Los compadritos hacen rueda en el otro cabo, y apuntan distingos justipreciando aquel escrúpulo de conciencia, que como un hueso a los perros les arrojaba Tirano Banderas. El Licenciado Carrillo se insinúa con la mueca de zorro propia del buen curial:
—¿Cuál será la idea del patrón?
El Licenciado Nacho Veguillas, sesga la boca y saca los ojos remedando el canto de la rana:—¡Cuá! ¡Cuá!
Y le desprecia con un gesto, tirándose del pirulo chivón de la barba, el Mayor Abilio del Valle:
—¡No está el guitarrón para ser punteado!
—¡Mayorcito del Valle, hay que fregarse!
El Licenciado Carrillo no salía de su tema:
—Preciso es adivinarle la idea al patrón, y dictaminar de acuerdo.
Nacho Veguillas hacía el tonto mojiganguero:
—¡Cuá! ¡Cuá! Yo me guío por sus luces, Licenciadito.
Murmuró el Mayor del Valle:
—Para acertarla, cada uno se ponga en el caso.—¿Y puesto en el caso vos, Mayorcito?...
—¿Entre qué términos, Licenciado?
—Desmentirse con la vieja o chicotear como a un roto al Coronelito de la Gándara.
El Mayor Abilio del Valle, siempre a tirarse del pirulo chivón, retrucó soflamero:
—Tronar a Domiciano y después chicotearle, es mi consejo.
El Licenciado Nacho Veguillas sufrió un acceso sentimental de pobre diablo:
—El patroncito acaso mire la relación de compadres, y pudiera la vinculación espiritual aplacar su rigorismo.
El Licenciado Carrillo tendía la cola petulante:
—Mayorcito, de este nudo gordiano vos estate el Alejandro. Veguillas angustió la cara:
—¡Un escacho de botillería, no puede tener pena de muerte! Yo salvo mi responsabilidad. No quiero que se me aparezca el espectro de Domiciano. ¿Vos conocés la obra que representó anoche Pepe Valero? Fernando el Emplazado. ¡Ché! Es un caso de la historia de España.
—Ya no pasan esos casos.
—Todos los días, Mayorcito.
—No los conozco.
—Permanecen inéditos, porque los emplazados no son testas coronadas.
—¿El mal de ojo? No creo en ello.
—Yo he conocido a un sujeto que perdía siempre en el juego si no tenía en la mano el cigarro apagado.
El Licenciado Carrillo aguzaba la sonrisa:
—Me permito llamarles al asunto. Sospecho que hay otra acusación contra el Coronel de la Gándara. Siempre ha sido poco de fiar ese amigo y andaba estos tiempos muy bruja, y acaso buscó remediarse de plata en la montonera revolucionaria.
Se confundieron las voces en un susurro:
—No es un secreto que conspiraba.
—Pues le debe cuanto es al patroncito.
—Como todos nosotros.
—Soy el primero en reconocer esa deuda sagrada.
—Con menos que la vida, yo no le pago a Don Santos.
—Domiciano le ha correspondido con la más negra ingratitud.
Puestos de acuerdo, ofreció la petaca el Mayor del Valle.