«El Rengo, dueño de la casa de juego que llaman El Mirador, me cuenta que en las últimas elecciones, el comisario Barraba le dio orden de ir a votar con los carneros, diciéndole:
-Si los cívicos ganan, se acabó la jugarreta y vos te fregás, porque se han comprometido a cerrar las casas de juego. Aura, si pierden, y vos y los muchachos han votau con ellos, encomendate a la virgen y los santos, porque los arriamos a todos una noche, sin asco, y los metemos en la cafúa.
Yo le dije al Rengo que eso no le convenía a Barraba, porque perdería la coima, que le paga; pero él me contestó:
-¡Qué perder ni qué perder! ¡Como si faltaran otros que pondrían bailando no digo una sino muchas timbas! No, señor; ¡hay que votar como manda el comisario, y no andarse con vueltas, porque a lo mejor lo dejan a uno en camisa, y que vaya a quejarse al Papa!
El que manda, manda, y cartuchera en el cañón, qué caray!
Decíme, hermano, si esto es páis o qué».