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Otra de mis excursiones predilectas era á los Museos. Los domingos, como no se podía trabajar en la Biblioteca, refugiábame en el Louvre, el Luxemburgo ó Cluny, y me pasaba horas y horas embobecida mirando cuadros, estatuas, esmaltes, lozas, casullas viejas, joyas de orfebrería, retablos ó hierros primorosos; solamente prescindía de estas dominicales artísticas cuando iba á entretener la mañana en el famoso desván de Edmundo de Goncourt, mi viejo maestro y amigo. No se quedarán los lectores sin que les dibuje la silueta del insigne autor de Chérie Les frènes Zemganno? Germinie Lacerteux, Sæur Philomène, obras que de tal modo han influído en el desarrollo de las letras y artes contemporáneas. Silueta tan familiar para mí, como lo son las preciosidades que encierra su casa de Auteuil, museo en miniatura, enriquecido con las más raras muestras del estilo japonés y del rococó del siglo XVIII.

De buena gana les diría algo del despacho y casa de Zola y Daudet; pero los conozco menos y no quisiera incurrir en errores. Zola y Daudet, en el modo de alojarse, son, comparados á Goncourt, un par de burgueses vulgarísimos. El temperamento fino y selecto, el gentilhombre de las modernas francesas, es Goncourt, sin disputa. Los otros llevan la poesía épica y lírica á la novela, y al vivir real la prosa.

Acaso con esbozos de gabinetes cuajados de antigüedades y riquezas, alternará alguna descripción de lugares tan non sanctos, como los tabernáculos y aguardenterías donde la policía va á echar sus redes, pescando siempre buen golpe de malhechores, criminales y frutos de guillotina. Hasta eses infiernos de la gran ciudad he descendido, no, impulsada por aventuras filantrópicas ó romancescas, cual la heroína de los Misterios de Eugenio Sué, ni siquiera para referírsele á ningún periódico, sino por mera y sencilla curiosidad, la cual estuvo á punto de costarme cara, pues olvidando mi cautela habitual, entré sola en cierto tugurio, ó, mejor dicho, ladronera, de donde salí por milagro con bolsa y con vida. Creo que la sangre fría fué lo que me salvó entonces.

Volveré de buen grado, si se tercia, á eses inmundos pero típicos y pintorescos buchinches de París, aunque apuesto que el transcurso de los años y el movimiento de la Exposición no los habrán modificado poco ni mucho. De fijo que ninguna mano profana ha borrado los extraños frescos que adornaban las paredes del Chateau Rouge, y que en el Assemmoir del Père Lunette campea, á guisa de muestra, el mismo par de descomunales anteojos, Ocúrrele á París, que el fondo ó subsuelo de la civilización apenas varía, y los intrincados laberintos donde se desarrollan las industrias inverosímiles, donde se cobijan el crimen, la miseria y el vicio, son hoy poco más ó menos lo mismo que cuando los describieron los novelistas románticos, los Sué y los Feval, que no pecaban de inexactos, aunque no se detenían ni ahondaban tanto como los modernos. El Temple es en la actualidad como Pablo Feval lo dibujó.

Hemos nombrado la guillotina. Ciertas ideas humanitarias que el tiempo va modificando, me vedaron asistir á una ejecución capital, aunque la curiosidad me espoleaba mucho. Lo que tan poco pude conseguir, ni sé que efecto produciría sobre mis nervios, es presenciar uno de eses lúgubres estudios que hoy se realizan sobre las cabezas de los sentenciados á muerte, después de la ejecución de la pena. Espectáculo macabro y horrendo si los hay, pero que por una vez no me disgustaría, aunque me crispase, ya que soy bastante dueña de mi sistema nervioso; y no es frívolo afán de diversión lo que me incita á darme cuenta de todo, sino una especie de deber profesional, inherente á mis tareas de novelista y á mi condición de pensadora (de filósofa no me atrevo á decir, ni caeré en la ridiculez de pretender tan alto nombre). Si durante mi residencia en París me fuese hacedero ver inyectar la cabeza de un decapitado, no perderé esta singular y trágica función. Pero imagino que el bureo de la Exposición no permitirá distracciones fúnebres, y que el Gobierno hará lo posible por evitarlas ejecuciones mientras se celebre la fiesta de la Industria.

Y lo aplaudo.

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