«Con motivo de la toma de posesión de los nuevos municipales, y por si a la oposición se le antojase meter bochinche en la barra, Ferreiro ha hecho venir del Sauce, -como si no bastara la policía- un pucho matón y compadre llamado Camacho, a quien le dicen «Moraira», y que recorre las calles armado con un tremendo facón y un descomunal trabuco naranjero, que al propósito anda dejando ver debajo del poncho deshilachado. Este Moraira debe muchas a la justicia, porque es madrugador, asesino y de alma atravesada. Es un flojo y un cobarde cuando no está bebido; pero borracho es una fiera, de modo que ahora lo hacen chupar como un saguaipé para que, por lo menos meta un julepe a alguno.
Ha muerto a traición a tres o cuatro, en estos últimos años, pero como nunca se ha atrevido con ningún oficialista, y siempre lo protegen los que lo utilizan como instrumento, el castigo mayor que se le ha dado hasta hoy, es el de hacerlo escaparse del partido en que «se desgració», recomendándolo como «hombre de acción» a las autoridades de cualquier otro.
Ferreiro lo ha traído por la fama terrible que tiene, pero probablemente sin intención de utilizarlo de veras, porque es hombre de intriga pero no de sangre. Sin duda nos ha querido correr con la vaina, y te debo confesar que lo ha conseguido, porque este pueblo es muy mulita y no quiere estar a las duras sino a las maduras.
Seguro que ya Ferreiro se ha arrepentido de haber llegado tan lejos, porque el tal Camacho o Moraira es una verdadera calamidad, y todo el mundo lo acusa a él de haberlo traído, hasta los mismos carneros que no se fían de semejante salvaje y andan con el Jesús en la boca en cuanto lo tienen cerca, no sea cosa que ellos mismos caigan en la volteada.
Anoche anduvo borracho a caerse, baladroneando y amenazando con matar y degollar; salió a la calle con el trabuco cargado hasta la boca y el gatillo alzado, preguntando a gritos dónde estaban esos «chivitos» de m., hijos de una tal por cual, y diciendo que salieran si eran c... para enseñarles quién es Moraira y quienes son los del partido provincial. De seguro que mata a alguien, quizás a alguna mujer o criatura, si el mismo Ferreiro no sale a buscarlo para llevárselo a dormir la mona.
Camacho no se quería ir aunque Ferreiro se lo mandara, diciéndole que todo estaba tranquilo, que habían triunfado y que al día siguiente -por hoy- habría asado con cuero y era preciso madrugar.
-Mire, patroncito -le dijo por fin Camacho, tartamudeando con la tranca-, lu haré' porq'usté l'ordena. Pero sepasé que les h'e dar en medio'e las guampas, p'a que otra vez no se metan a sonsos... ¡Ah, hijos de una, no estar aquí! ¡Mire lo que les haría, patrón!...
Y descargó al aire su trabuco que hizo el estruendo de un cañonazo. La gente se asomó con miedo a las puertas y ventanas, corriendo algunos vigilantes, muy asustados y sin animarse a llegar hasta Camacho que se había caído con la borrachera, y hasta creo que se había quedado dormido inmediatamente. Ferreiro hizo que lo levantaran y lo llevaran a la posada, cuando debió hacer que lo metieran al calabozo. Quizá tuviera ganas pero no se atrevió, porque, como dicen, el miedo no es sonso ni junta rabia.
En fin, si este malevo sigue por acá, estoy seguro de que se va armar alguna de Dios es Cristo. Esta mañana temprano ya andaba otra vez perdonando vidas por el pueblo, y metiéndose a chupar en todas las trastiendas.
Un oficialista me ha dicho que Ferreiro va a hacer que se mame como una cabra para que no pueda ir a la sesión municipal. Mirá si va y con la tranca descarga el trabuco sobre los padres de la patria chica!»