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Pues ¿y las tiendas? El anuncio, el modo de engalanar el escaparate, á fin de que atraiga los ojos y entreabra el bolsillo; la tentación hábil, insidiosa, contínua, que llega á convencerle á uno de que necesita con urgencia un objeto en que no pensaba cinco minutos antes, ni en su vida ha echado de menos; la maña del vendedor; sus palabritas de miel; sus agasajos; la tupida red de seda en que envuelvo a!, marchante; la seducción que ejerce sobre sus sentidos y hasta sobre su conciencia... es otro capítulo que mi sexo me obliga á conocer perfectamente y que, adicionado con las visitas al taller de las modistas y modistos más favorecidos del público derrochador, podría inspirarme un tratado edificante y moral, en que demostrase el tremendo papel que desempeña en la moderna sociedad esa pícara hoja de parra que nuestros progenitores, en el feliz Edén, obtenían sin más trabajo que extender la diestra hacia las enredaderas y los floridos arbustos.

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