Canción XXXI

En sólo aquel cabello,

Que en mi cuello volar consideraste,

Mirástele en mi cuello,

Y en él preso quedaste,

Y en uno de mis ojos te llagaste.

Declaración

Tres cosas quiere decir el alma en esta canción. La primera es dar a entender que aquel amor en que están asidas las virtudes no es otro sino sólo el amor fuerte; porque a la verdad él ha de ser tal para conservarlas. La segunda dice que Dios se prendó mucho de éste su cabello de amor, viéndolo solo y fuerte. La tercera dice que estrechamente se enamoró de Dios ella, viendo la pureza y entereza de su fe.

En solo aquel cabello,

Que en mi cuello volar consideraste.

El cuello significa la fortaleza, en la cual dice que volaba el cabello del amor, en que están entretejidas las virtudes, que es amor en fortaleza; porque no basta que sea solo para conservar las virtudes, sino que también sea fuerte, para que ningún vicio contrario le pueda quebrar por ningún lado de la perfección de la guirnalda, porque por tal orden están asidas en este cabello del amor del alma las virtudes, que si en alguna quebrase, luego, como habemos dicho, faltarían todas; porque las virtudes, así como donde está una están todas, también donde una falta, faltan todas. Dice que volaba en el cuello, porque en la fortaleza del alma vuela este amor de Dios con gran fortaleza y ligereza, sin detenerse en cosa alguna; y así como en el cuello el aire menea y hace volar el cabello, así también el aire del Espíritu Santo mueve y altera el amor fuerte, para que haga vuelos a Dios, porque sin este divino viento, que mueve las potencias a ejercicio de amor divino, no obran ni hacen sus efectos las virtudes, aunque las haya en el alma; y en lo que dice el Amado consideró en el cuello volar este cabello, da a entender cuánto ama Dios al amor fuerte; porque considerar, es mirar muy particularmente con atención y estimación de aquello que se mira, y el amor fuerte hace mucho a Dios volver los ojos a mirarle.

Mirástele en mi cuello.

Lo cual dice, para dar a entender el alma que, no sólo preció y estimó Dios este amor viéndolo solo, sino que también le amó viéndolo fuerte; porque mirar Dios es amar, así como el considerar Dios es, como habemos dicho, estimar lo que considera; y vuelve a repetir en este verso el cuello, diciendo del cabello: «Mirástele en mi cuello»; porque, como está dicho, es ésta la causa por qué le amó mucho, es a saber, verle en fortaleza; y así, es como si dijera: Amástele, viéndole fuerte, sin pusilanimidad ni temor, y solo, sin otro amor, y volar con ligereza y fervor. Hasta aquí no había Dios mirado este cabello para prenderse en él, porque no le había visto solo y desasido de los demás cabellos, esto es, de otros amores, aficiones y gustos, con los cuales no volaba sólo en el cuello de la fortaleza; mas, después que por las mortificaciones y trabajos y tentaciones y penitencia se vino a desasir y a hacer fuerte, de manera que ni por cualquier fuerza ni ocasión quiebra, entonces ya le mira Dios, y prende y ase en él las flores de estas guirnaldas; pues tiene fortaleza para tenerlas asidas en el alma. Mas cuáles y cómo sean tentaciones éstas y trabajos, y hasta dónde llegan al alma para poder venir a esta fortaleza de amor, en que Dios se une con el alma, se ha hecho en la noche escura, y en la declaración de las cuatro canciones que comienzan: «¡Oh llama de amor viva!», se dice algo de ello; por lo cual, habiendo pasado esta alma, ha llegado a tal grado de amor de Dios, que ha merecido ya la divina unión; y así, dice luego:

Y en él preso quedaste.

¡Oh cosa digna de toda estimación y gozo, quedar Dios preso en un cabello! La causa de esta prisión tan preciosa es el haber Dios querido pararse a mirar el vuelo del cabello en el cuello, como dicen los versos precedentes; porque, como habemos dicho, el mirar de Dios es amar; porque si él por su gracia y misericordia no nos mirara y amara primero, como dice San Juan, y se abajara, ninguna presa hiciera en él el vuelo del cabello de nuestro bajo amor, porque no tenía él tan bajo vuelo que llegase a prender nuestro amor a esta divina ave de las alturas, y provocarla a mirarnos, y provocar y levantar el vuelo de nuestro amor, dándole valor y fuerza para ella si él no mirara; pero él mismo se prendó en el vuelo del cabello, esto es, él mismo se pagó y se agradó; por lo cual se prendó; y eso quiere decir «mirástele en mi cuello, y en él preso quedaste». Porque cosa muy creíble es que el ave de bajo vuelo pueda prender al águila real muy subida, si ella se viene a lo bajo, queriendo ser presa. Y sigue:

Y en uno de mis ojos te llagaste.

Entiéndese aquí por el ojo la fe; y dice uno solo, y que en él se llagó, porque si la fe y fidelidad del alma para con Dios no fuese sola, sino mezclada con otro algún respecto o cumplimiento, no llegaría a efecto de llagar a Dios de amor; y así, sólo un ojo ha de ser en que se llaga, así como un solo cabello en que se prenda el Amado. Y es tan estrecho el amor con que el Esposo se prenda de la esposa en esta fidelidad única, que ve en ella, que si en el cabello de su amor se prenda, en el ojo de la fe aprieta con estrecho nudo la prisión, que le hace llaga de amor por la gran ternura del afecto con que está aficionado a ella; lo cual es entrarla más en su amor.

Esto mismo del cabello y del ojo dice el Esposo en los Cantares a su esposa: Vulnerasti cor meum soror mea sponsa, vulnerasti cor meum in uno oculorum tuorum, et in uno crine colli tui; «Llagaste mi corazón, hermana y esposa mía; llagaste mi corazón en uno de tus ojos y en un cabello de tu cuello». En lo cual dos veces repite haberle llagado el corazón, es a saber, en el ojo y en el cabello, y por eso el alma hace relación en esta canción del ojo y del cabello, porque en ella denota la unión que tiene con Dios, según el entendimiento y según la voluntad; porque a la fe, significada por el ojo, se sujeta el entendimiento y la voluntad por amor. De la cual unión se gloría aquí el alma, y regracia esta merced a su Esposo, como recibida de su mano, estimando en mucho haberse querido pagar y prendar de su amor; en lo cual se podría considerar el gozo, alegría y deleite que el alma tendrá con este tal prisionero, pues tanto tiempo había que lo era ella de él, andando de él enamorada.

Anotación de la canción siguiente

Grande es el poder y la porfía del amor, pues al mismo Dios prenda y liga; dichosa el alma que ama, pues tiene a Dios por prisionero, rendido a todo lo que ella quisiere; porque tiene tal condición, que, si le llevan por amor y por bien, le harán hacer cuanto quisieren, y si de otra manera, no hay hablar ni poder con él, aunque hagan extremos; pero por amor en un cabello le ligarán. Lo cual, conociendo el alma, y que muy fuera de sus méritos le ha hecho tan grandes mercedes de levantarla a tan alto amor con tan ricas prendas de dones y virtudes, se lo atribuye todo a él en la canción siguiente.

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