Cuando nuestra intuicion del mundo se despoja de la vana solicitacion de la hora, se obra el milagro de la eterna belleza.
DE TODAS LAS IMAGENES entrevistas un instante á lo largo del camino, parece que se han desprendido las divinas sombras ejemplares, y que van con nosotros y que se inclinan para verse en los remansos del alma, como los sauces en las fuentes claras. Y por el hilo sutil de esta mística verdad, me vino aquella otra verdad de que ninguna cosa del mundo es como se nos muestra, y que todas acendran su belleza en los cristales del recuerdo, cuando se obra la metamorfosis de los sentidos en la visión interior del alma. Sólo la memoria alcanza á encender un cirio en las tinieblas del Tiempo. Todo el saber es un recuerdo. El Adamita al morder la simbólica manzana, contaminó de ciencia y de experiencia el inmaculado conocer de los sentidos, y desapareció de los ojos aquella visión gozosa del mundo, que aun cambiando bajo los números del sol, era quieta. Antes del pecado, la gracia colmaba las almas, y la vida en sus espejos era eterno renacer, y toda la tierra era Paraíso. Las almas moraban siempre felices en el quicio beato del instante único, siempre cubiertas del rocío de la primera aurora, siempre encantadas ante el nacimiento del mundo. Gracia plena de amor en todos los instantes, por todas las formas y todas las vidas, creaba el eterno instante. Y ahora, alma mía, sólo tienes cinco caminos de tierra por donde volver al goce quieto del mundo, cinco estrellas se encienden sobre ellos, y abren sus círculos en tu noche obscura, son las cinco rosas de la memoria. Era la intuición un divino cristal, y lo quebró el pecado. Las almas cegaron, y el dolor de la culpa fué conciencia de la hora pasada y conjetura de la venidera. En las mudanzas del mundo sólo hallaron los hombres el terror de la muerte. El inmaculado conocer de los sentidos se manchó de ciencia y de experiencia, la geometría lo profanó con sus tres pautas de dimensión: Tres caminos cronológicos, tres modos de la idea. El alma aún quiso volar, redimirse de su silo de tierra, pero los ojos estaban llenos de sombras, y como habían perdido la gracia extática de ser centros, no podían volver á sellar en una mirada el círculo del horizonte: Habían de pasar sobre su curva remota, desenvolverla y recordarla, para que la memoria, después de haber aprendido sucesivamente, sacase de sí un círculo de conocimiento. Se le negó á los ojos contemplar la forma cabal de la esfera. Sólo en la suma de todas las miradas puede engendrarse la ideal mirada fuera del Tiempo. Alma mía, dedúcela de ti, vuelve á sellar las tres mesuras geométricas en una sola mesura, intuición absoluta de la Idea. Las imágenes se suceden á lo largo del camino, pasan como las horas, pero su gesto extático queda reflejado en el fondo de la conciencia.