Canción XXXVI

Gocémonos, Amado,

Y vámonos a ver en tu hermosura

Al monte y al collado,

Do mana el agua pura;

Entremos más adentro en la espesura.

Declaración

Como está ya hecha la perfecta unión de amor entre el alma y Dios, quiérese emplear y ejercitar el alma en las propiedades que tiene el amor; y así, ella es la que habla en esta canción con el Esposo, pidiendo las tres cosas que son propias del amor: la primera quiere recibir el gozo y sabor del amor, y ésa es la que pide cuando dice: «Gocémonos, Amado»; la segunda es desear hacerse semejante al Amado, y ésa es la que pide cuando dice: «Vámonos a ver en tu hermosura»; y la tercera es escudriñar y saber las cosas y secretos del mismo Amado, y ésta le pide cuando dice: «Entremos más adentro en la espesura».

Gocémonos, Amado.

Es a saber, en la comunicación de dulzura de amor, no sólo en la que ya tenemos en la ordinaria junta y unión de los dos, mas en la que redunda en ejercicio de amor efectiva y actualmente, ahora con la voluntad en acto de afición, ahora exteriormente, haciendo obras pertenecientes al servicio del Amado; porque, como habemos dicho, esto tiene el amor donde hace asiento, que siempre se quiere andar saboreando en sus gozos y dulzuras, que son el ejercicio de amor interior y exteriormente, como habemos dicho; todo lo cual hace por hacerse más semejante al Amado; y así, dice luego

Y vámonos a ver en tu hermosura.

Que quiere decir: Hagamos de manera que por medio de este ejercicio de amor ya dicho lleguemos hasta vernos en tu hermosura en la vida eterna; esto es, que de tal manera yo esté transformada en tu hermosura, que, siendo semejante en hermosura, nos veamos entrambos en tu hermosura, teniendo ya tu misma hermosura; de manera que, mirando el uno al otro, vea cada uno en el otro su hermosura, siendo la del uno y la del otro tu hermosura sola, absorta en ella; y así veré yo a ti en tu hermosura, y a mí en tu hermosura, y yo me veré en ti en tu hermosura, y tú en mí en tu hermosura; y así parezca yo tú en tu hermosura, y tú parezcas yo en tu hermosura, y mi hermosura sea la tuya, y la tuya la mía; y así seré yo tú en ella, y tú yo en la misma tu hermosura, porque tu misma hermosura será mi hermosura; y así nos veremos el uno al otro en tu hermosura. Ésta es la adopción de los hijos de Dios, que de veras dirán a Dios lo que su Hijo mismo dijo por San Juan a su eterno Padre; diciendo: Mea omnia tua sunt, et tua mea sunt; que quiere decir: Padre, todas mis cosas son tuyas, y tus cosas son mías; él por esencia, por ser hijo natural, y nosotros por participación, por ser hijos adoptivos. Y así lo dijo él, no sólo por sí, que es la cabeza, sino por todo el cuerpo místico, que es la Iglesia. La cual participará la misma hermosura del Esposo en el día de su triunfo, y será cuando vea a Dios cara a cara; que por eso pide aquí el alma que ella y el Esposo se vayan a ver en su hermosura.

Al monte y al collado.

Esto es, a la noticia matutina y esencial de Dios, que es conocimiento en el Verbo divino; el cual por su alteza es aquí significado por el monte, como dice Isaías, provocando a que conozcan al hijo de Dios, diciendo: Venite, et ascendamus ad montem Domini; esto es: Venid, subamos al monte del Señor. Y otra vez: Et erit in novissimis diebus praeparatus mons domus Domini, esto es: Estará aparejada el monte de la casa del Señor. Y al collado; esto es: A la noticia vespertina de Dios, que es sabiduría de él en sus criaturas y obras y ordenaciones admirables; la cual es aquí significada por el collado; por cuanto es más baja sabiduría que la matutina; pero la una y la otra pide aquí el alma cuando dice: «Al monte y al collado».

En decir, pues, el alma al Esposo: Vámonos a ver en tu hermosura al monte, es decir: Transfórmame y aseméjame en la hermosura de la sabiduría divina, que, como decíamos, es el Verbo Hijo de Dios. Y en decir al collado es decirle también que le informe en la hermosura de esta otra sabiduría menor, que es en sus criaturas y misteriosas obras; la cual también es hermosura del Hijo de Dios, en que desea el alma ser ilustrada.

No puede verse en la hermosura de Dios el alma si no es transformándose en la sabiduría de Dios, en que se ve y posee lo de arriba y lo de abajo. A este monte y collado deseaba venir la Esposa, cuando dijo: Vadam ad montem myrrhae, et ad collem thuris; esto es: Iré al monte de la mirra y al collado del incienso; entendiendo por el monte de la mirra la visión clara de Dios, y por el collado del incienso la noticia en las criaturas; porque la mirra en el monte es de más alta especie que el incienso en el collado.

Do mana el agua pura.

Quiere decir, donde se da la noticia y sabiduría de Dios, que aquí llama agua pura porque limpia y desnuda el entendimiento de accidentes y fantasías, y lo aclara sin nieblas de ignorancia. Este apetito tiene siempre el alma de entender pura y claramente las verdades divinas; y cuanto más ama, más adentro de ellas apetece entrar; y por eso pide lo tercero, diciendo:

Entremos más adentro en la espesura.

