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Al Señor de Mesmes [1521]

Señor, una de las más señaladas locuras comunes a los hombres es la de emplear la fuerza de su entendimiento en contrartar y arruinar las opiniones ordinarias y recibíias que nos procuran satisfacción y contento, pues mientras todo cuanto cobija el cielo emplea los medios y facultades que naturaleza puso en su mano (como en verdad acontece), para el ordenamiento y comodidad de su ser, aquéllos por alardear de un espíritu más gallardo y despertado, que no recibe ni da albergue a nada sin que mil veces lo haya tocado y balanceado en lo más sutil de su razón, van conmoviendo sus almas de su situación tranquila y reposada para después de una investigación dilatada llenarlas en conclusión de duda, inquietud y fiebre. No sin razón fueron tan ensalzadas por la Verdad misma la simplicidad y la infancia. Por mi parte mejor prefiero vivir más a mi gusto y ser menos diestro; más contento y menos entendido. He aquí por qué, señor, aun cuando las gentes expertas se burlan del cuidado que nosotros ponemos en lo que pasará aquí luego que nuestras vidas sean pasadas, así que nuestra alma acomodada en otro lugar no tenga que preocuparse de las cosas de aquí abajo, considero, sin embargo, que es un consuelo grande para la debilidad y brevedad de esta vida el creer que la sea dable afirmarse y prolongarse mediante la reputación y la nombradía. Y abrazo muy gustoso una tan grata y favorable opinión, engendrada originalmente en nosotros, sin informarme curiosamente ni cómo ni por qué causas. De suerte que, habiendo amado sobre todas las cosas al difunto señor de La Boëtie, a mi entender el hombre más grande de nuestro siglo, pensaría faltar grandemente a mi deber si a sabiendas dejara desvanecerse y perderse un nombre tan rico como el suyo y una memoria tan digna de recomendación, y si no intentara por aquellas razones resucitarle y sacarle de nuevo a la vida. Yo creo que él lo siente en algún modo, y que estos oficios míos lo conmueven y regocijan; y a la verdad vive todavía en mí tan entero y tan vivo, que no puedo creerle ni tan profundamente enterrado ni tan plenamente alejado de nuestro comercio. Ahora bien, señor, como cada nuevo conocimiento que de él procuro y de su nombre, constituye igual multiplicaciones de aquella su segunda vida, y mayormente se ennoblece y honra según el lugar que lo recibe, a mi es a quien incumbe no solamente extenderlo cuanto más me sea dable, sino también ponerlo en manos de personas de honor y virtuosas, entre las cuales vos ocupáis tal rango, que a fin de mostraros ocasión de acoger este nuevo huésped y de agasajarle cumplidamente, decidí presentaros esta obrita, no por el beneficio que de ella pudierais alcanzar, pues se muy bien que para frecuentar a Plutarco y a sus compañeros no habéis menester de intérprete; mas es posible que la señora de Roissy[1522], viendo en este libro el orden de su casa y de vuestro común buen acuerdo representado a lo vivo, se regocijará grandemente al sentir que la bondad de su inclinación natural no solamente alcanzó sino excedió lo que los más prudentes filósofos pudieron idear en punto al deber y a las leyes matrimoniales. Y de todas suertes para mí será siempre honroso el poder ejecutar alguna cosa que implique satisfacción para vosotros o para los vuestros, por el deber a que estoy obligado de procuraros servicio.

Señor, ruego a Dios que os conceda dichosísima y larga vida. De Montaigne, a 30 de abril de [1570].

Vuestro humilde servidor.

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