DIGRESIÓN SOBRE EL DISTINTO USO QUE SE PUEDE HACER DE LAS COSAS

Una cuestión de otro orden que puede suscitarse es la de si es posible emplear, a la vez, una cosa en el uso que sea propio de ella, y en otro uso distinto; o, en otros términos, si es posible servirse de ella directamente e indirectamente. Por ejemplo, el ojo es posible emplearlo desde luego para ver, y también tor-cerlo de manera que falsee la visión y que se vean dos objetos en vez de uno. Éstos son dos usos del ojo, el uno en tanto que es ojo, y el otro en tanto que este uso puede ser también del ojo. Así, hay otro empleo de las cosas que es completamente in-directo, como serían, por ejemplo, para el estómago, ya el vo-mitar, ya el comer. La misma observación podría hacerse respecto a la ciencia.

Es posible servirse de ella a la vez de una manera exacta y de una manera errónea, así como, sabiendo escribir, bien puede uno a sabiendas escribir mal, y la ciencia, en tal caso, no es más útil que la ignorancia; puede decirse esto como de aquellas bailarinas que, cambiando el empleo habitual de la mano, convierten sus pies en manos, y sus manos en pies. En este concepto, si todas las virtudes son ciencias, como se ha dicho, será posible emplear la justicia a manera de injusticia. En lugar de justicia, se harían iniquidades, como con la ciencia de que se habló antes sólo se producía la ignorancia. Pero si esto es manifiestamente imposible, no es menos evidente que las virtudes no son ciencias como se pretende.

Si cuando se saca de quicio de esta manera la ciencia no se obra realmente por ignorancia, y se comete sólo una falta voluntaria, que la ignorancia podría cometer también sin querer-lo, no es posible tampoco que se obre con justicia como se obraría con iniquidad. Pero si la prudencia es realmente una ciencia, producirá algo de verdadero con la ciencia, y, como ella, cometerá errores voluntarios, porque puede suceder que por prudencia se obre imprudentemente, y que se cometan precisamente todas las faltas que el imprudente cometería. Pe-ro si el uso de cada cosa fuese absolutamente simple, y no pudiese emplearse una cosa sino en cuanto es lo que es, sólo se obraría prudentemente haciendo uso de la prudencia.

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Respecto a todas las demás ciencias, siempre hay una superior que determina la dirección principal de las subordinadas.

Pero ¿cuál es la ciencia que dirige a esta misma ciencia sobera-na? No es la ciencia o el entendimiento; no es tampoco la virtud, porque esta ciencia madre emplea la virtud misma, puesto que la virtud del que manda consiste en hacer uso de la virtud del ser que obedece. ¿Cuál es, pues, esta ciencia reguladora?

¿Sucede en este caso como cuando se dice que la intemperancia es un vicio de la parte irracional del alma, y que el intemperante, cuya razón sabe lo que hace, desciende al nivel del hombre corrompido que lo ignora? Cuando el deseo es demasiado violento, trastorna la razón, que cree entonces todo lo contrario de lo que debería pensar. Es claro que si la virtud se halla en esta parte del alma y la ignorancia en la parte irracional, las demás funciones se hallan igualmente trastornadas.

Desde aquel acto se podrá emplear la justicia con iniquidad, y para hacer mal; y se empleará la prudencia para obrar imprudentemente. Pero entonces lo contrario no sería menos posible.

En efecto, si se supone que el vicio, penetrando en la razón, pueda mudar la virtud que reside en la parte racional del alma y echarla en brazos de la ignorancia, sería bien extraño que la virtud, a su vez, no mudase la ignorancia que está en la parte irracional, y no la forzase a pensar prudentemente y a realizar el deber. Recíprocamente, la prudencia, que está en la parte racional, a conducirse prudentemente y a convertirse en lo que se llama la templanza. Por consiguiente, la ignorancia se haría prudente y sabia.

Pero todas estas teorías son insostenibles, y, sobre todo, es absurdo creer que la ignorancia pueda nunca hacerse sabia y prudente. Nada semejante vemos por ningún lado, y la corrupción hace olvidar y trastornar todos los consejos de la medicina, y, en ocasiones, todas las reglas de la gramática.

La razón es que, en el fondo, el hombre injusto puede todo lo que puede el hombre justo, y, hablando en general, la potencia 134 de no hacer está comprendida en la potencia de hacer. Podemos, pues, concluir de aquí que sólo las facultades de la parte racional del alma son, a la vez, prudentes y buenas, y que Sócrates tuvo razón al decir que nada hay más fuerte que la prudencia. Pero no estaba en lo cierto cuando decía que es una ciencia, porque es una virtud y no una ciencia, y la virtud es una especie de conocimiento completamente diferente de la ciencia propiamente dicha.

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