En la espesura de tus maravillosas obras y profundos juicios, cuya multitud es tanta y de tantas diferencias, que se puede llamar espesura; porque en ellas hay sabiduría abundante y tan llena de misterios, que no sólo la podemos llamar espesura, más aun cuajada; según lo dice David, diciendo: Mons Dei, mons pinguis. Mons coagulatus, mons pinguis; que quiere decir: El monte de Dios es monte grueso y monte cuajado. Y esta espesura de sabiduría y ciencia de Dios es tan profunda e inmensa, que, aunque más el alma sepa de ella, siempre puede entrar más adentro, por cuanto es inmensa, y sus riquezas incomprehensibles, según lo exclama San Pablo, diciendo: O altitudo divitiarum sapientiae, et scientiae Dei: quam incomprehensibilia sunt judicia ejus, et investigabiles viae ejus! ¡Oh alteza de riquezas de sabiduría y ciencia de Dios, cuán incomprehensibles son sus juicios e incomprehensibles sus vías! Pero el alma en esta espesura e incomprehensibilidad de juicios desea entrar, porque le mueve el deseo de entrar muy adentro del conocimiento de ellos; porque el conocer en ellos es deleite inestimable, que excede todo sentido. De donde, hablando David del sabor de ellos, dijo: Judicia Domini vera, justificata tu semetipsa. Desiderabilia super aurum, et lapidem praetiosum multum: et dulciora super mel, et favum. Etenim servus tuus custodit ea; que quiere decir: Los juicios del Señor son verdaderos, y en sí mismos tienen justicia. Son más agradables y codiciados que el oro y que la preciosa piedra de gran estima, y son dulces sobre la miel y el panal; tanto, que tu siervo los amó y guardó. Por lo cual desea el alma en gran manera engolfarse en estos juicios y conocer más adentro en ellos; y a trueque de esto le sería gran consuelo y alegría entrar por todos los aprietos y trabajos del mundo y por todo aquello que le pudiese ser medio para esto, por dificultoso y penoso que fuese, y por las angustias y trances de la muerte, por verse más dentro en su Dios. De donde también por esta espesura en que aquí el alma desea entrarse, se entiende harto propiamente la espesura y multitud de los trabajos y tribulaciones en que desea esta alma entrar, por cuanto le es sabrosísimo y provechosísimo el padecer, porque ello es medio para entrar más adentro en la espesura de la deleitable sabiduría de Dios; porque el más puro padecer trae más puro e íntimo entender, y por consiguiente más puro y subido gozar, porque es de más adentro saber. Por tanto, no se contentando con cualquier manera de padecer, dice: «Entremos más adentro en la espesura»; es a saber, hasta los aprietos de la muerte por ver a Dios. De donde, deseando el profeta Job este padecer por ver a Dios, dijo: Quis detur veniat petitio mea: et quod expecto, tribuat mihi Deus? Et qui coepit, ipse me conterat: solvat manum suam, et succidat me? Et haec mihi sit consolatio, ut afligens me dolore, nan parcat; que quiere decir: ¿Quién me dará que mi petición se cumpla y que Dios me dé lo que espero, y que el que me comenzó ése me desmenuce, y desate su mano y me acabe, y tenga yo esta consolación, que, afligiéndome con dolor, no me perdone? ¡Oh si se acabase ya de entender cómo no se puede llegar a la espesura y sabiduría de las riquezas de Dios, que son de muchas maneras, sino es entrando en la espesura del padecer de muchas maneras, poniendo en esto el alma su consolación y deseo, y cómo el alma que de veras desea sabiduría divina, desea primero el padecer en la espesura de la cruz para entrar en ella! Que por eso San Pablo amonestaba a los de Éfeso que no desfalleciesen en las tribulaciones, que estuviesen fuertes y arraigados en la caridad, para que pudiesen comprehender con todos los santos qué cosa sea la anchura y la longura y la altura y la profundidad, y para saber también la supereminente caridad de la ciencia de Cristo: In charitate radicati, et fundati, ut possitis comprehendere cum omnibus Sanctis, quae sit latitudo, et longitudo, et sublimitas, et profundum: scire etiam supereminentem scientiae charitatem Christi; y para ser llenos de todo henchimiento de Dios; Ut impleamini in omnem plenitudinem Dei. Porque para entrar en esta riquezas de sabiduría la puerta es la cruz, que es angosta. Y desear entrar por ella es de pocos, mas desear los deleites a que se viene por ella es de muchos.

Anotación de la canción siguiente

Una de las cosas más principales por que desea el alma ser desatada y verse con Cristo, es por verle ella cara a cara y entender allí de raíz las profundas vías y misterios eternos de su encarnación, que no es la menor parte de su bienaventuranza; porque, como dice el mismo Cristo por San Juan, hablando con el Padre: Haec est autem vita aeterna: ut cognoscant te, solum Deum verum, et quem misisti Jesum Christum; esto es: Ésta es la vida eterna que te conozcan a ti, un solo Dios verdadero, y a tu Hijo Jesucristo, que enviaste. Por lo cual, así como cuando una persona ha llegado de lejos lo primero que hace es tratar de ver a quien bien quiere; así el alma lo primero que desea hacer, en llegando a la vista de Dios, es conocer y gozar los profundos secretos y misterios de la encarnación, y las vías antiguas de Dios que de ellos dependen. Por tanto, acabado de decir el alma que desea verse en la hermosura de Dios, dice luego esta canción:

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