Canción XXXVII

Y luego a las subidas

Cavernas de las piedras nos iremos

Que están bien escondidas,

Y allí nos entraremos

Y el mosto de granada gustaremos.

Declaración

Una de las cosas que más mueven al alma a desear entrar en esta espesura de sabiduría de Dios, y conocer muy adentro la hermosura de su sabiduría divina, es, como habemos dicho, por venir a unir su entendimiento en Dios, según la noticia de los misterios de la encarnación, como más alta y sabrosa sabiduría de todas sus obras.

Y así, dice la esposa en esta canción que, después de haber entrado más adentro en la sabiduría divina, esto es, «más adentro del matrimonio espiritual que ahora posee, que será en la gloria, viendo a Dios cara a cara»; unida una alma con ésta sabiduría divina, que es el Hijo de Dios, conocerá el alma los subidos misterios de Dios y Hombre, que están muy subidos en sabiduría, escondidos en Dios, y que en la noticia de ellos se entrarán engolfándose e infundiéndose el alma en ellos, y gustarán ella y el Esposo el sabor y deleite que causa el conocimiento de ellos, y de las virtudes y atributos de Dios, que por los dichos misterios se conocen en Dios, como son: justicia, misericordia, sabiduría, potencia y caridad.

Y luego a las subidas

Cavernas de la piedra nos iremos.

La piedra que aquí dice, según dijo San Pablo, es Cristo: Petra autem erat Christus. Las subidas cavernas de esta piedra son los subidos y altos y profundos misterios de sabiduría de Dios que hay en Cristo sobre la unión hipostática de la naturaleza humana con el Verbo divino, y en la correspondencia que hay a ésta de la unión de los hombres en Dios; y en las conveniencias de justicia y misericordia de Dios sobre la salud del género humano en manifestación de sus juicios, los cuales, por ser tan altos y profundos, bien propiamente los llama subidas cavernas; subidas, por la alteza de los misterios; y cavernas, por la hondura y profundidad de la sabiduría de Dios en ellos; porque, así como las cavernas son profundas y de muchos senos, así cada misterio de los que hay en Cristo es profundísimo en sabiduría y tiene muchos senos de juicios suyos ocultos, de predestinación y presciencia en los hijos de los hombres, por lo cual dice luego:

Que están bien escondidas.

Tanto, que, por más misterios y maravillas que han descubierto los santos doctores y entendido las santas almas en este estado de vida, les quedó todo lo más por decir y aun por entender; y así, hay mucho que ahondar en Cristo, porque es una abundante mina con muchos senos de tesoros, que, por más que ahonden, nunca le hallan fin ni término; antes van hallando en cada seno nuevas venas de nuevas riqueras acá y allá; que por eso dijo San Pablo del mismo Cristo: In quo sunt omnes thesauri sapientiae, et scientiae absconditi; esto es: En Cristo moran todos los tesoros y sabidurías escondidas, en las cuales el alma no puede entrar ni puede llegar a ellos si, como habemos dicho, no pasa primero por la espesura del padecer interior y exterior. Porque, aun a lo que en esta vida se puede alcanzar de estos misterios de Cristo, no se puede llegar sin haber padecido mucho y recibido muchas mercedes intelectuales y sensitivas de Dios, y habiendo precedido mucho ejercicio espiritual; porque todas estas mercedes son muy más bajas que la sabiduría de los misterios de Cristo; porque todas son como disposiciones para venir a ella. De donde, pidiendo Moisés a Dios que le mostrase su gloria, le respondió que no podía verla en esta vida; mas que él le mostraría todo el bien, es a saber, que en esta vida se puede. Y fue que, metiéndole en la caverna de la piedra, que, como habemos dicho, es Cristo, le mostró sus espaldas, que fue darle conocimiento de los misterios de la humanidad de Cristo.

En estas cavernas, pues, de Cristo desea entrarse bien de hecho el alma para absorberse y transformarse y embriagarse bien en el amor de la sabiduría de ellos, escondiéndose en el pecho de su Amado; porque a estos ahujeros la convida él en los Cantares diciendo: Surge amica mea, speciosa mea, et veni: columba mea in foraminibus petrae, in caverna maceriae; que quiere decir: Levántate y date prisa, amiga mía, hermosa mía, y ven en los ahujeros de la piedra y en la caverna de la cerca. Los cuales ahujeros son las cavernas que aquí vamos diciendo; a las cuales dice luego el alma:

Y allí nos entraremos.

