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Si la Exposición pudiera fracasar, que no lo creo, á nadie tendida que echar la culpa el Estado francés más que á sí mismo, por la serie de torpezas que viene cometiendo, de las cuales la más trascendente fué elegir para este Certamen la fecha del centenario de la toma de la Bastilla. Error de los que no se explican en un pueblo que conozca sus intereses y no aspire á comprometerlos con alardes intempestivos.

Recuérdese lo que fué la toma de la Bastilla, y se verá que no es dable elegir más adecuada alegoría de la Revolución que la caída de aquel sombrío edificio, la Bastilla por antonomasia, el torreón misterioso que desde el siglo XIV dominaba á París como símbolo del poder absoluto de los Reyes,y por extensión, de la arbitrariedad humana. Víctor Hugo, en su novela titulada Noventa y tres, pone frente á frente dos emblemas, dos signos visibles del antiguo y del nuevo régimen; una bastilla feudal, formidable, amenazadora, oscura, llena de escaleras secretas, de pasadizos subterráneos, de puertas ocultas en el espesor de las gruesas paredes, con almenas en donde se habían columpiado cadáveres de enemigos, con saeteras por donde bajaba derretido plomo; y para echar abajo esta construcción pavorosa, un sencillo instrumento, tres maderos y una media luna de metal: la guillotina. Pues bien: la bastilla representativa y simbólica, no es la que el poeta sitúa en el fondo de las selvas de Bretaña: es la de París, la fundada en el azaroso y pervertido siglo XIV, por Carlos V; la demolida cuatro siglos más tarde por una multitud resuelta á dejarse hacer pedazos, multitud entre la cual, sudoroso, enronquecido y dispuesto á morir también, iba el célebre espose de Lucila, Camilo Desmoulins.

Hay que recordar esta página decisiva de la Revolución para comprender su interés y su poesía; que la tiene, y muy grande. Moralmente fué herido en el corazón el antiguo régimen el día en que se representaron Las Bodas de Fígaro, de Beaumarchais, y la nobleza y la corte rieron á carcajadas una amarga sátira contra la sociedad antigua; pero el golpe material que echó á tierra la monarquía, fué la toma de la Bastilla; ningún historiador lo duda.

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