son más agradables a Dios que las frescas mañanas a los hijos de los hombres. También se entiende aquí por las frescas mañanas las otras hechas en sequedad y dificultad de espíritu, las cuales son denotadas por el fresco de las mañanas del invierno; y estas obras hechas por Dios en sequedad de espíritu y dificultad, son muy preciadas de Dios, porque en ella grandemente se adquieren las virtudes y dones; las que se adquieren de esta suerte y con trabajo, por la mayor parte son más escogidas y esmeradas y más firmes que si se adquiriesen con el sabor y regalo del espíritu; porque la virtud en la sequedad y dificultad y trabajo echa raíces, según lo dijo San Pablo diciendo: Virtus in infirmitate perficitur; esto es: «La virtud en la flaqueza se hace perfecta». Y por tanto, para encarecer la excelencia de las virtudes de que se han de hacer las guirnaldas para el Amado, bien está dicho:

En las frescas mañanas escogidas.

Porque de solas estas flores y esmeraldas de virtudes y dones escogidas y perfectas, y no de las imperfectas, goza bien el Amado; y por eso dice aquí el alma esposa que de ellas para él

Haremos las guirnaldas.

Para cuya inteligencia es de saber que todas las virtudes y dones que el alma y Dios adquieren en ella son como una guirnalda de varias flores, con que está admirablemente hermoseada, así como de una vestidura de preciosa variedad. Y para mejor entenderlo, es de saber que, así como las flores materiales se van cogiendo y componiendo con ellas la guirnalda que de ellas se hace, de la misma manera, así como las flores espirituales de virtudes y dones se van adquiriendo, se van asentando en el alma, y acabadas de adquirir, está ya la guirnalda de perfección acabada de hacer en el alma, donde ella y el Esposo se deleitan hermoseados y adornados con esta guirnalda, bien así como en estado de perfección. Estas son las guirnaldas que dice han de hacer, que es ceñirse y cercarse de variedad de flores y esmeraldas de virtudes y dones perfectos, para parecer dignamente en este precioso y hermoso adorno delante de la cara del Rey, y merezca la iguale consigo, poniéndola como reina a su lado, pues ella lo merece con la hermosura de su variedad. De donde hablando David con Cristo en este casa, dice: Astitit Regina a dextris tuis in vestitus deaurato; circumdata varietate; que quiere decir: «Estuvo la Reina a tu diestra, en vestidura de oro, cercada de variedad»; que es tanto como decir: Estuvo la Reina a tu diestra vestida de perfecto amor y cercada de variedad de dones y virtudes perfectas. Y no dice haré yo ni harás tú a solas las guirnaldas, sino ambos juntos; porque las virtudes no las puede obrar el alma ni alcanzarlas a solas sin ayuda de Dios, ni tampoco la obra Dios a solas en el alma sin ella; porque, aunque es verdad que todo dado bueno y todo don perfecto sea de arriba descendido del Padre de las lumbres, como dice Santiago: Omne datum optimum et omne donum perfectum, desursum est; descendens a Patre luminum; todavía eso mismo no se recibe sin la habilidad y ayuda del alma que la recibe. De donde, hablando la Esposa en los Cantares con el Esposo, dijo: Trahe me post te curremus; «Tráeme después de ti, correremos». De manera que el movimiento para el bien, de Dios ha de venir solamente, según aquí da a entender mas el correr, que es el obrar, Dios y el alma juntamente; y por eso no dice que él solo ni ella correrían, sino ambos correremos.