Allí, conviene a saber, que en aquellas noticias y misterios divinos, nos entraremos; y no dice entraré yo sola, que parecía más conveniente, pues el Esposo no ha menester entrar de nuevo, sino entraremos, es a saber, yo y el Amado, para dar a entender que esta obra no la hace ella, sino el Esposo con ella; y demás de esto, por cuanto ya están Dios y el alma unidos en este estado de matrimonio espiritual en que vamos hablando, no hace el alma obra ninguna a solas sin Dios. Y decir, allí nos entraremos, es decir, allí nos transformaremos; es a saber, yo en ti, por el amor de estos dichos juicios divinos y sabrosos; porque en el conocimiento de la predestinación de los justos y presciencia de los malos, en que previno el Padre a los justos en las bendiciones de su dulzura en su Hijo Jesucristo, subidísima y estrechísimamente se transforma el alma en amor de Dios, según estas noticias, agradeciendo y amando al Padre de nuevo con grande sabor y deleite por su Hijo Jesucristo; y esto hace ella unida con Cristo, juntamente con Cristo; y el sabor de esta alabanza es tan delicado, que totalmente es inefable; pero dícelo el alma en el verso siguiente, diciendo:

Y el mosto de granadas gustaremos,

Las granadas significan aquí los misterios de Cristo y los juicios de la sabiduría de Dios, y las virtudes y atributos de Dios que del conocimiento de estos misterios y juicios se conocen en Dios, que son inumerables; porque, así como las granadas tienen muchos granicos, nacidos y sustentados en aquel seno circular, así cada uno de los atributos y juicios y virtudes de Dios contiene en sí gran multitud de ordenaciones maravillosas y admirables efectos de Dios, contenidos y sustentados en el seno esférico de virtud y misterio, etc., que pertenecen a aquellos tales efectos. Y notamos aquí la figura circular, esférica, de la granada, porque cada granada entendemos aquí por cualquiera virtud y atributo de Dios, el cual atributo o virtud de Dios es el mismo Dios, el cual es significado por la figura circular, esférica, porque no tiene principio ni fin. Que, por haber en la sabiduría de Dios tan inumerables juicios y misterios, dijo la Esposa al Esposo en los Cantares: Venter ejus eburneus distinctus sapphiris; que quiere decir: Tu vientre es de marfil, distinto en zafiros. Por los cuales zafiros son significados los dichos misterios y juicios de la divina Sabiduría, que allí es significada por el vientre, porque zafiro es una piedra preciosa de color de cielo cuando está claro y sereno.

El mosto, pues, que dice aquí la esposa que gustarán ella y el Esposo, de estas granadas, es la fruición y deleite de amor de Dios que en la noticia y conocimiento de ellos redunda en el alma; porque, así como de muchos granos de las granadas sale un solo mosto cuando se comen, así de todas estas maravillas y grandezas de Dios en el alma infundidas redunda en ella una fruición y deleite de amor, que es bebida del Espíritu Santo, la cual ella luego ofrece a su Dios, el Verbo, esposo suyo, con grande ternura de amor, porque esta bebida divina la tenía ella prometida en los Cantares, si él la entrara en estas altas noticias, diciendo: Ibi me docebis, et dabo tibi poculum ex vino condito, et mustum molarum granatorum meorum; que quiere decir: Allí me enseñarás y darete yo a ti la bebida del vino adobado y el mosto de mis granadas; llamándolas suyas, esto es, las divinas noticias, aunque son de Dios, por habérselas él a ella dado, y ella, como propias, las vuelve al mismo Dios; y eso quiere decir «El mosto de granadas gustaremos». Porque, gustándolo él, lo da a gustar a ella, y gustándolo ella, lo vuelve a dar a gustar a él; y así, es gusto común de entrambos.

Anotación de la canción siguiente

En estas dos canciones pasadas ha ido cantando la esposa los bienes que le ha de dar el Esposo en aquella felicidad eterna; conviene a saber, que le ha de transformar de hecho el Esposo en la hermosura de su sabiduría creada e increada, y que allí la transformará también en la hermosura de la unión del Verbo con la humanidad, en que le conocerá, así por la faz como por las espaldas.

Y ahora en la canción siguiente dice dos cosas: en la primera la manera en que ella ha de gustar aquel divino mosto de las granadas que ha dicho; en la segunda trae por delante al Esposo la gloria que le ha de dar de su predestinación. Y conviene aquí notar que, aunque estos bienes del alma los va diciendo por partes sucesivamente, todos ellos se contienen en una gloria esencial del alma. Dice, pues, así:

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