LA PLAZA DEL AGUJERO

«Te darás cuenta de lo que es este pueblo al saber que no tiene más que una plaza, cuando debería tener cuatro, como consta en el plano primitivo, escondido por mí arriba de uno de los armarios de la Municipalidad, en tiempos de la intendencia de don Ignacio.

Las otras tres se vendieron en un remate de ñangapichanga, con el pretexto de que eran necesarias y había urgencia de arbitrar recursos para la Municipalidad. ¡Mentira! Era para atrapárselas.

Se las adjudicaron sin vergüenza Ferreiro, Luna y Machado, a cinco mil pesos cada una y sin aflojar mosca, porque la pagaron con cuentas atrasadas, compradas por un pedazo de pan a varios infelices cansados de tramitar el cobro al cuete.

Los quince mil pesos quedaron reducidos para ellos a unos cuatro mil, y se embolsicaron una fortuna a vista y paciencia de todo el mundo.

¡Decime si esto no es el callejón de Ibáñez!

Pues, para remachar el clavo, los mismos personajes y otros cortados por la misma tijera, han hecho gastar a la Municipalidad más de cien mil nacionales en la plaza que queda, «para ponerle tierra buena». Comenzaron un pozo, le habrán echado tres o cuatro carradas cuando mucho, y andan tan campantes.

-¡Figurate que los únicos árboles que tiene la plaza son los tres aguaribays que plantaron los milicos en tiempo del Fuerte! El agujero está sin tapar desde hace una punta de meses, y más valiera que se hubiesen llevado los morlacos sin hacer la parada de trabajar.

Lo único que me llama la atención es que no se roben las casas con gente y todo».

Share on Twitter Share on Facebook