Este versillo se entiende harto propiamente de la Iglesia y de Cristo, en el cual la Iglesia, esposa suya, habla con él, diciendo: «Haremos las guirnaldas». Entendiendo por ellas todas las almas santas engendradas por Cristo en la Iglesia, que cada una de ellas es como una guirnalda arreada de flores, de virtudes y de dones, y todas ellas juntas son una guirnalda para la cabeza del Esposo, Cristo. También se puede entender por las hermosas guirnaldas las que por otro nombre se llaman laureolas, hechas también en Cristo y la Iglesia, las cuales son en tres maneras: la primera, de hermosura y blancas flores de todas las vírgenes, cada una con su laureola de virginidad, y todas ellas juntas serán una laureola para poner en la cabeza del Esposo, Cristo; la segunda laureola, de las resplandecientes flores de los santos doctores, cada uno con su laureola de doctor, y todas juntas serán una laureola para sobreponer en la de las vírgenes en la cabeza de Cristo; la tercera, de los encarnados claveles de los mártires, cada uno también con su laureola de mártir, y todos ellos juntos serán una laureola para remate de la del Esposo, Cristo. Con las cuales tres guirnaldas estará él tan hermoseado y tan gracioso de ver, que se dirá en el cielo aquello que dice al Esposo en los Cantares y es: Egredimini, et videte filiae Sion regem Salomonem in diademate, quo coronavit illum Mater sua in die desponsationis illius, et in die laetitiae cordis ejus; «Salid, hijas de Sión, y mirad al rey Salomón con la corona con que le coronó su madre en el día de su desposorio y en el día de la alegría de su corazón». Haremos, pues, dice, estas guirnaldas:

En tu amor floridas.

La flor que tienen las obras y virtudes es la gracia y virtud que del amor de Dios tienen, sin el cual, no solamente no estarán floridas, pero todas ellas serían secas y sin valor delante de Dios, aunque humanamente fuesen perfectas; pero, porque él da su gracia y amor, son las obras floridas en su amor.

Y en un cabello mío entretejidas.

Este cabello suyo es la voluntad de ella y el amor que tiene al Amado, el cual amor tiene y hace el oficio que el hilo en la guirnalda; porque, así como en ella enlaza y ase las flores, así el amor del alma enlaza y ase las virtudes en ella, y allí las sustenta; porque, como dice San Pablo, es la caridad el vínculo y atadura de la perfección. De manera que en este amor del alma están las virtudes y dones sobrenaturales tan necesariamente asidos, que si se quebrase, faltando a Dios, luego se desatarían todas las virtudes y faltarían del alma, así como quebrando el hilo de la guirnalda se caerían las flores. De manera que no basta que Dios nos tenga amor para darnos virtudes, sino que también nosotros se le tengamos a él para recibirlas y conservarlas. Dice un cabello solo, y no muchos, para dar a entender que ya su voluntad está sola en él, desasida de todos los demás cabellos, que son los extraños y ajenos amores; en lo cual encarece bien el valor y precio de estas guirnaldas de virtudes, porque cuando el amor está único y sólido en Dios, cual aquí ella dice, también las virtudes están perfectas y acabadas y floridas mucho en el amor de Dios, porque entonces es el amor que él tiene al alma inestimable, según el alma también lo siente.

