I.

Mirar atrás con el dolor de haber vivido, es pasar bajo el arco de la muerte.

YA ZENON DE ELEA había presentido que la flecha que vuela está inmóvil, pero como era sofista no supo demostrarlo por los caminos de la verdad, y acudió á engañosas sutilezas. La eterna inmovilidad de la flecha no puede ser referida á la conjunción efímera con nuestros ojos, sino á la visión gnóstica que sólo alcanzan los iniciados, como enseña la ciencia alejandrina guardada en la Tabla de Esmeralda. Hay siempre una estrella remota adonde los rayos de nuestra vida solar llegan al cabo de los siglos, y el espíritu allí desencarnado puede ver á la flecha partir del arco tenso, cuando ya se ha perdido en el mundo la memoria del arquero. Y así las almas de los muertos pueden ser evocadas en las prácticas nigrománticas, ciencia negra que las fuerza á pasar por un zodíaco desde donde vuelven á contemplar su vida carnal. ¡Acaso el César Juliano, que tanto amó la bóveda celeste, mira hoy desde un sol apagado volar la flecha que desde hace quince siglos lleva clavada en el corazón! ¡Acaso está viviendo su vida en aquel extremo dolor, un dolor que puede hacerse eterno transmigrando á través de los espacios siderales!

Pero de la corona solar á mi cárcel mortal apenas llega un rayo, el haz que brota de la entraña encendida se quiebra infinitamente para llegar á mí, y el dardo de luz, mínima comprensión de la celeste esfera, es cuanto pueden alcanzar los ojos, que nacidos de la tierra son sobre la tierra dos gusanos. Del error con que los ojos conocen nace la falsa ideología de la línea recta y todo el engaño cronológico del mundo. El Tiempo es como una metamorfosis del rayo del sol, un instante que vuela, mínima intuición de la esfera espacial y luminosa, como es la línea recta un punto que vuela, mínima intuición de la esfera geométrica y tangible. Siempre engañados, siempre ilusionados, nuestros ojos quebrantan los círculos solares para deducir la recta del rayo. Y paralelamente la conciencia quebranta el círculo de las vidas para deducir la recta del Tiempo. Consideramos las horas y las vidas como yuxtaposición de instantes, como eslabones de una cadena, cuando son círculos concéntricos al modo que los engendra la piedra en la laguna. En vano sobre el camino por donde se alarga nuestra sombra, camino de tierra, queremos hallar los significados ocultos. En el rayo de sol se engendra el engaño de la línea recta, y el engaño de las horas. Son los sentidos fuentes de error más que de conocimiento, y de los círculos eternos que abren nuestras acciones, no sabemos más que sabe la piedra cuando cae en el agua y abre sus círculos.

Yo he querido bajo los míticos cielos de la belleza, convertir las normas estéticas en caminos de perfección, para alcanzar la mirada inefable que hace á las almas centros, y mi vida ha venido á cifrarse en un adoctrinamiento por donde acercar la conciencia á la suprema comprensión cíclica que se abre bajo el arco de la muerte. El alma que busca divinizar en sus ojos la visión del mundo busca desvelar el enigma estético de la eterna quietud, borra en sí toda memoria de lo que pasó y todo anhelo por lo que será, aquieta las horas, y con las alas abiertas se cierne sobre el abismo de las supremas intuiciones. Ser centro es hacerse extático y vivir en la hora sagrada del Génesis: Es un eterno nacimiento en el grano infinitamente pequeño de todos los instantes, y contemplación gozosa en el acto teologal y fecundo: Es arrobo dulcísimo de engendrar y ser engendrado, beato esponsal del alma liberada de la carne, con el Logos Espermático.

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