Escena IV

[Sala en casa de OTAVIO en Madrid.]
Salgan OTAVIO, viejo, y MISENO.

OTAVIO: Esa fue la intención que tuvo Fabio.

 

MISENO: Parece que os quejáis.

 

OTAVIO: ¡Bien mal emplea

mi hermano tanta hacienda! No fue sabio.

Bien es que Fabio, y que no sabio, sea.

 

MISENO: Si en dejaros hacienda os hizo agravio,

vos propio lo juzgad.

 

OTAVIO: Dejó a Finea,

a título de simple, tan gran renta,

que a todos, hasta agora, nos sustenta.

 

MISENO: Dejóla a la que más le parecía

de sus sobrinas.

 

OTAVIO: Vos andáis discreto;

pues, a quien heredó su bobería,

dejó su hacienda para el mismo efeto.

 

MISENO: De Nise la divina gallardía,

las altas esperanzas y el conceto

os deben de tener apasionado.

¿Quién duda que le sois más inclinado?

 

OTAVIO: Mis hijas son entrambas; mas yo os juro

que me enfadan y cansan, cada una

por su camino, cuando más procuro

mostrar amor y inclinación a alguna.

Si ser Finea simple es caso duro,

ya lo suplen los bienes de Fortuna

y algunos que le dio Naturaleza,

siempre más liberal de la belleza;

pero ver tan discreta y arrogante

a Nise, más me pudre y martiriza,

y que de bien hablada y elegante

el vulgazo la aprueba y soleniza.

Si me casara agora (y no te espante

esta opinión, que alguno lo autoriza),

de dos extremos: boba o bachillera,

de la boba elección, sin duda, hiciera.

 

MISENO: ¡No digáis tal, por Dios!; que están sujetas

a no acertar en nada.

 

OTAVIO: Eso es engaño;

que yo no trato aquí de las discretas:

solo a las bachilleras desengaño.

De una casada son partes perfetas

virtud y honestidad.

 

MISENO: Parir cadaño,

no dijérades mal, si es argumento

de que vos no queréis entendimiento.

 

OTAVIO: Está la discreción de una casada

en amar y servir a su marido;

en vivir recogida y recatada,

honesta en el hablar y en el vestido;

en ser de la familia respetada,

en retirar la vista y el oído,

en enseñar los hijos, cuidadosa,

preciada más de limpia que de hermosa.

¿Para qué quiero yo que, bachillera,

la que es propia mujer concetos diga?

Esto de Nise por casar me altera;

lo más, como lo menos, me fatiga.

Resuélvome en dos cosas que quisiera,

pues la virtud es bien que el medio siga:

que Finea supiera más que sabe,

y Nise menos.

MISENO: Habláis cuerdo y grave.

OTAVIO: Si todos los extremos tienen vicio,

yo estoy, con justa causa, discontento.

MISENO: Y, ¿qué hay de vuestro yerno?

OTAVIO: Aquí el oficio

de padre y dueño alarga el pensamiento:

caso a Finea, que es notable indicio

de las leyes del mundo, al oro atento.

Nise, tan sabia, docta y entendida,

apenas halla un hombre que la pida;

y por Finea, simple, por instantes

me solicitan tantos pretendientes

-del oro más que del ingenio amantes-,

que me cansan amigos y parientes.

 

MISENO: Razones hay, al parecer, bastantes.

 

[OTAVIO]: Una hallo yo, sin muchas aparentes,

y es el buscar un hombre en todo estado,

lo que le falta más, con más cuidado.

MISENO: Eso no entiendo bien.

 

OTAVIO: Estadme atento.

Ningún hombre nacido a pensar viene

que le falta, Miseno, entendimiento,

y con esto no busca lo que tiene.

Ve que el oro le falta y el sustento,

y piensa que buscalle le conviene,

pues como ser la falta el oro entienda,

deja el entendimiento y busca hacienda.

 

MISENO: ¡Piedad del cielo, que ningún nacido

se queje de faltarle entendimiento!

 

OTAVIO: Pues a muchos, que nunca lo han creído,

les falta, y son sus obras argumento.

 

MISENO: Nise es aquesta.

 

OTAVIO: Quítame el sentido

su desvanecimiento.

 

MISENO: Un casamiento

os traigo yo.

OTAVIO: Casémosla; que temo

alguna necedad, de tanto estremo.

 

[Vanse.]

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