Pero si yo quisiese, para entender la hermosura del entretejimiento que tienen estas flores de virtudes y esmeraldas entre sí, o decir algo de la fortaleza y majestad que el orden y compostura de ellas ponen en el alma, y del primor y gracia con que la atavía esta vestidura de variedad, no hallaría palabras ni términos con que darlo a entender. Porque si del demonio dice Dios en el «Libro de Job»: Corpus illius quasi scuta fusilia, compactum squamis se praementibus, una uni conjungitur, et nec spiraculum quidem incendit per eas; esto es: Su cuerpo es como escudos de metal colado, guarnecido con escamas tan apretadas entre sí, que de tal manera se junta una a otra, que no puede entrar el aire por ellas. Pues si el demonio tiene tanta fortaleza entre sí, por estar vestido de malicias asidas y ordenadas unas de otras, las cuales son de notar por las escamas de su cuerpo, que se dice ser como escudos de metal colado, siendo todas las malicias en sí flaqueza, ¿cuánta será la fortaleza de esta alma vestida toda de fuertes virtudes, tan asidas y entretejidas entre sí, que no puede caber entre ellas fealdad ninguna ni imperfección, añadiendo cada una con su fortaleza, fortaleza al alma, y con su hermosura al alma, y con su valor y precio haciéndola rica, y con su majestad añadiéndole señoría grandeza? ¡Cuán maravillosa, pues, será a la vista espiritual esta alma esposa en la apostura de estos dones a la diestra del Rey, su esposo! Hermosos son tus pasos en los calzados, hija del Príncipe, dice el Esposo de ella en los Cantares: Quam pulchri sunt gressus tui in calceamentis, filia Principis! Dícele hija del Príncipe, para denotar el principado que aquí tiene; y cuando la llama hermosa en el calzado, ¡cuál será en el vestido! Y porque no sólo admira la hermosura que ella tiene con la vestidura de estas flores, sino que también espanta la fortaleza y poder que con la compostura y orden de ellas juntó con la interposición de las esmeraldas que de inumerables dones tiene, dice también de ella el Esposo en los Cantares: Terribilis ut castrorum acies ordinata; esto es: Terrible eres, ordenada como las huestes de los reales. Porque estas virtudes y dones de Dios, así como con su olor espiritual recrean, así también, cuando están unidas en el alma con su sustancia, dan fuerza. Que por eso, cuando la Esposa estaba flaca y enferma de amor en los Cantares, por no haber llegado a unir y entretejer estas flores y esmeraldas en el cabello de su amor, deseando ella fortalecerse con la dicha unión y junta de ellas, la pedía con estas palabras, diciendo: Fulcite me floribus, stipate me malis: quia amore langueo; esto es: Fortalecedme con flores y apretadme con manzanas, porque estoy desflaquecida de amor. Entendiendo por las flores las virtudes, y por las manzanas los demás dones.

Anotación de la canción siguiente

Creo que está dando a entender cómo, por el entretejimiento de estas guirnaldas y asiento de ellas en el alma, quiere dar a entender en esta canción pasada la Esposa la divina unión de amor que hay entre Dios y ella en este estado, pues el Esposo, en las flores, es la flor del campo y el lirio de los valles, como él dice: Ego flos campi, et lillium convallium. Y el cabello del amor del alma es, como habemos dicho, el que ase y une con ella esta flor de las flores; pues, como dice el Apóstol, el amor se ha de tener sobre todas las cosas, porque es la atadura de la perfección, la cual es la unión con Dios, y el alma el hacecico donde se asientan estas guirnaldas; pues ella es el sujeto de esta gloria, no pareciendo el alma ya lo que antes era, sino la misma flor perfecta con la perfección y hermosura de todas las flores, porque, con tanta fuerza los ase a Dios y al alma este hilo de amor, y los junta, que los transforma y hace uno por uno. De manera que, aunque en sustancia son diferentes, en gloria y parecer el alma parece Dios, y Dios el alma. Tal es esta junta admirable sobre todo lo que se puede decir; y de ella se da algo a entender por lo que dice en la Escritura, en el primer libro de los Reyes, del amor que Jonatás tenía a David, que era tan estrecho, que conglutinó el alma del uno con el otro: Anima Jonatae conglutinata est animae David. Pues si el amor de un hombre para con otro fue tan fuerte que pudo conglutinar las almas, ¿que será la conglutinación que hará del alma con su Esposo, Dios, el amor que el alma tiene al mismo Dios, siendo Dios aquí el principal amante, que con la omnipotencia de su abismal amor absorbe al alma en sí con más eficacia y fuerza que un torrente de fuego a una gota del rocío de la mañana, que suele volar resueltamente en el aire? De donde, en el cabello que tal obra de juntura hace, sin duda conviene que sea muy fuerte y sutil, pues con la tanta fuerza penetra las partes que se ase; y por eso el alma declara en la canción siguiente las propiedades de este hermoso cabello, diciendo:

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