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Es muy digno de notarse en los Goncourt que habiendo vivido solterones y sin lazo visible con ninguna hembra (salvo su amistad, puramente espiritual, con la princesa Matilde Bonaparte), son, sin embargo, los más hábiles pintores y más hondos analizadores del carácter de la mujer, y todos sus libros gravitan en torno de alguna figura femenil. Los Goncourt han escrito dos clases de obras: la novela—en que lograron colocarse á la altura de los más altos, y ser precursores del naturalismo francés—y las investigaciones históricas, en que sus aptitudes de coleccionistas y de escudriñadores del corazón les enseña á descubrir ó interpretar detalles que los historiadores de oficio, con muy mal acuerdo, desdeñan y desatienden. Pues en ambos géneros los Goncourt hacen converger la luz en torno de un tipo femenino, estudiado á fondo, visto al microscopio, examinado en las más mínimas facetas de su complejo organismo, Hasta el título de sus novelas es, con raras excepciones, un nombre de mujer. Germinie Lacerteux, la criada histérica; Sæur Fhilomène la religiosa angelical; Manette Salomon¡la modelo implacable, hebrea de condición como de raza; La fille Elisa, la desventurada ramera: Madame Gervaisais, la librepensadora convertida al catolicismo; Reneé Mauperin, la joven burguesa apasionada; Chèrie, la víctima de la neurosis, la aristocrática niña enamorada sin saber de quien y consumida en su propia y silenciosa llama; Henriette Maréchal, la mujer madura, víctima de los desengaños que la edad trae consigo, y, por último, en el mismo Charles Demailley, la ingenua, ó dama joven, como aquí diríamos, son acabados retratos de mujer, en que cada pincelada revela la diestra mano del miniaturista. La única novela en que la mujer apenas juega papel alguno, es la que yo he traducido al castellano y se publicara muy en breve: Los Hermanos Zemganno, donde, bajo el transparente velo de la ficción, la biografía de dos acróbatas, Edmundo ha representado su cariño fraternal y su colaboración literaria con Julio. En los libros históricos se destacan igualmente mujeres, siempre mujeres. El conjunto de la labor de los Goncourt pudiera llamarse el eterno femenino.

En su complexión, los dos hermanos demuestran padecer la exaltada sensibilidad nerviosa que suele caracterizar á mi sexo. Su temperamento es femenino igualmente. La acuidad de sus sensaciones y la enfermiza irritabilidad de la epidermis de su espíritu, son todo lo contrario de la gravedad, estoicismo y fortaleza que en el varón deben suponerse. Pertenecen á esta generación contemporánea que, infiltrada de romanticismo hasta la médula y falta de fe, necesita sustituir el entusiasmo por los grandes ideales, con el fanatismo de las manías, y se profesa esclava de la forma y la expresión, no pudiendo ceñirse á la majestuosa sencillez de los antiguos modelos.

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