«Ven, Himeneo, donde, entre arreboles
De honesto rosicler, previene el día,
-Aurora de sus ojos soberanos-
Virgen tan bella, que hacer podría
Tórrida la Noruega con dos Soles
Y blanca la Etïopía con dos manos.
Claveles del Abril, rubíes tempranos,
Cuantos engasta el oro del cabello, Cuantas -del uno ya y del otro cuello
Cadenas- la concordia engarza rosas,
De sus mejillas, siempre vergonzosas,
Purpúreo son trofeo
Ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo. »