II.

el verbo de los poetas como el de los santos, no requiere descifrarse por gramática para mover las almas. su esencia es el milagro musical.

RAFAEL DE URBINO, el más maravilloso de los pintores, modificó siempre la línea que le ofrecían sus modelos, pero lo hizo con tal sutil manera, que los ojos solamente pueden discernirlo cuando se aplican á estudiarle y comparan las imágenes vivas frente á las de sus cuadros. Entonces se advierte que ninguna de aquellas figuras pudo moverse con la gracia que les atribuyó el pincel. Este milagro conseguido sobre las líneas, desviándolas y aprisionándolas en un canon estético, ha de lograrlo con su verbo el poeta. Elige tus palabras siempre equivocándote un poco, aconsejaba un día, en versos gentiles y burlones, aquel divino huésped de hospitales, de tabernas y de burdeles que se llamó Pablo Verlaine. Pero esta equivocación ha de ser tan sutil como lo fué el poeta al decir su consejo: Cabalmente el encanto estriba en el misterio con que se produce. Adonde no llegan las palabras con sus significados, van las ondas de sus músicas. El verso, por ser verso, es ya emotivo sin requerir juicio ni razonamiento. Al goce de su esencia ideológica suma el goce de su esencia musical, numen de una categoría más alta. Y este poder del verso, en la rima se aquilata y concreta: La rima es un sortilegio emocional del que los antiguos sólo tuvieron un vago conocimiento. Los poemas rimados de la decadencia latina están llenos de una gracia emotiva más próxima á nuestras almas y á nuestras liras que el amplio hexámetro retórico y perfecto. Estos poemas de la baja latinidad son hermanos, en el sentimiento, de la imaginería gótica donde la línea humana adquirió expresión ardiente y torturada, y fué cárcel de almas, lo que nunca había sido en la suprema armonía de los mármoles pentélicos. No lo confesamos, porque la crítica de la literatura y de las artes clásicas se ha inmovilizado en un falso é hiperbólico gesto. La rima junta en un verso la emoción de otro verso con el cual concierta: Hace una suma, y si no logra anular el tiempo, lo encierra y lo aquilata en el instante de una palabra, de una sílaba, de un sonido. El concepto sigue siendo obra de todas las palabras, está diluido en la estrofa, pero la emoción se concita y vive en aquellas palabras que contienen un tesoro de emociones en la simetría de sus letras. Como la piedra y sus círculos en el agua, así las rimas en su enlace numeral y musical. La última resume la vibración de las anteriores. Y únicamente por la gracia de su verbo se logra el extremado anhelo de alumbrar y signar en voces las neblinas del pensamiento, las formas ingrávidas de la emoción, la alegría y la melancolía difusa en la gran turquesa de la luz. ¡Toda nuestra vida dionisiaca entrañada de intuiciones místicas!

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